De Ric Jazzbo a Ventura.
Amigo Ventura, efectivamente, el swing de Indifferenté es adictivo. Tengo retenida en la memoria la portada del nº2 desde que frecuentaba una famosa tienda de discos en Barcelona y encima me pagaban por ello. Hacíamos un top ten de cualquier cosa (lo sé, Nick Hornby escribió un manual). La puesta en escena no era de podio, pero casi: Monsieur Gainsbourg, un individuo trajeado, enclenque y feo, con un revólver y un ramo de rosas rojas, dispuesto a comerse el mundo o, como mínimo, a la camarera. Cuánta clase. Aun así, solía pisarle los talones al Juerga Gitana de Manolo Caracol.
No tenía el placer de conocer los inicios musicales de Michel Gondry. Sí, en cambio, le he seguido a trompicones como director, desde que fui a los entrañables cines Méliès a ver La ciencia del sueño, donde , qué casualidad, participa como protagonista Charlotte Gainsbourg, hija de. El sino del grupo Oui Oui me recuerda a Small Time Crooks, la película de Woody Allen donde el objetivo era desvalijar un banco y terminan haciendo una multinacional con las galletas que venden en una pequeña tienda, tapadera del túnel que debía hacerles ricos. Salvando las distancias, claro, la carrera de Oui Oui está muy bien ejecutada, no así el plan de los “granujas de medio pelo”. En fin, los caminos del señor son inescrutables.
Cuando Blai nació, estuvimos tiempo sin ver películas en condiciones. Nosotros, tan aficionados que éramos a esto del séptimo arte. Pero nuestras veladas cinéfilas mejoraron cuando descubrí, por esas fechas, el disco que hoy tengo el gusto de presentarte: Just another diamond day (1970) de Vashti Bunyan.
La historia de este álbum es harto conocida y los efectos que provoca su audición han sido alabados por doquier, así que no me extenderé demasiado en describírtelo. Aun así me remito a él por un tema de salud y de educación, que tanto escasean últimamente: de salud porque cuando hablamos de cartearnos lo hicimos con la intención de realimentar el espíritu, de compartir inquietudes musicales con el fin de apartar preocupaciones y reivindicar la música como nuestra propia panacea universal. De educación, como alternativa al cedé de canciones de cuna new age, que seguramente os regalaron en su momento y que, por supuesto, no le has puesto en su vida. Pues bien, aun a riesgo de caer en una boutade, te diré que “Just another diamond day” está encima de la mesa (o en la red) para proporcionarte atisbos de esperanza, para llenar tu alma de libertad en estos tiempos de tanta mala hostia, pero sobretodo, para mejorar el sueño de tu afortunado vástago, mientras disfrutas de una música deslumbrante, mágica y narcótica.
En un arrebato de jipismo extremo, Vashti Bunyan deja su agenda en Londres y viaja hasta las escocesas islas Hébridas junto a su novio y un perro, con la suficiente potencia de un caballo y el confort de un carromato. El destino era una comuna de músicos y artistas ideada por el trovador flower Donovan y que, por supuesto, fracasó sin remedio. A lo largo de los dos años que dura la travesía, compondrá las canciones que darán forma a “Just another diamond day”. Canciones frágiles, acústicas. Canciones tradicionales que funcionan como nanas. Temas pastorales y atemporales que hablan de los árboles, de las estaciones, del viento… De cosas y experiencias que pueden pertenecer a todos y que pueden ser contadas en cualquier época. La producción de Joe Boyd (mítico productor de bandas como Pink Floyd, The Incredible String Band y de artistas como John Martyn o Nick Drake) es impecable y la comunión con los grandes músicos que acompañan la voz de Bunyan es sencillamente perfecta. Muchos de ellos estaban construyendo la escena folk rock de finales de los sesenta en Gran Bretaña, en formaciones como Fairport Convention o la anteriormente mencionada The Incredible String Band.
Te parecerá infantil o acaramelado, y lo es, pero déjate llevar por su simplicidad, pues te volverás simple y consecuentemente feliz.
Para cuándo un artículo sobre Las Grecas o algo…
En ésta especie de cadáver exquisito músical es muy, pero que muy posible que aparezcan Las Grecas en algún momento, Mr. Soulman.