@Susana Prosper/ Cerca de donde vivo hay un cruce con una señal de stop. Siempre que paro allí, miro de frente y veo mi casa a lo lejos. Verla me hace sonreír. La veo ahí quieta, tan firme y cuadrada, que me enternece. A veces me parece una señora grande y poco presumida. Otras, en cambio, la veo como una mujer segura de si misma y casi desafiante. Y alguna vez, como hoy, me parece una madre preocupada porque sus hijos tardan en llegar.
Parada en el stop, he estado a punto de hacer sonar el claxon para tranquilizarla y gritar “¡En un minuto estoy ahí!”. Hoy la pobre estaba sola. Todos habíamos salido y sé que eso no le gusta. Ella es feliz cuando estamos en casa. Cambia hasta su luz. Si está sola se apaga y se enfría, se enmustia, pero si estamos aquí, se pone mona, nos da calor, deja de ser casa y se hace hogar. Se convierte en una mamá.
Todos habíamos salido y sé que eso no le gusta. Ella es feliz cuando estamos en casa. Cambia hasta su luz.
Mi casa es payesa y es muy mayor. Está más cerca de los doscientos años que de los cien, pero ella no se siente vieja en absoluto. Si un día nos contara su historia daría para un libro en varios tomos. A veces me pregunto cuánta gente habrá conocido. Sólo en los años que nosotros llevamos aquí viviendo, esto ha sido un ir y venir de amigos, una ristra inmensa de historias y anécdotas. Así que si nos remontamos a cuando nació, a la gente que la construyó, a la familia numerosa que vivió aquí cuando ella era joven, no puedo ni imaginar la cantidad de cosas que podría contar.
En los años setenta se sometió a un lifting, o algo de eso. Seguramente para la moda de aquella época quedó bien, pero le ha pasado como a todas esas actrices que se operan demasiado, que acaban perdiendo la gracia. Ha mantenido, afortunadamente, sus muros de un metro de ancho, su consistencia y su carácter, pero no es la misma. Esto a ella no se lo digo nunca, para no desmoralizarla. Es verdad que es fuerte y le gusta hacer ver que lo es, pero en el fondo es muy tierna y a su edad, un comentario así la hundiría. Ya digo que se hace la dura, pero si no estamos aquí, se asoma a mirar la carretera y no se relaja hasta que por fin nos ve llegar. Es una mamá gallina con muros de piedra.
En aquella época la casa era todo, era el universo. Bueno, el universo no, porque desde aquí se ven tantas estrellas que seguro que eso lo tenían claro.
Sería feliz si estuviéramos todo el día aquí dentro. Yo la entiendo, en su época era así. Se estaba siempre en casa y se salía, como mucho, el día de la fiesta del pueblo. En aquella época la casa era todo, era el universo. Bueno, el universo no, porque desde aquí se ven tantas estrellas que seguro que eso lo tenían claro. La casa era el mundo y el universo era lo que les envolvía. Sé que ella el cielo lo tiene muy en cuenta, porque cuando hay luna llena, se pone bien estirada y deja que se le ilumine la fachada. Disimuladamente, muestra su mejor perfil. Cosa que la favorece muchísimo. ¿Cómo no quererla? Si es toda una dama.
En el corto trayecto desde el stop a casa he pensado que hay casas preciosas, lujosas, maravillosas, pero no hay una casa mejor que aquella que te espera y se siente sola si no estás. Esa casa puede ser una habitación, un estudio, un apartamento, un piso…
La magia está en que esas paredes estén deseando que llegues y tú, a su vez, estar deseando llegar.
Muy bonito. Pero prosopopeyas aparte, ten cuidado con las divagaciones en la carretera. Ante un STOP, concentración. Una vez que estaba detenido ante un cruce, iba yo filosofando, abstraído en mis elucubraciones, cuando al pasar no tuve en cuenta que venía otro vehículo. Chocamos; no fue nada, pero ya nunca más he vuelto a filosofar cuando conduzco. Al volante: concentración total.
Por otra parte, no he podido dejar de advertir, que pareces tener cierta tendencia a la melancolía. No hay nada de malo en ello, siempre y cuando no te llegue a embargar la tristeza, pues ella es la antesala de la depresión. Y la depresión es muy jodida.
No te conozco, pero no puedo evitar preocuparme. Estamos en fechas, “delicadas”.
Gracias por lo que dices y por preocuparte por mí. Estoy muy bien y nada me gusta más que reír, cosa que hago a diario. Eso de la melancolía quizás me viene por parte de madre, que era gallega y ya sabes lo de la «morriña» 🙂
De verdad, muchas gracias por leerme y por comentar. Te lo agradezco mucho.
Precioso relato, justo estos dias comentaba con mi abuela que solo se salia para fiesta de pueblo y matanzas. Bajar a Ibiza era para algo importante o urgente… en cambio ahora la mia también debe sentirse sola
Sí, hoy en día las pobres se pasan la mayor parte del tiempo esperando que sus habitantes lleguen. Por cierto, yo hago como lo que cuenta tu abuela, sólo bajo a Vila en caso de absoluta necesidad 🙂
Susana m agradat molt sa teua manera d escriure… sa teua sensibilitat !!!! Ses cases sempra forman part un …
Sí, es nuestro refugio.
Moltes gràcies!
Un relato amable de los que se echan en falta…
Muchas gracias.
Un placer leerte!! Hay casas que en ellas se depositan sentimientos, emociones y tesoros, allí quedan. no para desprenderse de ellos, como capas de cal, añadiendo grosor a su historia. Con todo mi amor a vuestra casa,
Cristina de Bob
Qué ilusión me hace que me leas. Ya sabes que esta casa os quiere mucho a ti y a Bob
Me encanta como defines tu casa, yo siento lo mismo por la mía. Ten cuidado con los stop, no te despistes demasiado. Estas fechas son propicias a ponernos nostálgicas. Feliz Navidad, guapa.
Sé que tú tienes el mismo cariño por la tuya. Y no te preocupes, que conduciendo soy muy cautelosa. 🙂
Un beso y Feliz Navidad para vosotros también.
Susana, enhorabuena una vez más por tu «poético» artículo.
Felices fiestas.
Muchas gracias Jose. Y feliz Navidad para ti también.
El nombre solo de Susana, me emociona, me enternece, me recuerda los tiempos de mi infancia en las canciones de niños:» Susanita tiene un ratón,,,; en los tiempos de las milicias militares; «Oh Susana no llores más por mi…Y cuando lo recuerdas lloras de felicidad. !Qué tiempos aquelos de la infancia y juventud! Cuando ya has pasado todas etapas y te encuentras en el final del camino vuelves a añorar todo aquello como trecho de camino más feliz de la vida. La casa «pairal» commo dicen os catalanes, lo envuelve todo. Un abrzo muy fuerte y que Dios te proteja.