Muchas y variadas son las leyendas con nuestro icónico islote de la costa este de Sant Carles como protagonista de unas historias que, con el paso del tiempo y a fuerza de ser relatadas una y otra vez, han ido adquiriendo cierta pátina de credibilidad hasta el punto de ser calificadas por muchos como verdades irrefutables.
Este breve artículo indagará sin pretensiones en tres de las más conocidas, con la intención de dilucidar dónde acaba la realidad y dónde empieza el mito en unos relatos que muchos vecinos hemos escuchado versionados de una forma u otra, dependiendo del estado de ánimo o de la veracidad que quisiera imprimirle en su momento el avezado narrador de turno.
¿De dónde proviene el nombre de Tagomago?
Si atendemos a la teoría más generalizada, el nombre del islote vendría dado por Magón Barca (243 a.C – 203 a.C), uno de los belicosos hermanos del general cartaginés Aníbal Barca en persona, el mismo que atravesó los Alpes a lomos de elefantes con la intención de conquistar Roma y que tuvo en Magón a su mejor comandante de campo y capaz líder de caballería con quien compartió en primera línea batallas tan importantes como las de Trebia o Cannas.
El significado del topónimo sería el de Roca de Magón ( o de Mago, según otras acepciones de su nombre), una propuesta que no resulta tan descabellada si tenemos en cuenta dos factores. El primero, la aparente filiación directa de los hermanos Bárcidas con determinados islotes mediterráneos. Sólo hay que recordar la cita del navegante e historiador Plinio el Viejo, quién relaciona a su hermano Aníbal con la misteriosa Tricuadra, un peñasco de localización indeterminada que por un rocambolesco error de traducción del texto original en latín dio lugar a la fabulosa patraña de que el general cartaginés había nacido en Sa Conillera ibicenca cuando su nacimiento está perfectamente documentado en Cartago. La segunda y más evidente la tenemos muy cerca, ni más ni menos que en la ciudad y puerto de Mahón, que en este caso y a pesar de los investigadores de lenguas semíticas que creen hallar cierta similitud con Maguén, que significa escudo o protección en referencia a lo abrigado de su puerto, sí parece demostrado que toma su nombre del hábil militar y también navegante.
Con lo que la resolución de este primer dilema es: sí. El nombre de Tagomago, de Mahón, y por defecto también el de la archiconocida salsa mahonesa, están directamente relacionados con Magón (Mago) Barca.
¿Es cierto que hay un submarino alemán de la II Guerra Mundial hundido cerca de Tagomago?
Otro de los misterios irresolutos de los que todos hemos escuchado hablar en alguna ocasión y que ha dado lugar a sesudas y caras expediciones en su búsqueda. Pero antes de divagar sobre especulaciones al respecto, centrémonos en los hechos probados.
El U-602 era un submarino de la Kriegsmarine Nazi del tipo VIIC U-boat construido en Hamburgo por Blohm & Voss. Fue botado el 30 de octubre de 1941 y entró en servicio el 29 de diciembre de ese mismo año comandado por Philipp Shüler, quien estaba al frente de los 47 marineros que conformaban la tripulación de una nave de poco más de 67 metros de eslora, armada con 14 torpedos, con un peso total de 1.070 toneladas y que tras varias misiones en el Atlántico fue destinado al Mar Mediterráneo. Su registro de efectividad es escaso, y se limita tan solo al torpedeo sin hundimiento inmediato fechado el 9 de diciembre de 1942 del destructor de 1.540 toneladas HMS Porcupine de la Royal Navy británica. La última comunicación por radio del submarino alemán se efectuó el 19 de abril de 1943 desde las coordenadas 36º50’N 00º00’W, que lo ubican en ese momento justo a mitad de camino entre Orán, en la costa NO argelina, y el Cabo de Gata almeriense, al SE de la península. En Internet se puede encontrar la posición exacta de la zona del hundimiento por parte de un avión de la RAF británica, muy, muy alejado, a 120 millas náuticas en dirección SO de las costas pitiusas. La nave se dio por perdida junto a todos sus ocupantes.
Pues bien, una vez expuesta la información contrastada vamos con la imaginería que dio lugar a la leyenda. Según relata en un libro con diversos relatos ambientados en Eivissa y tras escucharlo de boca de residentes locales, en los años 70’ el buceador francés Elie Boissin encontró el U-602 a tan sollo una milla de Tagomago con la ayuda de su comandante alemán, Philipp Shüler, quien habría residido en las Baleares hasta su fallecimiento (!!!???).
A partir de ahí e inspirados en ese relato son diversos los personajes que afirman haber dado con el submarino hundido, como Dominique de Larrard o Luc Fuster, quién no escatima detalles de la situación, posición, inclinación o profundidad a la que se encuentra el navío, iniciando en el año 2002 un extenso debate al respecto en un foro de Internet dedicado en exclusiva a los U-boat donde también se explaya a gusto en todo tipo de excusas que le impidieron en su día marcar de una vez por todas la localización exacta del pecio, como la falta de GPS, las corrientes, etc…Lo cierto es que varios grupos de buceadores de empresas especializadas, equipadas incluso con robots y cámaras de última tecnología, han rastreado de arriba abajo el lecho marino de la zona sin éxito, tal y como afirma el especialista Cristof Ubbelohde, quien verifica lapidariamente que allí no hay más que piedras.
La apasionante búsqueda del submarino hundido de Tagomago fue durante muchos años objetivo del investigador ibicenco con casa en Sant Carles, Pere Vilàs, quien al final del recorrido también tuvo que rendirse a la evidencia, pero que supo aprovechar todo el trabajo acumulado en una espléndida novela de ficción que bajo el título El cercle de la vida describe en dos líneas argumentales cómo fueron los últimos días del U-602, y también las peripecias acontecidas durante la expedición a la caza del esquivo submarino del que podemos afirmar, con toda rotundidad, que no se encuentra ni mucho menos en las cercanías de Tagomago.
¿Existe una fotografía de un zepelin sobrevolando Tagomago?
Tal y como se aprecia en la instantánea que acompaña al texto, y por aquello de que una imagen vale más que mil palabras, esta va a ser la más fácil de demostrar.
Según los ancianos del lugar, la mañana del día de San Joan de 1934 apareció en el cielo una cosa muy larga que avanzaba lentamente. La edición de Diario de Ibiza del día siguiente, 25 de junio, cita textualmente: «El ‘Graf Zeppelin’. Ayer, a las diez menos cuarto de la mañana, pasó sobre esta isla el dirigible alemán ‘Graf Zeppelin’. Parece que desde Friedrichshafen se dirija a América, con probable escala en Sevilla».
La información era correcta. De hecho, este dirigible fue el primero en establecer a finales de los años 20’ una aerolínea regular entre Alemania y Estados Unidos. La longitud total del globo cargado de gas era ni más ni menos que de 236 metros, y su cabina inferior tenía una capacidad máxima para 20 tripulantes y 40 pasajeros, uno de los cuales, el reconocido fotógrafo Martin Munkacsi, tomó el 24 de junio la espectacular instantánea de Tagomago con la alargada sombra del dirigible en el margen inferior izquierdo, con su proa enfilando en dirección a la costa de Sant Carles.
El Graf Zeppelin es la tercera aeronave más grande que jamás ha surcado los cielos, superado tan solo por otros dos dirigibles gemelos de construcción alemana de 9 metros más de largo: El Graf Zeppelín II y su archiconocido hermano de 245 metros (como dos campos y medio de fútbol), el Hindenburg, cuyo pavoroso incendio sobre Nueva Jersey en 1937 provocó que Hermann Göring, ministro del Aire alemán, cancelara de forma fulminante el proyecto Zeppelin.
Antes de su desguace ese mismo año, el Graf Zeppelín ya había acumulado cientos de miles de kilómetros surcando los cielos en vuelos intercontinentales entre Europa y el continente americano; en 1929 completó su primera vuelta al mundo en un total de 21 días; en 1931 participó de una investigación en el Círculo Polar Ártico y también consiguió batir el récord de la época de permanencia en el aire con un total de 128 horas seguidas de vuelo.
Por la parte que nos toca, tal y como se confirma en la fotografía donde se aprecia a la perfección toda la orografía de la isla, además del faro y de Can Domingo con sus tancons de piedra, el Graf Zeppelín tuvo el privilegio de sobrevolar Tagomago y Sant Carles una soleada mañana de Sant Joan de 1934.