@C. V. / Romanos y cartagineses parlamentan a pie de playa. «¿Qué va a ser, guerra o paz?», preguntan a cada uno de los ejércitos. «Guerra», gritan los legionarios de Sant Josep. «Guerra», repiten los soldados púnicos de Sant Antoni. La suerte está echada o, como diría Julio César, ‘alea jacta est’. La batalla está a punto de empezar.
Este sábado por la tarde, en la playa de s’Arenal, se celebró la duodécima Festa de Cartaginesos i Romans, incluida dentro del programa de fiestas de Sant Bartomeu, con cerca de 200 contendientes y un numeroso público animando a los dos bandos. Si el viernes ya hubo una pequeña escaramuza entre los más jóvenes de ambos ejércitos, con niños y niñas de entre 4 y 10 años que protagonizaron una divertida batalla de agua, ahora el enfrentamiento iba en serio. Las tropas, ataviadas con trajes más o menos de la época y armadas con casi 2.000 kilos de tomates, no harían prisioneros.
«No hay dolor», aseguraba uno de los esforzados romanos. A continuación, recibía un tomatazo en toda la cara. Resulta que sí hay dolor pero, ya se sabe, es lo normal en una guerra. «Algunos tomates están duros y hay que ver cómo pican», comenta un compañero suyo.
Muchos valientes se situaban en la primera línea de frente, mientras llovían tomates por todas partes como obuses rojos. Otros, los más precavidos, se colocaban detrás o buscaban cualquier protección que hiciera de parapeto ante los proyectiles del enemigo. Al final, unos y otros acabaron empapados de zumo de tomate.
Ni vencedores ni vencidos
Los romanos, hace más de dos mil años, aniquilaron a los cartagineses, pero en este caso no importa la fidelidad histórica, sino pasar un buen rato. «La historia es lo de menos; aquí lo realmente importante son los tomatazos», reconoce Juan Colomar, caracterizado como «un mercenario espartano pero, como los romanos pagan más, me vengo a su bando».
«Me liaron hace ya siete años y cada vez te proteges más y te inventas cosas para los siguientes años. Son como trabajos manuales. En el peto, por ejemplo, voy poniendo capas de fibras y resina y después lo decoro con polipiel. El casco este año lo he hecho metálico y lo he trabajado más, mientras que el escudo es una antena parabólica decorada para la ocasión. Pero todo es improvisado», añade Colomar.
Las legiones romanas, en su época, eran invencibles, pero el ejército cartaginés había luchado con valentía. «La batalla ha estado muy igualada. Me gustaría que hoy hubiesen ganado los cartagineses, pero la historia es que ganan siempre los romanos», afirma Marga Ramón, integrante del ejército de Cartago. «No me he llevado ningún tomatazo, pero porque estaba en la retaguardia por el niño», señala.
Una vez finalizada la contienda, los dos ejércitos olvidan sus rencillas y se funden en abrazos. Posteriormente hay una torrada de hermanamiento, aunque antes pasan por la ducha de la playa o se bañan en el mar para quitarse el olor a tomate. La fiesta continua poco después con las actuaciones de Morning Drivers y Mojinos Escozíos. Romanos y cartagineses pueden descansar tranquilos hasta el año que viene.