@Pablo Oliveras/ De entrada, y aunque suene a disculpa, debo decir que no soy un experto en cuestiones musicales sino sólo un melómano más. Con esta introducción tan humilde y autocrítica me aseguro de disponer de barra libre para soltar las mayores burradas sin que el lector se lleve las manos a la cabeza. Mi intención es, pues, limitarme a ofrecer mi impresión personal sobre determinados grupos o discos no demasiado conocidos para el gran público (es decir, siendo más honestos, que servidor no los había escuchado en la vida), pero que siempre queda bien recomendar como tesoros escondidos para iniciados en la materia. Y aún va otra excusa introductoria más: no voy a entrar en detalles autobiográficos. Para eso ya está la “Wikipedia” que, por cierto, en el caso concreto de “Neu!” los explica de forma bastante detallada. Tanto es así que recomiendo su lectura a quienes, tras esta breve reseña, están interesados en profundizar en esta banda alemana.
Como no sabía por dónde empezar, me decanté por estos tipos alemanes que, pese a ser relativamente conocidos e incluso gozar de una cierta aureola de legendarios -el listado de bandas consagradas supuestamente influidas por ellos es interminable- no había escuchado hasta hace bien poco. Es decir, que cumplían todos los requisitos para ser incluidos en mi lista. Para concretar y no andarme por las ramas, me voy a centrar en sus tres primeros discos, editados en la primera mitad de la década de los setenta, que fueron los que realmente dejaron huella. Posteriormente, en 1986, tras varios años de ruptura, volvieron a grabar otro álbum, que pasó sin pena ni gloria. He de reconocer que me daba un poco de miedito adentrarme en el proceloso mundo del “kraut – rock”. En mi ignorancia, se trata de un género que puede suscitar todos los prejuicios del mundo, e incluso a veces justificados: desarrollos interminables, experimentación extrema, tendencia al virtuosismo mal entendido, su condición de padres del sonido “new age”… Algo de eso hay, no lo voy a negar, pero en su punto justo. Al contrario, descubrir a esta gente -más vale tarde que nunca- ha sido una grata sorpresa.
“Neu! 1”
El primer disco, “Neu! 1” (no se han matado con los nombres, que el siguiente lleva también su numeral, sin más) fue grabado a finales de 1971. Los dos componentes principales, KLAUS DINGER (batería) y MICHAEL ROTHER (guitarra y demás parafernalia instrumental), eran miembros de otro grupo todavía más legendario, “Kraftwerk”, pero finalmente se separaron por “diferencias de temperamento” (“Wikipedia” dixit). Inmediatamente se pusieron a grabar la que sería su primera obra y, tal vez, la más influyente.
La verdad es que escuchando el primer tema, “Hallogallo” (su canción más conocida), es imposible no pensar en “Stereolab”. Está claro que en esto de la música nadie inventa nada ya, pero es que el sonido es absolutamente idéntico al que podemos encontrar en gran parte del “Mars Audiac Quintet”. Más de once minutos con un ritmo de percusión muy característico, tremendamente marcado. Tanto es así que incluso tiene un nombre propio, “Motorik Beat”, que según los expertos es un 4/4. Como dato anecdótico, añadir que a su creador no le gustaba demasiado esa denominación, pero así ha pasado a la historia. Es el precio de la fama. La línea de bajo trotona incrementa la sensación de trance, que no se trunca con los cambios de velocidad que imprime DINGER -que, por cierto, iba hasta arriba de “LSD”- a los bombos. También me ha parecido muy destacable “Negativland”, que aplica la misma cadencia “Motorik”. Ésta, no obstante, es mucho más sucia, con mayor distorsión de guitarras y demás aparatitos (¡incluso un banjo japonés!). De hecho, no he podido evitar pensar en la “No Wave” (ecos de “Wire” mediante), lo cual se antoja un tanto paradójico, habida cuenta del año en el que se gestó esta obra. Pues sí, me atrevo a decir que suena totalmente adelantada a su tiempo. En la misma línea, pero algo más pausada y sinfónica, “Wissensee”.
En cambio en otros momentos la experimentación es mucho más acusada, con ruiditos orgánicos y un carácter más ambiental y psicodélico (eso van a ser las drogas), con omnipresencia de “drones” que conforman un auténtico muro de sonido. Ojo con “Sonderangebot”, que te va adormeciendo para de repente pegarte un susto de muerte…
“Neu! 2”
El segundo disco, “Neu! 2”, tiene dos partes muy diferenciadas. Parece ser que se les acabó el dinero en mitad de la grabación y tuvieron que aguzar el ingenio para terminarla. Y se les ocurrió que la segunda cara fuera una sucesión de remezclas de dos temas que ya habían editado anteriormente en formato sencillo, “Neuschnee” y “Super”, ambos marca de la casa (batería machacona y ritmo repetitivo). Remezclas que consistían básicamente en acelerarlos a 78 y ralentizarlos a 16. ¿Morro o genialidad? Vaya usted a saber, pero lo cierto es que, gracias a sus estrecheces económicas, se pudieron apuntar otro tanto más en eso de marcar tendencia, que ahora lo de los “remixes” se lleva mucho. He de reconocer que suena un poco extraño escuchar la misma canción a varias velocidades (vuelven a salir a la palestra “Stereolab” y su “We’re Not Adult Oriented”, aunque no sea exactamente lo mismo, porque más bien se trata de dos versiones, una más rápida y otra más lenta, de una misma canción).
En este álbum, básicamente, se dedicaron a continuar la estela de su obra anterior. De hecho, el primer corte, “Fur Immer” recuerda poderosamente a “Hallogallo”. El mismo ritmo machacón que te atrapa de forma hipnótica. Para mí, un temazo en toda regla, muy asequible pese a sus más de once minutos. Otra que me ha llegado ha sido “Lila Engel”, con el famoso 4/4 desatado y la guitarra desgranando un sonido todavía más sucio. Un auténtico trallazo que puedo calificar tranquilamente como “punkoide” (sí, otra vez eso de avanzarse a su tiempo).
“Neu! 75”
Las diferencias entre ambos componentes eran tan insalvables que decidieron poner fin a la banda. No obstante, en el año 1975 volvieron a entrar en el estudio, pero acordando que cada uno de ellos grabaría sus temas de acuerdo con su estilo. ROTHER pretendía seguir la estela de los álbumes anteriores, aunque con un carácter más cálido y armónico. En cambio, el cafre de DINGER quería, supuestamente, endurecer mucho más el sonido y profundizar en la vía experimental. Al final, la solución fue repartirse las dos caras. La primera para el guitarrista y la segunda para el batería (en la que, sin embargo, se dedicó a tocar la guitarra y cantar).
La primera cara, pues, sigue una onda continuista de la que “Isi” es el paradigma. Mantiene el ritmo 4/4 de siempre (adictos al metrónomo, los tipos), pero el enfoque es mucho más melódico y atmosférico. Suenan teclados etéreos de fondo, e incluso un piano va configurando la melodía. Es tan “convencional” que estoy bastante seguro de haber oído este tema antes en algún sitio como sintonía. Además, la influencia en la banda londinense cuyo nombre ya no quiero mentar ya más resulta evidente. En general, en esta mitad predomina la sutileza por encima de la velocidad, y se combinan el “ambient” con algún toque más épico. Muy agradable de escuchar, en definitiva, aunque se acerquen peligrosamente al “new age” (ruidos de olas batiendo, sin ir más lejos).
La segunda parte, pese a lo que digan los expertos, no me parece tan distinta. Sigue los mismos patrones, pero simplemente pisan un poco (bastante, más bien) el acelerador, añaden una voz desgarrada que aúlla la letra (DINGER) y pisan el pedal de distorsión. La versión más “rockera” del mismo grupo, en definitiva. Y oye, no está nada mal. También hay veleidades experimentales, como en “E-Musik”, cuya traducción sería algo así como “música seria”. Un título demasiado trascendente, tal vez, aunque puede que sea irónico. No obstante, tratándose de músicos alemanes, me extrañaría un poco. Mejor otorgarles el beneficio de la duda.
En resumen, que vale la pena escuchar los discos de estos “hippies” melenudos y así entender un poco más el sonido de muchas bandas que creíamos pioneras. Y, de paso, quedamos de puta madre soltando sentencias del tipo “bah, eso ya lo hacían los de “Neu!” a principios de los 70”.
La discoteca secreta: ‘Aerial Pandemonium Ballet’ (1967-1968) de Harry Nilsson
Una gran iniciativa esta de la discoteca secreta. Un nuevo acierto de este diario. Enhorabuena para Pablo.