Esta primavera ha empezado agitada. Por aquí por casa ha pasado un poco de todo, pero veo que por el mundo también, cosa que no me consuela, más bien me intranquiliza.
La otra mañana bajé a la civilización. Tenía una cita a las once y cuarto. Al final el tema se pospuso y tuve que hacer tiempo durante dos horas. Paseé, cotilleé alguna tienda y finalmente me senté en una terracita al sol. Mientras ojeaba un periódico escuché que la mujer que había sentada en una mesa detrás de mí, le decía a alguien por teléfono “¡Los rusos me quieren matar!” Disimulé con el periódico, pero por supuesto puse la antena para enterarme de qué le ocurría. No contaré aquí de qué iba el asunto, esta isla es muy pequeña y hay que ser prudente, pero no era una frase de esas exageradas, queriendo decir que alguien está enfadado contigo, la cosa parecía seria.
Tristemente, se hizo de pronto la una y cuarto y tuve que salir pitando. Qué rabia, con lo entretenida que yo estaba. Ya digo que por casa llevamos una racha intensa, pero lo de esta mujer, la pobre, qué lío.
Mientras ojeaba un periódico escuché que la mujer que había sentada en una mesa detrás de mí, le decía a alguien por teléfono “¡Los rusos me quieren matar!”
En el coche fui pensando en los rusos, en mis cosas y en lo revuelto que anda el mundo. Por las mañanas me gusta leer la prensa mientras tomo un café y la verdad es que se lee cada cosa… No digo ya las noticias realmente importantes, esas son tema aparte, me refiero a las noticias de segunda, las triviales. Muchas veces son las que realmente te dan una idea de por dónde va la humanidad y debo decir que últimamente la realidad “me deja perpleja” (esto se lo escuché decir el otro día a una tertuliana muy seria y muy pija).
Por ejemplo: el Papa. Leo que cuenta muy contento cómo robó, en un velatorio, el crucifijo que sostenía el fallecido, un sacerdote. Dice que desde entonces lo lleva siempre prendido en el hábito, cerca del corazón y que le da suerte. No sé… A mí eso de robarle a un muerto me parece algo terrible, por mucha suerte que te de luego. Además, relata orgulloso y con detalle cómo lo hizo. Al parecer sólo había por allí unas monjitas llorosas, disimuló haciendo ver que dejaba unas flores y le chorizó el rosario, de las manos, al pobre difunto. Jamás se me ocurriría hacer una cosa así y no por incumplir uno de los diez mandamientos, algo que él si debería haber tenido en cuenta, sino porque simplemente hay cosas que no se hacen. No me imagino ni a un raterillo de cuarta haciendo algo semejante. No sé ni qué decir.
Tampoco sé qué decir de una señora de Gijón a la que igual le caen tres años de cárcel por conducir, ni más ni menos que cinco kilómetros, con su cuñada en el techo del coche. Por lo visto se enzarzaron en una riña y la cuñada, cabreadísima, la emprendió a patadas con el automóvil. Rompió el retrovisor, abolló la chapa y se subió al techo. La señora de Gijón, al ver el destrozo, decidió arrancar y llevársela en volandas. Consiguió hacerla parar un conductor, que al ver tal escena, la adelantó y se atravesó en medio del carril.
¡Cinco kilómetros es mucho! Y más si eres una cuñada que va sentada ahí en lo alto. Lo que no tenía desperdicio era la foto que salía publicada. Aparecían las dos señoras: una arriba en el techo y la otra con cara de cabreo en el asiento del conductor. ¿Qué se puede decir a esto?
Así que entre los rusos cabreados, el Papa y su crucifijo de la suerte, la conductora de Gijón y su cuñada, y los líos que tengo en casa, hay días que no sé si es que el café no me despierta y vivo en un duermevela o si es que el mundo está loco. Digo yo que será el mundo, porque no he cambiado de marca de café en años y siempre me había hecho efecto.
Me viene a la cabeza la famosa frase del Quijote “Cosas veredes, amigo Sancho, que farán fablar las piedras”, pero curiosamente ahora me entero de que esa frase es del Cantar del Mio Cid “Cosas tenedes, Cid, que farán fablar las piedras”. En fin, que ya no sé… ¿Debería cambiar de marca de café o mejor me paso directamente al carajillo? Ya que es primavera, deshojaré una margarita.
Estoy como tu liada,en mi casa no entramos bien ni en invierno ni en primavera. Mejor quedamos y nos pasamos al carajillo.eres genial Susana, un saludo.
Estoy como tu liada,en mi casa no entramos bien ni en invierno ni en primavera. Mejor quedamos y nos pasamos al carajillo.eres genial Susana, un saludo.
Sí, Puri, creo que lo más acertado es pasarse al carajillo.
Gracias por tu comentario!
Sí, Puri, creo que lo más acertado es pasarse al carajillo.
Gracias por tu comentario!