@Susana Prosper/ A veces la vida se pone de acuerdo y nos sorprende con un detalle curioso que solemos llamar casualidad. Parece como si el cosmos nos hiciera un guiño de complicidad y se diera la licencia de amañar situaciones para que cuadren. Como si de pronto nos hiciera un regalo dedicado. Yo al menos, el otro día lo sentí así, pero empezaré a contarlo por el principio.
En casa hay un almendro viejo que siempre es el primero en dar flores. Los almendros de alrededor suelen florecer en febrero, pero él, en su afán de adelantarse al resto, lo hace en enero, incluso alguna vez en diciembre. Este año, con las prisas, nos ha sorprendido con unas cuantas flores en octubre. Y ahí está, con sus ramas peladas, sujetando unas pocas flores blancas, mirando por encima del hombro a los demás.
Parece como si el cosmos nos hiciera un guiño de complicidad y se diera la licencia de amañar situaciones para que cuadren.
La otra mañana, pensando en él, en lo imprevisible que siempre es, se me ocurrió empezar a anotar en una libreta la fecha en que florece. Aunque ya puestos, apuntaría también cuándo van floreciendo las otras plantas que tengo y de paso, podría incluir cuándo veo la primera golondrina o cuándo la última y así poder comparar un año con otro. En fin, que me hizo gracia la idea de ir anotando cada cambio que fuera percibiendo en mi jardín y hacerme una especie de estudio de campo casero.
Por la tarde, leyendo un libro que nada tiene que ver con la naturaleza, descubrí algo que me emocionó. El autor del libro hablaba de una casa que se había comprado en la campiña inglesa. Una casa de principios del siglo XVIII. Indagando sobre quién había sido el primer propietario de aquella vivienda, encontró que fue un tal Robert Marsham, fundador de la “fenología”. Yo jamás había oído hablar de eso. Explicaba que la fenología es la ciencia que estudia los cambios estacionales: las primeras floraciones, la migración de las aves, la aparición de insectos, etc. Por lo visto el señor Marsham fue el primero en empezar a anotar sistemáticamente todos los cambios que iba apreciando en los campos de alrededor de su casa. Poco a poco, esa afición fue contagiándose y más gente ocupó sus ratos libres en hacer lo mismo. Aquella idea cruzó el Atlántico y llegó incluso al presidente de los Estados Unidos, Thomas Jefferson, que según cuentan, hizo un seguimiento durante años a treinta y siete tipos diferentes de verduras.
Que el cosmos, con lo atareado que debe de ir, se hubiera parado a hacerme llegar esa información, me pareció sobrecogedor.
En el libro, todo esto que os cuento, es sólo una anécdota, no le dan mayor importancia. Pero a mí me llegó al alma. ¡Qué casualidad! Algo que, tontamente por la mañana, se me había ocurrido empezar a hacer, de pronto por la tarde, no sólo tenía nombre, sino que era una ciencia. Una ciencia bastante casera, ya que, por lo que he ido viendo, la inmensa mayoría de los datos que anualmente se registran son aportados por gente corriente. En España, el Instituto Nacional de Meteorología es el que guarda todas esas observaciones. Y gracias a toda esa gente que siguiendo la afición de Marsham ha ido tomando nota, se han podido hacer, entre otras cosas, estudios sobre el cambio climático.
Así que emocionada con el hallazgo, sonreí con la alegría que da recibir un regalo sorpresa. Que el cosmos, con lo atareado que debe de ir, se hubiera parado a hacerme llegar esa información, me pareció sobrecogedor. Esa tarde no tenía muy claro qué libro empezar a leer. Dudé entre tres, pero me decidí por el que tenía que ser. Todo esto me hizo caer en la cuenta de que entonces el cosmos había estado por la mañana escuchando mis pensamientos.
Desde luego esta vida es muy curiosa: cuanto más la observas más cuenta te das de lo mucho que ella te observa a ti.
Como disfruto leyendo todo lo tuyo, te admiro guapa
Hola Susana: Yo creo que esto se debe a que las personas como tú tenéis enchufe(prioridad) en el orden cósmico.
Gracias por el artículo y saludos.
Jose.
Gracias Puri y Jose. Da gusto escribir para vosotros. No sabéis cómo os agradezco vuestros comentarios.
El mes pasado fotografié un almendro en Santa Gertrudis al que le habian salido dos flores.