De David Ventura a Ric Jazzbo:
Si lo que buscabas era introducir un poco de placidez en mi absurdamente ajetreada vida -y digo absurdamente porque a pesar de hacer mil cosas no salgo de pobre- lo has conseguido. Recuerdo que hace años -por lo menos hace una década- tenía el ‘Just another diamond day’ de Vashti Bunyan, disco que perdí en alguna de mis innumerables mudanzas. Fue una época en la que me obsesioné por descubrir el folk lunático de finales de los sesenta y fue cuando me enteré de la existencia de Bunyan y también de un tal Nick Drake, supongo que lo conocerás.
Bunyan se tomó al pie de la letra la utopía hippi de la huída ‘lejos del mundanal ruido’, en su caso a las Islas Hébridas, un lugar donde hace una rasca de miedo y donde sólo puedes componer canciones cristalinas, tanto como el agua de la región, esa que se utiliza para el whisky.
Sin embargo, aprovechando la excusa de la escapada la campo, quiero rescatar a un grupo de los sesenta que también tuvo su particular huída rural, aunque en su caso fue una escapada conceptual, irónica, un viaje mental a los tópicos de la vida inglesa de provincias. Porque si hablo de los años sesenta y hablo de un grupo que representa la quintaesencia 100% british, es que me refiero a The Kinks… ¡¡como no!! Autores de viñetas costumbristas que retrataban a los personajes de la sociedad británica de postguerra, los Kinks podían marcarse una canción savaje y ruidista y luego descolgarse con homenajes al music-hall y al teatro de varietés inglés, porque nunca ha existido nadie más inglés que Ray Davies y los suyos.
En 1968, The Kinks publicaron ‘The Kinks Are the Village Green Preservation Society’, un disco conceptual en el que realizan una recreación idealizada de la vida en los pueblos y la pequeñas ciudades de provincias, y en el que enumeran todos los tópicos de esa Inglaterra eterna e inmutable de té a las cinco de las tarde, jerseis de pico, borracheras tristes en el pub, alfombras en húmedas casitas victorianas y eternos partidos de cricket. Un guiño irónico ya que los Kinks, como buen grupo de pop violento, representaban la modernidad absoluta. No obstante, este disco marca también un cambio musical. Nunca los Kinks habían sonado tan sutiles, tan evocadores, tan melancólicos. Un disco que se resume en la letra del single ‘The Village Green Preservation Society’ en la que reivindican “la cerveza artesanal, las pequeñas tiendas, la mermelada de fresas y la virginidad”. Vamos, que sólo falta añadir los cupcakes y coser y estas palabras las podría suscribir un gafapastas de hoy en día.
El disco incluye canciones delicadas y maravillosas como ‘Village Green’ -con ese estribillo de “I miss the village green/ and all the simple people”-, la psicodelia de ‘Phenomenal cat’, el optimismo risueño de ‘Sitting by the riverside’, la vehemencia de ‘Do you remember Walter?’ y ‘Johnny Thunder’ o la magistral ‘The big sky’.
‘The Kinks Are the Village Green Preservation Society’ es pop en estado puro, un destilado de la mejor música que se facturaba en los sesenta. Incomprendido en su época, el disco fue un fracaso comercial aunque a día de hoy es considerado unánimemente uno de los mejores trabajos de los Kinks. Esplendor británico, en definitiva.
Correspondencia musical: ‘Just another diamond day’ de Vashti Bunyan