Como publicamos en Nou Diari, el amago de plante de los médicos de Can Misses por la obligación de aprender catalán propició un comunicado de la embajada de Estados Unidos a sus superiores. Un comunicado en el que el embajador confunde Eivissa con Mallorca y que denota, principalmente, una ignorancia absoluta y supina de la realidad ibicenca. Una anécdota que revela que, en muchas ocasiones, los legendarios cables secretos de los servicios de información están llenos de prejuicios, informaciones erróneas, medias verdades o, directamente, burdas manipulaciones y auténticas sandeces.
Esta historia se suma a otras que también ejemplifican la especial delicadeza con la que los medios anglosajones tratan los asuntos de esta esquina de Europa. Así, el prestigioso y respetable diario británico The Times ilustraba el pasado lunes su crónica sobre las elecciones catalanas con una abracadabrante imagen de unos seres haciendo el saludo nazi parapetados tras la bandera del aguilucho, una estampa de otros tiempos y que aunque a nosotros nos provoque estupor supongo que encaja en la imagen que tienen los británicos de este país. Un estupor que todavía no se nos había quitado después de gozar del espectacular reportaje fotográfico que The NewYork Times dedicaba a la crisis económica española: unas estampas sobrecogedoras de indigentes hurgando en cubos de basura, campamentos chabolistas y otras postales que parecían extraídas de Bangladesh o de algún suburbio de Karachi, en un blanco y negro dramático para acentuar el drama de la situación.
En definitiva, sensacionalismo chusco, manipulación grosera y muy malas artes de parte de quienes, se supone, son las cabeceras más prestigiosas de todo el mundo. Si el New York Times es tan extremadamente negligente, ¿cómo nos podemos extrañar que el periodismo en España se haya convertido en un puro y simple lodazal?
Esta anécdota sirve para que olvidemos los complejos provincianos del “qué pensarán de nosotros en el extranjero”. Cuando la famosa demolición de la casa de Cretu me cansé de escuchar frases como “¡qué pensarán de nosotros en el extranjero! ¡dirán que no respetamos la propiedad privada!”. Bueno, pues en el extranjero pasan de nosotros olímpicamente y, cuando se ocupan de estas islas, es para reproducir clichés y estereotipos. Somos el patio de recreo de Europa, el solar donde vienen a correrse sus juergas. No perdamos el tiempo intentando explicarles como somos ni qué nos preocupa. Sencillamente, no les interesa.