Personalmente, considero que el arte sirve un propósito, tiene que decir o significar algo. De lo contrario, no es arte. Un cuadro deja de ser un conjunto de trazos y pinturas cuando esos elementos combinados dicen o significan algo. Lo mismo una partitura o un escrito.
Y cuando descubro, escondido entre tanta mediocridad, una obra de arte, me siento como un niño con zapatos nuevos. Hay una canción, del grupo neoyorquino de post-rock instrumental Industries of the Blind, que merece, en mi opinión, la categoría de obra de arte. La pieza en cuestión se titula Waiting and Waltzing in Airport Terminals (de ahí el título ligeramente adaptado de éste texto), y la recomiendo encarecidamente.
La razón por la que ha conseguido un lugar especial dentro mi selecto panteón musical, (donde por cierto, solo entra lo mejor), es que consigue plasmar un estado de ánimo en el que seguramente muchos nos habremos encontrado.
Pocos lugares me resultan más inspiradores que las terminales de aeropuertos. Lugares generalmente modernos, bien cuidados, donde personas que no se han visto antes en sus vidas, comparten un mismo microcosmos: la espera. Son puertas de entrada y de salida hacia nuevos horizontes: unas vacaciones, una huida, una aventura…Si las paredes hablaran, podrían escribirse incontables páginas sobre lo que las terminales de aeropuerto han presenciado. Y seguramente, más de un lago podría llenarse con las lágrimas (de tristeza o de alegría) que allí han caído.
Volviendo a la pieza musical, su duración, de poco más de trece minutos, nos permite fácilmente distinguir en ella una estructura bien definida, en tres segmentos.
El primero comienza lento, a poco volumen, para ir creciendo en intensidad, hasta, en el punto álgido, cambiar por completo en tempo y melodía. El segundo comienza con el cambio abrupto del primero, y se caracteriza por un ritmo lento, casi como si se arrastrase con esfuerzo, hasta que enlaza con el tercero, que de nuevo, aunque con un color y tono diferenciado del primero, devuelve la rapidez y la intensidad a la composición. Son las diferentes etapas de la despedida. Casi puedo imaginarlas:
Llegamos juntos a la terminal, nos acomodamos, y, a partir de ese momento, comienza un tiempo de descuento que a veces podría contener toda una vida. Esas frases para iniciar la conversación, poco a poco van ganando en intensidad. Al principio cuesta, pero la ocasión no permite desaprovechar el poco tiempo que tenemos. Ya no hablamos del tiempo, sino de nuestro tiempo en común, cómo nos ha marcado, y definirá nuestra vida de aquí en adelante. Incontables anécdotas…me encantaría poder repasarlas todas, no olvidar un solo segundo que hemos compartido, pero es sencillamente imposible; son demasiadas, cada una merecería que pasáramos horas frente a una hoguera recordándolas. Intento al menos hacerte saber que no has sido un número más, sino que tienes nombre propio. El tiempo se nos va…ya debes marchar. Y cuanto menos tiempo nos queda, más intenso parece ser. Un último abrazo, una mirada que parece ser eterna, y un “hasta siempre”.
Hace solo un segundo, estabas aquí, conmigo. Pero ya no. Ha caído esa invisible pero insalvable barrera, la que separa el antes del ahora. Ya te has ido, y me parece como si nunca hubieras estado. El tiempo (otra vez), que antes parecía contraerse, como si el reloj se hubiese saltado las horas, ahora parece haberse quedado dormido. No se mueve, no acaba nunca. Ya me parece una eternidad el rato que ha transcurrido desde que nos despedimos allí, hace solo unos minutos. Siento como si me fallaran las fuerzas, no puedo seguir el camino hasta la salida sin detenerme en algún asiento para poder asimilar mejor lo que está pasando. Como si me hubiera despertado de un sueño, me siento aturdido, torpe; los recuerdos se mezclan y se difuminan entre ellos, a veces cuesta separar unos de otros, o incluso saber si realmente fueron así, o la mente vuelve a jugarnos una mala pasada. No me apetece ni siquiera moverme de aquí, éste es el último nexo que me une a ti, una sala grande y amplia, impersonal, pero que has marcado para siempre. Ahora mismo, esto es lo más cerca que puedo estar de ti, una vez me aleje, un capítulo se habrá cerrado, y no quiero. Sí, soy un cobarde.
Han pasado ya varias horas. No he tenido la valentía de dejar esta sala, de romper nuestro último lazo. Y mientras termino ésta cerveza, (no es la primera), pensando en que debería escribir un libro sobre nosotros, recibo un mensaje tuyo. “En mi lugar de destino. Pero no he podido llevarme todo conmigo. Hay cosas que no caben en las maletas. Algo de mí siempre se quedará contigo”. Es hora de volver a casa. Quizá simplemente necesitaba un pequeño empujón para salir del bucle en el que me había sumido. Ya en la salida, mientras el frío de la noche y las luces de taxis y farolas me golpean, sé que se abre un nuevo capítulo. No sé como será, cuanto durará, o si será mejor o peor que el que acaba. Quizá, en algún momento, nos reencontremos aquí, en este mismo lugar. Quizá, sea todo al revés, y en vez de primero bailar para luego esperar tu marcha, primero te espere para luego bailar contigo, en esta misma terminal.