R. Beltrán/ Ben Clark (Ibiza, 1984) debería estar haciendo hueco en su estantería de premios (Premio Ojo Crítico 2014, Premio Ciutat de Palma Joan Alcover 2013, IV Premio de Poesía Joven RNE, Premio Hiperión 2006…) para los que le caerán con Los últimos perros de Shackleton (Sloper), un poemario que acaba de aterrizar en las librerías de España, aunque fue publicado en México por Proyecto Literal en 2013, y que comienza su gira de presentaciones el próximo 26 de febrero en la librería Literanta de Palma de Mallorca.
Este poeta ibicenco ha tomado prestada la épica hazaña de Ernest Herny Shackleton para compararla con la épica del amor. Así, si al sir irlandés se le puso entre ceja y ceja ser el primero en cruzar de lado a lado la Antártida pasando por el Polo Sur, Clark se ha empeñado en reflejar en los hielos australes la expedición que requiere cualquier enamoramiento, los barcos que también se hunden en el camino, los héroes caídos por y para la causa.
¿En qué momento supiste que ibas a escribir este poemario? ¿Cómo te conquistó la historia de sir Ernest Henry Shackleton?
Este es el libro que más tiempo me ha llevado escribir. Ha tenido muchos títulos y muchas formas. Durante mucho tiempo se llamó El arrecife y también se publicaron algunos poemas en una pequeña edición no venal llamada El amor del dodo. A finales de 2012 entendí que quería centrar el libro en el viaje de Shackleton y utilizar su hazaña como una metáfora del amor. Todo este lío empezó en 2006, justo después de ganar del Hiperión, así que podría decirse que he tardado diez años en publicar el libro como quería publicarlo.
“Escasean los héroes / en esta era de plasma / y, con todo, florecen los almendros”. ¿Qué les hemos hecho a los héroes? ¿Por qué se han escondido?
Creo que hemos aprendido a delegar. Cada vez cuesta más alzar la voz, dar un paso al frente. Nos hemos vuelto colectivos. Por otro lado hemos aprendido a ser héroes colectivos, somos capaces de lograr grandes cosas de forma colectiva. Pero la sociedad gregaria no ve con buenos ojos a los héroes, al individuo, por eso se suelen esconder.
Cada vez cuesta más alzar la voz, dar un paso al frente. Nos hemos vuelto colectivos.
Para aquellos que aún no han leído el poemario, ¿dónde dirías que está la Antártida de los amantes?
La Antártida de los amantes está en la falta de comunicación. Está en dejar de ver a la otra persona como una maravilla, como el milagro que es. Compartir nuestra vida con alguien implica ser conscientes de lo increíble que es esa persona por muchos motivos, porque todos lo somos. El frío llega cuando dejamos de hacer el esfuerzo por ver a esa persona así, no porque la persona deje de ser increíble.
¿El amor y la supervivencia convergen por los polos?
El amor verdadero es siempre extremo. Los polos también. Cuando llegue el invierno nuclear nos quedarán muy pocas herramientas fiables para intentar sobrevivir, la más fiable será sin duda el amor.
Te fastidiará por la parte que te toca, pero los poetas hacéis que valgan la pena sentimientos como la añoranza, el desamor, la melancolía…
Sin poetas no hay paraíso. O por lo menos no hay paraíso sentimental. Sentir es bueno. No debemos tener miedo a sentir, ni debemos evitar que los niños pasen miedo, o sientan dolor de vez en cuando.
Has firmado algunas de las traducciones al español más laureadas de poetas de la talla de Anne Sexton, Edward Thomas… Y no están entre los autores que citas en este poemario. ¿Se cuelan también en tu poesía, aunque sea de otra manera, o intentas establecer más distancia con estos autores?
Traducir a un autor es interiorizar su estilo. Por eso traducir a autores malos es una verdadera tortura, porque uno siente cómo su estilo mefítico se extiende, físicamente, por el cuerpo, uno siente que enferma un poco. Los grandes autores, como Anne Sexton o Edward Thomas, te hacen aprender muchísimo, te contagian de literatura, aunque no te des cuenta. Creo que habrá algo de ellos en todo lo que escriba durante el resto de mi vida. O por lo menos eso espero.
Siempre he dicho que los políticos desprecian la cultura. Tanto a nivel local como a nivel estatal. Esta campaña electoral lo ha dejado claro.
“Porque resistimos, conquistamos” es una frase de Shackleton que tomas prestada como título a la introducción de este libro y que parece un lema destinado también a la poesía, un género muy maltratado por la industria cultural. ¿Crees que en algún momento los poetas volveréis a conquistar las librerías?
Los poetas no conquistamos librerías ni listas, pero sí que conquistamos lectores. Nuestros triunfos son individuales, mínimos, pero totales. Si tienes la suerte de contar con una lectora o un lector de poesía, lo tendrás siempre. Admiro mucho a mis lectores, porque son muy pocos, pero son unos lectores estupendos y la gente más maja y sexy que te puedas imaginar.
Después de una larguísima campaña electoral en la que la cultura no ha aparecido en ninguna de las grandes promesas de los candidatos a presidentes del gobierno, ¿qué les dirías a quienes quieren dirigir el país de espaldas a sus escritores, sus cineastas, sus pintores, sus compositores…?
Siempre he dicho que los políticos desprecian la cultura. Tanto a nivel local como a nivel estatal. Esta campaña electoral, por llamarlo de alguna manera, lo ha dejado claro: la cultura para los políticos de este país es un adorno molesto con el que tienen que lidiar de vez en cuando. El problema es que la mayoría son, literalmente, incultos, así que no hablan de lo que no les interesa, y punto. Los creadores tenemos cierto poder porque planteamos con nuestras obras la posibilidad de una realidad distinta. A los políticos sólo les interesa la realidad política, una invención que ni siquiera está cerca de la realidad. Así que lo de plantearse realidades distintas, como es lógico, les importa un bledo.
¿En qué hielos tienes tu barco encallado en estos momentos? O, dicho con menos frío, ¿tienes algún otro proyecto literario en marcha?
Como Shackleton hace cien años, tengo muchas ideas, poco tiempo y un presupuesto muy limitado. Pero confío en mi resistencia.