@Julio Herranz/ Las musas deben de estar de los nervios al escuchar las cosas que se oyen últimamente con el pretexto de la rima. Por ejemplo, y desbordando el vaso de la estupidez más chusca, la desgraciada gracia que hace poco lanzó ese tipejo de catadura chulesca y mano oscura del impresentable Montoro, director de la Agencia Tributaria (para más inri), quien en sede parlamentaria y para presumir de lo que sabía del fraude nacional en la declaración de la renta, apuntó que la cosa era «la repera limonera». Aaayyy, qué dolor lírico me vino al oído. No había que ser muy listo para ver que su impresentable salida de tono tenía el marchamo del otrora mandamás pepero, el horrendo Aznar y su machacón «cero patatero». De semejante palo iluminado no podía salir mejor astilla. Mejor entonces ignorar en semejante contexto el consejo aquel de Antonio Machado: a distinguir me paro las voces de los ecos.
Pobre rima, sí, qué bajo ha caído en la consideración social de sus méritos, pasando de ser un tradicional recurso técnico que, usado con talento y buen arte, puede embellecer un poema o una canción; a ser esgrimida en publicidad como reclamo mercadotécnico para enganchar el oído a un producto, o para éso, las vergonzosas chorradas de algunos políticos y funcionarios de toma y moja que no se cortan un pelo a la hora de comunicar a los atónitos ciudadanos su necedad más barriobajera. Al respecto, otra perla cultivada de hace pocos días, y en la sede del Parlament valenciano: el chirriante «Por el culo te la hinco» con el que un diputado de su mismo partido replicó a la alcaldesa Rita Caloret cuando en una intervención cerró una frase con la cifra «veinticinco». Toma del frasco, Carrasco; otra rima que goza de saludable fortuna en la boca popular cantarina de cortas armas dialéctica argumentales. Con semejantes políticos, cómo extrañarnos del cabreo nacional que nos explica como pueblo en cuanto nos ponemos a pensar en lo qué habremos hecho para merecer ser gobernados por tal gentuza.
Unos cuantos ejemplos deplorables de lo arraigada que está en algunas cabezas huecas y sonoras el campanilleo de la rima, que tanto daño suele hacer a la poesía que se precie de tal nombre. Me refiero, claro, a la fácil y previsible; esa que utilizan (en contexto mucho más respetable, desde luego) la mayoría de los raperos para sus canciones; algunos hasta recurriendo a retorcidas piruetas verbales que a muchos nos dejan patidifusos por sus disparates y ocurrencias. Aunque nada que ver, por supuesto, con la «mala follá» (que dirían en mi Cádiz) a la que he apuntado antes. Como críticos con la sociedad y protestones, ellos, los raperos, tienen licencia juvenil para, si les sale de la saludable rebeldía, sacarle punta al lenguaje hasta dejarlo irreconocible. Es su código de ataque, y la clave para reconocerse entre ellos como miembros de tal tribu urbana. Con su pan se lo coman y que les aproveche. Si eres sensible al uso y abuso del significante y el significado de las palabras, lo único que tienes que hacer es abstenerte y pasar de ellos. Pero incluso así, no está de más picotear de vez en cuando en lo que hacen, pues a veces te puedes llevar gratas sorpresas. Como me ha sucedido a mí, sin ir más lejos, con algunas canciones de Calle 13.
La desgraciada gracia que hace poco lanzó ese tipejo de catadura chulesca y mano oscura del impresentable Montoro, director de la Agencia Tributaria (para más inri), quien en sede parlamentaria y para presumir de lo que sabía del fraude nacional en la declaración de la renta, apuntó que la cosa era «la repera limonera».
En fin, que como poeta celebro que el uso general de la rima haya dejado hace mucho tiempo de ser un recurso de obligado cumplimiento en este oficio. Que lo use quien le apetezca. Y hay colegas que saben hacerlo con dignidad y solvencia profesional. O casos como el de Joaquín Sabina, que utilizan la rima con gracia y buen hacer, tanto en sus canciones como en sus poemas. Aunque, para mi gusto, a veces abuse de la consonante, que es la más temible si se deja llevar uno por la musiquilla del verbo a pie juntillas. Por mi parte, no he rimado mucho en mi ya larga trayectoria lírica. Sólo en divertimentos puntuales o para «hacer mano» por deporte con algunas formas métricas que me gustaban al verlas escritas por algunos maestros históricos que admiro. Pero más bien en privado. De obras publicadas sólo recuerdo ahora mi cuaderno ‘Incubando’, que dediqué a Cuba; y en el que la rima casi se me impuso solita, como eco de su son y otros géneros musicales que te seducen el oído de sensualidad caribeña.