@Susana Prosper/ Quitar malas hierbas a mano es buenísimo para muchas cosas. Además de dejar el terreno limpio, que es la principal razón por la que uno se pone a quitarlas, es bueno también para el ánimo. Me da a mí que limpia la mente y hasta el espíritu.
Es cierto que cuesta empezar, da pereza. Eso de estar a pleno sol, agachada quitando rastrojos, no siempre es apetecible. Hay días que para no ponerme a ello me voy inventando excusas para engañarme a mí misma “No va a poder ser, tengo que tender la ropa…” o “¡Qué tarde es! A estas horas no merece la pena…” En fin, que cuesta, pero una vez que te pones y le vas cogiendo el ritmo, la mente se va relajando y va pasando por diferentes estados. El último de ellos, os digo que es lo más parecido al nirvana.
A veces pienso en qué haré de comer, o en las cuentas del banco, o en que hay que llevar el coche a la ITV. Lo bueno es que esos pensamientos, tan reales y prácticos, también se acaban yendo.
Al principio, entre el sol y la gorra, los pinchos y los guantes, la tierra y las gafas, voy resoplando y suspirando desde lo más hondo: “Esto con sólo dos manos, no lo acabaré jamás”. Parece un imposible y nada es más desalentador que hacer algo sin ninguna confianza en el resultado final. Tampoco es bueno pensar lo contrario: “Esto me lo ventilo en dos patadas”. Un exceso de chulería hace que se te caiga el alma a los pies al ver lo poco que vas avanzado y la de patadas que te quedan por dar. Así que sólo queda una opción: Anar fent, como dicen aquí. Es decir: Ir haciendo.
Al cabo de un rato de ir haciendo, uno deja de pensar en el trabajo en sí y empieza a pensar en cosas diferentes. A veces pienso en qué haré de comer, o en las cuentas del banco, o en que hay que llevar el coche a la ITV. Lo bueno es que esos pensamientos, tan reales y prácticos, también se acaban yendo. Entonces se pasa a un estado muy parecido al duermevela. En ese punto casi no se piensa. A la cabeza le vienen cosas sueltas que no molestan. A mí a veces me vienen palabras sin ton ni son. El otro día, entre hierbajo y hierbajo, apareció, así de pronto, “verbigracia”. Así suelta, sin más. Me desconcertó. ¿Qué quiere decir verbigracia? Ahí que me quedé dándole vueltas mientras iba avanzaba en mi tarea. A todo esto, verbigracia, quiere decir “por ejemplo”. Lo acabé buscando en el diccionario.
No siempre, en el estado de duermevela, me vienen palabras curiosas. También me vino “Pinillos Playa”. ¿Qué será eso? ¿Una urbanización? ¿Un pueblo? ¿Un restaurante de Benidorm? Tantas vueltas le dí, que me desvelé. Dejé los guantes y la gorra, y entré a buscarlo en Google. Y no sé, no me quedó claro. Hay una Punta de Pinillos en Málaga, pero no encontré “Pinillos Playa”. ¿De qué rincón de mi mente habrá salido eso?
Pero a lo que iba, después del pensamiento práctico y del estado de palabras sueltas, preludio de que el cerebro está ya bastante relajado, llega el mejor momento de todos: el nirvana. Bueno, no sé si el nirvana es eso, pero seguro que se le parece mucho.
A mí a veces me vienen palabras sin ton ni son. El otro día, entre hierbajo y hierbajo, apareció, así de pronto, “verbigracia”.
Ese estado es fabuloso. La mente se calla. Estás ahí con tus guantes, con tu gorra, con tus pinchos, con tus piedras, pero ni cuenta te das de todo eso. Vas fent, vas fent… y la cabeza, ni mu. Es al acabar, al parar, cuando recobras la conciencia y entonces caes en la cuenta de que realmente durante un tiempo indefinido, has estado como desenchufada. En pausa, en stand by. Si no fuera porque de pronto duelen los riñones, escuecen los arañazos y veo el trabajo avanzado, pensaría que me han abducido, o que me he quedado inconsciente de un golpe en la cabeza.
El caso es que veo esto del nirvana campestre tan recomendable, tan parecido a lo que ahora se llama “mindfulness”, que estoy por hacer como Brad Pitt, que se compró una finca agrícola en la campiña francesa y la gente paga por ir a pasar unos días allí. No como huéspedes, sino como trabajadores. Le limpian el terreno, le recogen la cosecha y le pagan por tener el placer de trabajar sus campos. El gran chollo del siglo.
Si algún día me hago famosa, voy a intentar forrarme con las malas hierbas ibicencas.
Hola Susana. Tu idea es excelente. Puedes aprovecharte del hecho de que cada vez nos visitan mas turistas de alto nivel adquisitivo. Supongo que el resto no pagarían(o igual sí, ¿Quién sabe?). Quedarán encantados y agradecidos. Y tú ganarías dinero y tiempo libre.
Saludos.
Muy buena idea guapa , si te funciona dimelo, yo estoy cansada de quitar las malas hierbas .besos