R. Beltrán/ Acaba de suceder algo que tan sólo ocurre con los buenos libros. La editorial Delirio acaba de reeditar Los hijos de los hijos de la ira de Ben Clark, una obra galardonada con el premio Hiperión, que supuso el salto al circuito lírico nacional del poeta ibicenco. La crítica, además, aplaudió la madurez de este poemario con tintes de declaración generacional de intenciones, a pesar de la juventud del autor que la firmaba. «El libro nos muestra a un poeta que ha renunciado a los caminos trillados y se adentra en una espesura cuyo término no acierta a ver». Y con esta frase, los críticos de El País señalaron este poemario como uno de los mejores de 2006. Desde entonces han pasado once años y muchos libros, pero la vigencia de estos versos permanece indemne.
¿Recuerdas el proceso de escritura de Los hijos de los hijos de la ira y cómo recibiste la noticia del premio Hiperión?
Escribí el libro a lo largo de 2005, en la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores. A finales de ese año decidí presentarme al premio Hiperión, sin muchas esperanzas y sin saber, tampoco, qué implicaba ganarlo. Me llamaron el 21 de marzo de 2006, Día de la Poesía. Fue una alegría enorme. Pero me doy cuenta ahora de que, como he dicho, no sabía muy bien qué significaba. Creo que fue mejor así, me hubiera abrumado mucho y podría haberme convertido en alguien incluso más insoportable de lo que ya soy.
Fue un premio ex-aequo con otro poeta que se ha convertido en alguien muy conocido, aunque por el momento no sea por sus versos.
Es cierto. David Leo García escribió un librazo que se titula Urbi et orbi. Sigue siendo, si no me equivoco, el ganador más joven del premio Hiperión en sus más de treinta años de historia. Un crack. Seguimos siendo muy amigos, pero parece ser que lo del bote de Pasapalabra no es ex aequo… Aprovecho para reclamarle desde aquí un nuevo libro de poemas, porque es uno de los grandes poetas de su generación.
¿Qué supuso para tu trayectoria como poeta el premio y la posterior publicación de Los hijos de los hijos de la ira en Hiperión?
Yo sabía que el premio era importante, claro, pero no sabía bien la repercusión que tenía en los medios y entre los lectores de poesía en castellano. Durante mi adolescencia en Ibiza tuve muy poco acceso a poesía contemporánea y casi todos los libros que me compraba eran de autores de la Generación del 27, o de Machado o Rubén Darío. Tenía muy pocos libros de Hiperión y casi todos, recuerdo, eran traducciones de clásicos. Mi paso por la Fundación Antonio Gala me espabiló mucho en ese sentido. Empecé a conocer distintas editoriales y a leer a poetas en activo e incluso a poetas muy jóvenes, como Carmen Jodra o Joaquín Pérez Azaustre. Ellos habían ganado el Hiperión y el Adonáis, respectivamente, y me gustaba pensar en la posibilidad de seguir sus pasos. Pero, para responder de una vez a tu pregunta, no sabía que ganar el premio de poesía Hiperión implicaría tener tantos lectores y, sobre todo, empezar a figurar entre los poetas invitados a distintos festivales y lecturas que, hasta entonces, me parecían sólo para los poetas “de verdad” y no para principiantes como yo.
No sabía que ganar el premio de poesía Hiperión implicaría tener tantos lectores y, sobre todo, empezar a figurar entre los poetas invitados a distintos festivales y lecturas que, hasta entonces, me parecían sólo para los poetas “de verdad” y no para principiantes como yo.
En principio debería ser algo positivo y prometedor, pero muchos escritores reniegan de los galardones tempranos. ¿Es malo ganar un premio siendo tan joven?
Es bueno y es malo. Es bueno porque te sitúa en el mapa poético y de ahí surgen muchas oportunidades para leer en distintos sitios y conocer a gente estupenda. Suelo decir, porque es verdad, que lo mejor del premio Hiperión, para mí, ha sido toda la gente que he conocido y que sigo conociendo gracias a él. Es algo por lo que estaré siempre agradecido. He conocido a un montón de poetas y he tenido muy buenas experiencias gracias al premio. También he recibido muchos libros de compañeras y compañeros y he podido viajar por distintas partes del mundo. ¿Qué más se puede pedir? Lo malo, quizá, es que es fácil que el premio, cuando es importante, te abrume y te haga sentir inseguro sobre tu escritura. Es un problema y le sucede a mucha gente. Hay muchas personas que sienten, de pronto, una especie de presión a la hora de escribir su poesía, y eso, claro, es nefasto para la creación poética.
Has ganado distintos premios literarios, algunos sin dotación económica, como el Hiperión o el premio de Poesía Joven RNE, y otros con un premio en metálico considerable, como el Premio Nacional de Poesía Joven Félix Grande o el Premi Ciutat de Palma Joan Alcover. Vamos a lo importante: ¿Para qué sirven estos premios?
En el caso de los premios sin dotación económica lo que te empuja a presentarte es el prestigio del premio y, sobre todo, que el libro se publique en determinada editorial si resulta ganador. El poeta Andrés Catalán y yo nos presentamos con un libro escrito entre los dos al premio de Poesía Joven RNE porque soñábamos con publicar en Pre-Textos. Sigo pensando que los premios son una buena forma de sacar un libro y, sobre todo, si puedes ganar algo de dinero con ello. Los poetas no suelen hablar del dinero por una cuestión de pudor, supongo, pero a mí no me avergüenza esta costumbre tan fea que tengo de comer todos los días y por eso no me da ningún reparo decir que es bueno que alguien, en alguna parte, a día de hoy, quiera darte algo de dinero por un trabajo que has hecho. Con los derechos de autor no se gana nada y para escribir uno necesita tiempo, algo escaso y más aún cuando tienes que traducir, servir paellas en un restaurante de Ibiza, dar clases de inglés y hacer malabares para pagar el alquiler y las facturas. Un buen premio puede significar un año de escritura o más. Por eso, cuando me presento a un premio con dotación económica, pienso en todas las cosas que podré escribir gracias a lo que ya he conseguido, pese al poco tiempo que tengo, escribir. Y si hay algún millonario o millonaria leyendo esto (aparte de David Leo García) que quiera ser mi mecenas, me plantearé no volver a presentarme a ningún premio.
Los poetas no suelen hablar del dinero por una cuestión de pudor, supongo, pero a mí no me avergüenza esta costumbre tan fea que tengo de comer todos los días y por eso no me da ningún reparo decir que es bueno que alguien, en alguna parte, a día de hoy, quiera darte algo de dinero por un trabajo que has hecho.
Con el tiempo que ha pasado y la irrupción de las redes sociales, ese caladero donde las editoriales dedican más esfuerzos a buscar a gente con una legión de seguidores en lugar de escritores de verdad, ¿crees que los premios literarios como el Hiperión han perdido efectividad a la hora de dar a conocer nuevas voces?
Los premios literarios han ido perdiendo fuerza en España porque ha habido muchos y ha habido, también, mucho premio sospechoso. Las redes sociales han conseguido que los premios no sean la única forma de salir del anonimato poético. Esto es algo importante y algo que nos ha permitido acceder a muchísima literatura joven que seguramente no habría podido emerger sin estas plataformas. Lo malo, en mi opinión, es que algunas editoriales están utilizando números para decidir sobre letras, algo que produce objetos con la etiqueta de poesía que no tienen mucho que ver con poesía. Es, sin embargo, un buen momento para la producción poética joven en castellano. Gracias a las redes sociales estamos más cerca, por fin, de nuestras compañeras y nuestros compañeros de Latinoamérica y nos leemos y nos publicamos, algo que apenas ocurría hace quince años.
¿Por qué has escogido este momento para recuperar Los hijos de los hijos de la ira?
Porque el libro en su edición original es casi imposible de conseguir y porque la propuesta de la Editorial Delirio era muy atractiva: incluir el libro en su colección ‘Centros’, junto a librazos como el monumental Zurita de Raúl Zurita o el recién publicado La marcha de 150.000.000 de Enrique Falcón. El trabajo de diseño de la editorial ha sido maravilloso y creo que es un buen momento para regresar al mensaje de los ‘hijos de la bonanza’.
¿Qué cambios encontrará el lector respecto de la edición original?
Muchos y pocos. Muchos porque creo que el libro se leerá, hoy, de otra forma. El libro se escribió en un momento de bonanza económica y futuro a todo tren. Con todo, quería hablar del desasosiego que latía debajo de aquella abundancia y de la falta de identidad que provocaba no haber luchado contra nada. Después vino lo que vino y el libro adquirió, de pronto, ciertos tintes proféticos que llevaron a la recuperación de algunos de los poemas en internet durante las manifestaciones del 15-M en 2011. Aquello me sorprendió mucho. Me llamó un amigo desde Sol para decirme que alguien acababa de leer un poema de Los hijos de los hijos de la ira con un megáfono delante de centenares de personas. No daba crédito. Creo que ahora se leerá de una forma diferente y por eso me interesa que esté otra vez en las librerías. He corregido algunos versos y he añadido un breve prólogo y un poema final, a modo de adenda, para dialogar con aquel poeta joven tan inconsciente que escribió aquel librito.