De RicJazzbo a David Ventura:
Amigo Ventura, me recordaste que solía invocar a Tim Hardin con bastante frecuencia, número 1 mediante; un álbum majestuoso. “How can we hang on to a dream” me parece una de las canciones más hermosas que se han escrito jamás. En cambio no había escuchado nada más suyo, ni siquiera el segundo, muy alabado también, ni mucho menos “Suite for Susan Moore and Damion: We are One, One, All in One”. Como bien destacas, conmueve más por la historia que por la música: “First Love Song” y “ Last Sweet Moments” son, de todas maneras, enormes canciones.
Respecto al pequeño reto que me planteaste, en un primer momento tuve dos razones que me invitaban de algún modo a lidiarlo: una era la reciente película de los hermanos Cohen, que se presentaba demasiado oportuna; la otra era que, en mi correspondencia anterior, uno de los motivos por los cuales escogí “Solid Air” fue por sus arreglos de jazz, que me permitían entreabrir una pequeña ventana hacia algún paisaje sonoro más negro. ‘Negro’ no de deprimente, si no de afro-americano, callejero, urbano, nocturno, … festivo o espiritual, da igual, medio en el que correteo dichoso y con gracia. Más tarde se me ocurrió que podríamos tocar el tema de los Buckley, por aquello de seguir con jóvenes y hermosos cadáveres que nos ha dado la historia de la música. Eso sí, con el único fin de llegar a Tim, un mártir con una vida llena de claroscuros. Porque a mí, el que me pone es el padre.
Así que, ¿Un álbum de un ‘folk singer’ de los sesenta, de la escena Greenwich Village, y con coqueteos hacia la música negra? Ah, amigo, aprovecharé mi más absoluta devoción hacia Tim Buckley, no con su mejor álbum ni mi favorito (yo también pondré el acento en un álbum “menor”), pero sí con el que más encaja: “Greetings from L.A” de 1972.
¿Escena Greenwich Village… Tim Buckley? Dirás. Bueno, todo no puede ser… Como bien indica el título, este trabajo en concreto lo grabó en California y además es del setenta y dos, sí, pero residió gran parte de su carrera en los sesenta en Nueva York, a caballo entre costa y costa de los Estados Unidos. Aunque en sus entrevistas y mediante su serpenteante inquietud musical (pasó de la fragilidad y ternura de su álbum debut a sus posteriores incursiones hacia el rock, el avant-garde, el soul, el jazz, los ritmos latinos, la música francesa…) nos dejan entrever la idea que él tenía sobre el negocio. Su total indiferencia a las leyes del mercado discográfico hace pensar que el protagonista no admitiría escena alguna, así que dudo que tenga nada que ver con la portada de “The Freewheelin’” (según he leído, cuando mencionaban a Dylan en alguna entrevista a la espera de algún reconocimiento, Buckley escondía su admiración hacia él con algún comentario apático y desinteresado). Aun así, esa indiferencia a la presión mercantil es precisamente contracultural y ahí estaba él, sin quererlo, metido en el meollo.
Quizás este disco no sea un buen ejemplo, pero se le relaciona más con compañeros de sello en Elektra como Fred Neil (su mayor influencia), Judy Collins, Jackson Browne… que con Jim Morrison, o por cruzarse por la Séptima Avenida con el mismo Tim Hardin (después de Neil, uno de sus cantantes favoritos) o Paul Simon, por ejemplo. De hecho, su primer bolo importante, el que sale en sus biografías como punto de partida en su carrera, fue en el “Nite Owl”, club del mencionado barrio. También actuó junto a Nico, en no sé qué garito de Warhol… En fin, aceptamos pulpo ¿no?
El concepto de “Greettings from L.A” va de follar. No vas a enamorarte, tampoco alcanzarás el nirvana, pero la sensación después de escuchar este disco será la que proporciona un buen polvo. Letras lujuriosas, congas que marcan un ritmo lascivo, melodías orgásmicas y una voz que aulla, gime, sube baja… en una sucesión de acrobacias vocales donde muy poca gente llegará nunca. Ya se salta los preámbulos con «Move with Me» un boogie-woogie vacilón, para dar paso al primer gran tema del disco: “Get On top”, una interminable y frenética jam de funk latino, con un órgano enloquecido que avanza en chamánica comunión con un Buckley poseído. Le sigue otro tema muy destacable, la exótica «Sweet Surrender», con sus maravillosos arreglos de cuerdas; cogemos aire. Cambiamos de postura y encontramos un orden similar al de la cara A: “Nighthawkin”, comparte la inspiración inicial de «Move with Me». Le sigue la magnífica “Devil eyes”, un poco más pausada que “Get On Top”, pero juguetona y con un Tim Buckley igual de desatado. Con “Honk Kong Bar”, la más floja del disco, me saltaré los comentarios y en “Make it Right” vuelven los violines de “Sweet Surrender” junto al protagonista en plena forma, para dejarnos mirando al techo con la mente en blanco. Pasando de arrumacos, claro.
Pienso preguntarte en persona qué tal ha ido la próxima vez que nos encontremos. A ti o a Marieta. Un abrazo.