Ocurre «hasta en las mejores familias» es una de las frases habituales que se pueden escuchar cuando se habla coloquialmente de situaciones de conflicto y dificultad entre los miembros de una familia, para dar cuenta de algo que se sabe: que suceden situaciones muy dolorosas dentro de muchas familias, en las que aparentemente de puertas para fuera todo funciona incluso muy bien, pero dentro de la familia se producen dinámicas de conflicto, sufrimiento, dolor… Que quedan muy silenciadas y guardadas, y eso las hace aún más difíciles de modificar.
Si bien es cierto que en todas las familias hay dificultades, conflictos y problemas, en muchas se producen dificultades relacionadas con los roles que cada uno desempeña, los límites, las posiciones (padre, madre, hijos)… Todo esto unido con la manera de ser, las carencias y con el pasado de cada uno de los miembros de la familia, puede ir creando a veces situaciones y climas emocionales difíciles, mantenidos, a menudo, durante mucho tiempo. Estas situaciones pueden eclosionar mucho tiempo después como un sufrimiento psicológico importante para alguno de los miembros de la familia, por ejemplo, cuando los miembros menores de la familia están formando su propia familia y este proceso les hace contactar de nuevo con estas antiguas vivencias problemáticas familiares que habían quedado ocultas, pero no se habían resuelto.
No me refiero únicamente a aquellas situaciones impactantes y abiertamente traumáticas de abuso, mal trato y violencia grave, sino también aquellas que quizá no tienen un potencial en primera instancia tan doloroso, pero su mantenimiento en el tiempo es lo que ha hecho que hayan quedado como difíciles de modificar, y que tienen que ver con el tipo de relaciones que se mantenían y con el papel y el lugar que ocupaba cada uno; cuando a menudo, a los miembros más vulnerables de la familia se les asignan papeles, roles y posiciones que les complican mucho.
A menudo, cuando algo no funciona en una familia, se tapa, y se pone sobre ello un espeso manto de silencio, puede que alguna de las partes no pueda aguantar más la angustia que le está provocando una determinada situación que no se puede «hablar», porque es un tema delicado, una especie de «tabú» familiar y se decide a pedir ayuda o a manifestar que algo está sucediendo, que algo no anda. A pesar de ese reconocimiento y esa expresión de sufrimiento, el hecho de que se abra la situación puede dar pie a una modificación y a una resolución de cuestiones difíciles. Habitualmente, las dificultades quedan efectivamente enterradas bajo ese muro de silencio, que no se puede traspasar y volverán a emerger en otro momento de la vida.
A veces hay situaciones conflictivas en la familia que eclosionan y entonces se pueden trabajar para tratar de hacer algo con eso pero, como comentaba anteriormente, muchas veces lo que no va bien, que puede estar sufriendo en mayor medida una de las partes, queda tapado, soterrado y se mantiene hasta que por el curso de la vida, la evolución y los años hacen cambiar el panorama , no obstante, eso no resuelve la situación, sino que lo ha ocurrido suele manifestar su efecto como sufrimiento mucho tiempo después.
El resurgir, mucho tiempo después de estas dificultades, que generalmente se originaron en la infancia, hace necesario un trabajo de acercar de nuevo esas vivencias de mucho tiempo atrás y una relectura de todo lo que sucedió para poder tener una vida distinta, resolviendo y solucionando temas antiguos para que no se repitan en la actualidad y en el futuro.
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Joan Escandell Salvador