De Ric Jazzbo a Ventura:
Apreciado Ventura, sabes perfectamente por dónde abordarme. Sabes que a mí me pone más la época en que hacía falta un negro que inventase el rock and roll para que un blanco guaperas de caderas picantes se llevase el mérito. Sabes que por ahí, quizás por ahí, podrías haber elegido alguna banda post-punk o de la new wave, que tuvieran claras connotaciones negroides, como bien mencionas a Gang of Four o Talking Heads. Pero no, audazmente me hablas de esta maravillosa bizarrada de la movida viguesa, con su ligero aliño de funk depresivo que sabes que apreciaría ipso-facto. Como diría Paul Vitti: “You, you’re good you…” Nadie que esté un poco atento a lo que ocurre en “Vigo capital Lisboa” puede negar su valía artística.
Mi propuesta no va de desempolvar ninguna rareza (de esa tarea ya se encargó -para nuestro regocijo- la gente de Finders Keepers Records en su referencia de estreno, una fiel reedición en 2005) sino de retroceder doce años más, cuando apareció este (hoy) clásico del undergroundfrancés que ha trascendido con creces a obra de culto; va de alabar, si cabe, a Jean-Claude Vannier en su primer trabajo como compositor, una abrumadora obra conceptual llamada L’Enfant assassain des Mouches (1972).
No pretendo comparar, pero estaba pensando en cuál sería el denominador común entre tu propuesta y la que aquí presento. Imagino que coincidiríamos en el concepto artístico del álbum y en su inquietud vanguardista, así como en su valentía y en su marcada personalidad. A partir de ahí, no me aventuraré más allá de citar a algunas referencias ineludibles, pues a mi (in)sano juicio, lo que tengo entre manos es un álbum incomparable.
Un año después de arreglar, orquestar y – sobretodo- darle sentido a “Historie de Melody Nelson”, después de residir en la lámpara mágica a la que Serge Gainsbourg sacó brillo tantas veces para dar forma a su trabajo más inspirado, Jean-Claude Vannier parte de tal hito, sigue su infinita estela y nos regala una obra instrumental enorme, excesiva. Una banda sonora imaginaria sofisticada, surrealista, con pausas esenciales que preceden a caóticos sonidos abstractos. Pesada y delicada a la vez, es intensa del primero al último surco, resultando una sinfonía psicodélica adelantada a su tiempo y posiblemente la grabación más alucinante que ha acontecido en la cultura popular francesa.
Te encontrarás piezas como “L’enfant la mouche et les allumetes”, un collage de música concreta y alardes de funk en celuloide, o “L’enfant au rouyamme des mouches”, que parece inspirarse en el arte absurdo del dadaísmo mediante un vaivén de inmensos coros que encajan con unos breakbeats bravucones; “Danse des mouches noires gardes du roi” se adentra en el easy listening con orquestaciones que remiten a Morricone, un piano de jazz saltimbanqui y una sección de cuerdas en alza; esbozos de cabaret en “Danse de l’enfant et du roi des mouches”; el clima opresivo de “Mort du roi des mouches” justifica la obligada referencia a David Axelrod (aunque Vannier se exceda -por regla- y vaya más lejos, hacia la oscuridad) mediante guitarras wah-wah, tan de la época, y nubarrones de rock progresivo…
En fin, préstale atención y acepta un consejo: No se te ocurra escuchar los temas por separado, cual reproductor de mp3 en shuffle se tratara, podrías tener un mal viaje. Avisado quedas.
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jodo! si eso, quedamos y me lo explicas…
Eso esta hecho, Soulman. Eso sí te aviso, he quedado un poco (más) desordenado cerebralmente hablando.