@Susana Prosper/ Me gusta leer en los periódicos la sección de “cartas al director”. Me parece una buena forma de ver qué se cuece en la sociedad. He llegado a leer cartas sobre temas que ni me van ni me vienen, sólo por la curiosidad de ver qué dice la gente. Hasta hace bien poco, era de las pocas formas que había de saber qué opinaban los demás. Ahora, desde que tenemos internet, me gusta también echar un vistazo a los comentarios de las diferentes noticias. Me parece un buen baremo. Aunque, si os digo la verdad, cada vez más a menudo, siento miedo al leerlos. Siento miedo por la agresividad que veo escrita. Es una agresividad desproporcionada, enloquecedora.
Imagino que habrá un sinfín de sociólogos estudiando este fenómeno. Y seguramente habrá un sinfín de psiquiatras frotándose las manos, viendo la cantidad de potenciales clientes que tienen. Como no soy ninguna de las dos cosas, simplemente me limito a leer, a horrorizarme y a, mientras friego los cacharros, intentar encontrar una explicación minimamente lógica a tanta locura.
Seguramente habrá un sinfín de psiquiatras frotándose las manos, viendo la cantidad de potenciales clientes que tienen.
Dándole vueltas al tema y al estropajo, me ha venido una imagen a la cabeza. He imaginado que de pronto pudiera escuchar, casi de golpe, lo que se está comentando sobre alguna noticia, en diferentes puntos de España. Que de pronto pudiera escuchar las frases lapidarias que sueltan algunos señores, con un codo apoyado en la barra del bar, tras acabar su tercer carajillo. Que también sonara lo que un montón de chavales, queriendo aparentar madurez, dicen tajantemente con palabras impregnadas de testosterona. O lo que comenta un grupo de mujeres, que hartas de tantas cosas, descargan su alma en un tema cualquiera. Podría seguir inventando ejemplos. Podría incluirme a mí misma, criticando desde el sofá todo lo que sale en la tele.
Sería enloquecedor ¿verdad? Pues algo así es internet. Burradas las decimos todos a diario. Pero, como le escuché decir una vez a Maria Antonia Iglesias, “No es bueno echar la lengua a pastar.” El problema no es opinar. Es imposible no opinar. El problema es no pararse a pensar, dónde, cuando y, sobre todo, cómo hacerlo. Está claro que el problema es echar la lengua a pastar. Y con internet, muchos ven en el teclado un campo de pasto fresco.
En persona, medimos nuestras palabras. Las medimos por educación y por respeto a quien está delante, incluso por empatía, pero también me atrevería a decir que las medimos por un sentimiento, mucho más primario, que quizás nos venga de la prehistoria. Y es que en persona, inconscientemente, sí que tenemos muy en cuenta la posibilidad de que quien está delante nos pueda dar un guantazo. Cosa que virtualmente no es posible y eso nos envalentona.
El problema no es opinar. Es imposible no opinar. El problema es no pararse a pensar, dónde, cuando y, sobre todo, cómo hacerlo.
Los comentarios en internet me recuerdan mucho a los comentarios de los conductores. Todos, y aquí no se salva nadie, nos transformamos ante el volante. Todos hemos insultado y descargado rabia hacia otro conductor; por estar mal aparcado, por no poner el intermitente o por habernos adelantado. Todos hemos despotricado a gusto desde nuestra pequeña cápsula con ruedas. Nos desahogamos tranquilamente porque sabemos que el otro conductor no nos oye. En el fondo nos sentimos a salvo del guantazo. En persona, en la acera, por mucho que otro peatón se pare delante y nos haga tropezar, somos incapaces de hablar así. Llegamos incluso a pedir perdón por haberle pisado el pié, que sin ninguna precaución, el otro nos ha puesto delante.
Acabando la pila de fregoteo, no me he quedado más tranquila, pero sí más esperanzada. Internet no deja de ser algo nuevo, novísimo. Por muy duchos que nos creamos en el tema, somos una panda de novatos. Hasta hace bien poco, la palabra escrita tenía mucho más peso que la palabra hablada. Está claro que ya no. Quiero creer que algún día, al menos, se tendrá la misma educación y cautela al escribir un comentario, que al decirlo verbalmente a la cara. Quiero creer eso por mantener la esperanza. Me niego a pensar que se nos está yendo la olla a todos. Me niego a pensar que la humanidad no es más que una enorme manada de brutos.
Buenos días Susana,
Veo que la memificación de la sociedad te llama tanto la atención como a mí.
Es un tema interesante…
El Internet a veces lo carga el diablo.
Hay otros mundos, pero están en este. Como decía Paul Éluard. 🙂
Hola Susana, estoy completamente de acuerdo contigo, cada vez se dicen más barbaridades, tendríamos que contenernos un poco .
Yo no leo las noticias por las que no tengo interés ni los comentarios (mi tiempo es muy importante).
Cuando estudiaba me enseñaron multitud de cosas que nunca me han resultado útiles. Pero no me enseñaron algo tan necesario para que no ocurra lo que dices como la tolerancia, la consideración hacia los demás, la empatía, etc. Esto lo he debido aprender por mi cuenta (sobre todo leyendo).
En ciertas filosofías hay una tradición que me encanta: No hacer o decir nada por lo que la reputación de alguien quede en entredicho.
Pues yo creo que es en internet o en el coche cuando nos comportamos como realmente somos, sin embargo en el cara a cara es cuando la hipocresía hace que las relaciones personales funcionen.
Pienso que la mayoría de las veces pensamos de una manera pero no lo decimos por miedo, como tu dices, o a que nos den un guantazo o a perder la amistad con alguien.
Creo que en muy pocas ocasiones hablamos con los demás con total franqueza.
Saludos.