@LauraFArambarri / Cuando uno se acerca al recinto ferial de Ibiza sabiendo que dentro está el hijo del narcotraficante colombiano Pablo Escobar (1949-1993) se imagina el lugar ‘blindado’ con policías armados en la puerta. Nada más lejos de la realidad. La ficción ha hecho mucho daño a Juan Pablo Escobar, que hoy por hoy está en el polo opuesto de lo que fue su padre. Es un arquitecto que viaja por el mundo tratando de desmontar mitos sobre la vida ‘ideal’ del narcotráfico.
Con el gesto serio, Juan Pablo Escobar explicó ayer ante 1.000 alumnos y alumnas de institutos pitiusos dentro del congreso Vívete, algunas de las sombras que se ocultan detrás del personaje idolatrado por millones de personas en todo el mundo tras la emisión de la serie Narcos de Netflix.
«Mi padre solo lo pasó bien en Netflix», señaló Escobar, que aseguró que el mito que ha creado la serie ha generado que él reciba cada día en torno a 2.000 mensajes de jóvenes que le preguntan: «¿cómo hago para ser como tu padre?». Es más, en la charla mostró algunas fotografías de los tatuajes que se han hecho chicos en todo el mundo, algunos verdaderamente enormes, como prueba de su admiración por el patrón.
Escobar aseguró que la serie ha construido el mito de un hombre que disfrutó a cuerpo de rey sus 44 años de vida. Algo que, subraya, es «completamente falso». Como ejemplos puso el caso de la vajilla de 400.000 dólares que mandó hacer su padre personalizada para la familia y en la que solo comieron juntos dos veces, o el día en el que su padre llenó una piñata de caramelos y dinero en uno de los cumpleaños cuando era pequeño y los adultos acabaron acosando a los niños para que les dieran los billetes: «terminamos llorando».
También recordó con todo detalle cuando, sitiados en una casa por la policía durante siete días entre montañas de dinero acumuladas, «suficientes como para comprar toda la comida de la ciudad», toda la familia pasó verdadera hambre porque no podían salir de la casa «ni para comprar un trozo de pan».
El hijo del narcotraficante más famoso de la historia asegura que ha hecho un cálculo del tiempo en el que su padre disfrutó de su vida de verdad. «Fue solo un 10 por ciento de los 44 años que vivió, entre los años 1980 y 1984. El resto del tiempo hasta su muerte en 1993 lo pasó escapando de la policía y en un estado de constante tensión».
Además, recordó que toda la riqueza que un día tuvo su padre se ha convertido en ruinas. «Hubiera cambiado todo el lujo por vivir con mi padre en una casa humilde y tranquila», confesó con la expresión triste, para relatar a continuación que tanto él como su hermana están «vivos de milagro», ya que sobrevivieron a una bomba que el cartel de Cali puso en el edificio Mónaco donde vivían entonces. Un edificio, por cierto, que ha sido demolido por las autoridades, hartas de que los turistas se sacasen fotos en él.
«Conocí al papá y al bandido. Me crié rodeado de los peores bandidos de Colombia», relató Escobar que subrayó que, cuando les preguntó a esos bandidos qué admiraban de su padre le dijeron que «lo buen padre que había sido conmigo». Ese ejemplo ha cundido en los hijos de aquellos narcos «porque ninguno de ellos se dedica al narcotráfico».
«Cuando mataron a mi padre dije que yo solo iba a matar a todos esos hijoeputas, un arrebato que me duró cinco segundos pero que me costó 25 años de exilio que no para», admitió.
El hijo de Escobar subrayó que su padre le dijo desde bien niño que «valiente es el que no prueba las drogas» y que «la cocaína es un veneno para vender, no para consumir», concluyó.