El Super-Súper
Entre que el día está gris, que de buena mañana he encendido el fuego, que suena de fondo la maravilla de disco “Nocturne” de Charlie Haden y Gonzalo Rubalcaba y que he leído las noticias mientras tomaba un café, he entrado en un estado de melancolía. De melancolía agradable, eso sí. Melancolía invernal. Debo añadir, que aunque esto lo leéis en miércoles, lo estoy escribiendo el domingo, y eso también influye. Los domingos provocan un estado de ánimo diferente. Creo que hasta la luz de los domingos es otra. Un misterio, esto de los domingos.
Leo en la prensa local que van a abrir, en la civilización que me pilla más a mano, un supermercado de esos grandes, de esos que antes sólo había en la Península. Uno de esos que todo el mundo alardea de ir a comprar y que si no vas parece que estás fuera de onda, que no te enteras de lo último y que no sabes ahorrar.
Los domingos provocan un estado de ánimo diferente. Creo que hasta la luz de los domingos es otra. Un misterio, esto de los domingos.
Reconozco ser una de esas lerdas que no ha sentido ningún impulso, ni siquiera por curiosidad, de ir a ver cómo es o qué precios tiene el que ya hay abierto en la isla. Cierto es que me pilla bien lejos de casa, pero ese no ha sido el motivo por el que no he ido.
También reconozco que estoy fuera de onda, que no me entero de lo último y que ahorrar no debe ser lo mío. Jamás tuve un cerdito hucha, es verdad, pero tampoco soy una manirrota, ni una compradora compulsiva, ni mucho menos una derrochadora.
Cuando finalmente abran ese super-supermercado cerca, claro que iré a ver de qué trata. No niego que seguramente compre algo allí, pero sí que tengo claro que seguiré fiel a toda la gente a la que desde hace años le hago mis compras. Tengo la suerte de comprar a gente encantadora, que me trata de maravilla, que sé algo de sus vidas después de tanto tiempo viéndonos semanalmente y, lo más importante: que tienen buena materia a la venta y a un precio razonable. Quizás al comparar con el super-súper haya alguna diferencia de precio, pero seguramente no tanta como para darles la espalda y dejar que acaben cerrando.
Tengo la suerte de comprar a gente encantadora, que me trata de maravilla, que sé algo de sus vidas después de tanto tiempo viéndonos semanalmente.
Reconozco que soy muy austera a la hora de comprar. Compro lo que necesitamos en casa y la verdad es que pocas veces, por no decir casi nunca, compro caprichos o cosas innecesarias. El truco de muchas de estas grandes superficies está precisamente ahí, en la de cosas que uno compra que realmente no necesita. Es decir, cada semana compro carne, embutido, fruta y verduras, pescado, y todo lo básico, según se va acabando: aceite, sal, productos de limpieza, café, pan, cerveza… En fin, lo normal. En cambio en estos sitios nuevos, lo que supuestamente te has ahorrado en el aceite o la carne, lo gastas en cosas que entran por los ojos, pero que de no haberlas visto no las estarías comprando. En fin, que el gasto final es el mismo. Cierto es que por la misma cantidad de dinero llevas más cosas, pero muchas absolutamente prescindibles.
Visto en una balanza, prefiero mil veces no llenar mi carro con cosas así y saber que mi encantadora charcutera orgullosa de su niño, mi carnicero y sus recomendaciones -“te voy a poner también un huesito de ternera”-, mi frutera con sus verduras payesas y su sonrisa, mi pescadero y su pescado de la cofradía, siguen pudiendo mantener su trabajo.
Además, me parece que a mis amigos de Facebook no les gustaría que no volviera a hablar de todos estos personajes en mis “crónicas de la civilización cercana” de los jueves. (Aquí falta un guiño, o una sonrisa, pero no sé cómo escribir eso en un artículo).
Visto en una balanza, prefiero mil veces no llenar mi carro con cosas así y saber que mi encantadora charcutera orgullosa de su niño, mi carnicero y sus recomendaciones -“te voy a poner también un huesito de ternera”-, mi frutera con sus verduras payesas y su sonrisa.
Ya digo que estoy melancólica, pero podría llegar a estar realmente triste si viera cerrar más tiendas en esa “civilización cercana” que en invierno casi parece un pueblo abandonado del oeste y en verano un Las Vegas serie C.
Qué seria me he puesto. Prometo no volver a escribir en domingo. Aunque los domingos están empezando a ser tan laborables como cualquier jueves. Quizás mejor cambiar de música, no vaya a ser culpa de Charlie Haden.
Fantástico guapa como siempre no defraudas.
Fantástica tú, Puri, por leer lo que escribo.