@D.V: “En sa Penya se está trabajando” asegura Alejandro Marí, regidor de Urbanismo de Eivissa y, para demostrarlo, ha guiado a los periodistas en una visita a cuatro puntos de sa Penya y Dalt Vila donde las máquinas y los operarios están en plena actividad. Un auténtico turismo de obras que se ha realizado conjuntamente con la concejal de Cultura y Patrimonio de Vila, Lina Sansano, y la arqueóloga municipal Rosa Gurrea.
Cuatro zonas de obras
Las obras más avanzadas son las de la restauración de la garita del Baluarte de Santa Llúcia. En este punto concreto, la inversión realizada es de 55.000 euros y los trabajos están casi finalizados. El segundo punto es el retén de la Policía Local de Floridablanca. En este caso, la inversión es de 15.300 euros y se ha tenido que reconstruir la cubierta del edificio. En un mes las obras estarán finalizadas y su papel es crucial para hacer realidad los planes del Ayuntamiento para mejorar la Seguridad de la zona y hacer visible a todos los vecinos la presencia policial.
El principal punto caliente se sitúa entre la muralla y la calle Vista Alegre, que está levantada para poder dotar de instalaciones a lo que debería haber sido el Centro Artesanal: saneamiento, agua, soterrado de los cables y empedrado del suelo. El presupuesto es de 100.000 euros y las obras empezaron en enero. Junto a ellos, se realizan los trabajos de consolidación de la muralla. En este caso, las obras están pagadas en un 75% por parte del Ministerio de Fomento, gracias al “1% cultural”.
Primero, arreglar el barrio
La visita al baluarte de Santa Llúcia se realiza bajo un tremendo vendaval. Desde ahí tenemos una vista perfecta sobre el barrio de sa Penya, que es la próxima parada de la ruta. Cuando nos adentramos en la calle Vista Alegre, en el corazón de sa Penya, constatamos que nos custodian dos policías locales y dos agentes de la Guardia Civil.
Nos encontramos en una plaza ubicada sobre el tejado de lo que debería haber sido el Centro Artesanal. Sansano lamenta que se llegaran a gastar 900.000 euros en un espacio que ahora es una simple caja vacía que no puede albergar ninguna actividad: “Se habló de un centro para artesanos y músicos, pero nadie quiso venir. Hasta ahora, la idea era animar a que la gente venga a sa Penya y, a través de ellos, arreglar el barrio”.
La idea era buena pero fracasó ya que la conflictividad del barrio ahuyentó a los pioneros que quisieron instalarse aquí. Ahora la estrategia es distinta: “primero arreglar el barrio, y luego atraer a nuevos vecinos”.
El reino de las cisternas púnicas
Rosa Gurrea nos invita a visitar una cisterna púnica situada a los pies a la muralla. Entramos en una entraba abierta en canal en la piel de piedra. La arqueóloga nos advierte que vigilemos donde ponemos los pies, ya que un mal paso nos enviaría al fondo de un hoyo; un hoyo de 2.500 años y púnico, eso sí. Más allá, el camino sigue adentrándose bajo las entrañas de la roca de Dalt Vila. Huele a humedad y a tierra.
“Cuando se excava en esta zona es muy habitual encontrar cisternas púnicas. La mayoría se documentan y luego se cubren” comenta Gurrea, “aunque ésta, por su ubicación y estado la hemos decidido conservar”.
Abandonamos la zona de obras. “Esto no cambia de un día para otro. Es un trabajo largo y lento”, comenta el regidor de Urbanismo, Alejandro Marí, “pero queremos que los ciudadanos tengan claro que aquí se hacen cosas”. Cuando abandonamos sa Penya, los policías locales y los guardias civiles que nos custodiaban ya han desaparecido. El día en que esta visita se pueda hacer sin protección policial sera cuando, por fin, podremos decir que el trabajo “largo y lento” habrá terminado.