@Pablo Sierra del Sol / El Puchi es un ciclón, un huracán, un terremoto. Como estos fenómenos de la naturaleza, nadie contaba con lo que se estaba cociendo en el club ibicenco hace solo unas temporadas. Picapedreros de oficio, sus técnicos llevan décadas trabajando la cantera con tesón. Como en los campos de Mareo donde el Sporting cuida de sus pequeños futbolistas o los patios de colegio de Badalona en los que el Joventut busca talento y centímetros, el trabajo ha sido lento y silencioso mientras las chicas crecían.
En cuanto las canteranas pudieron enfundarse las camisetas del equipo sénior -y algunas como Raquel Bejarano o Paulina Pérez, ahora en la península y División de Honor, solo tenían entonces quince años- la tormenta se desató y empezó a teñir de azul el deporte ibicenco. «Esto que nos está ocurriendo es muy grande y no sabemos cuál será el final de esta historia. Hemos quedado campeonas de División de Honor Plata y queremos hacer un buen papel en la máxima categoría. El Puchi tiene un corazón muy grande y lo vamos a conseguir», comentaba, entre risas y lágrimas, Ana Boned, una capitana que ha dado el ciento veinte por cien a pesar de jugar con varios dedos de su mano derecha vendados.»Lo vamos a celebrar por todo lo alto», avisaba Ana Muñoz, una portera que, junto a Laura Muñiz, ha sido vital para recuperarse del mazazo de la derrota contra Oviedo para alcanzar la gloria jugando delante de casi un millar de personas en el Pabellón de Santa Eulària.
La tercera Ana del equipo, Ferrer Prohías, la chica de oro que volvió hace unos años de Madrid, donde había jugado en la élite con Alcobendas, para trabajar en la isla y enfundarse de nuevo la camiseta del equipo de su infancia, se acordaba precisamente de la afición, tan fiel como numerosa, tan ruidosa como entendida del balonmano, un deporte con arraigo en Ibiza que toca ahora su techo histórico. Dirigiendo a las cámaras de televisión a la grada («grabad eso, grabad eso, por favor, a ellos se lo debemos todo»), Ana Ferrer repasó las etapas de un año complicado, donde el equipo tuvo que dar el máximo pese a las lesiones de algunas piezas clave (María Tudela, Cris Morell…) y ella misma ha tenido que pelear contra unas molestias en la planta del pie que le hicieron llegar al playoff con el físico al límite.
«Este Puchi nunca se rinde» es ya el eslogan oficial del club, con permiso claro está de «el Puchi lo peta», mucho más desenfadado. José Antonio Ferrer, hermano de Ana y presidente de la entidad, era un imán tras el encuentro contra el Córdoba. Le llovían abrazos sobre el parqué. De jugadoras, de canteranas, de padres y madres de los chavales que forman la base del Puchi, de vecinos de un pueblecito que hoy, además, celebraba su fiesta mayor, de los políticos del Consell y el Ayuntamiento (trajeados algunos, como el alcalde Vicent Marí o el concejal de la parroquia, Toni Marí, después de haber estado en la misa de Puig d’en Valls) que este mediodía no han querido perderse el momentazo en el que Ana Boned alzó la copa de campeonas. Beber de ella supone el derecho a planificar la próxima temporada en lo más alto del balonmano femenino.
Ferrer será quien cuadrará los números para que el viaje a la élite sea posible. Si no se desmiente, la receta será la misma que hasta ahora: base de canteranas (como la saltarina Flor Dumitrescu, la combativa Irene Carrión, la gran defensora Jillian Macasaet o Ainhoa García, la MVP de esta final a cuatro) y talento y centímetros importados de fuera a partes igualas. Las foráneas que han aterrizado en el Puchi, como Alicia Salinas o Patri Cañavera, le han dado ese plus de calidad a un equipo que «a partir de mañana» empezará a «pensar en el futuro», como explicó Ferrer.
Noel Cardona, el cerebro de un proyecto junto a su segundo, Curro Pérez, saltaba con sus chicas en el vestuario. Ya paladeaba la hazaña, que le costó ser manteado, cuando se acordó del padre de José Antonio y Ana, fallecido hace solo unos meses y alma mater de esta idea conocida como Hàndbol Club Puig d’en Valls: «Este triunfo es suyo más que de nadie. Suyo y de toda la gente que siempre creyó que en Ibiza podía haber un gran equipo de balonmano femenino. Se lo debemos todo y llevaremos muy presente su recuerdo en cada paso que demos».
Fatal que comparéis a este club con el Sporting y el Joventut, y no con otro equipo de balonmano como el Granollers