@Pablo Sierra del Sol / Anas Bourass, que lleva tres meses viviendo en Ibiza y apenas habla castellano todavía, trepó el primero hasta la cima de Dalt Vila para proclamarse campeón de la Pujada a la Catedral. 7 minutos y 19 segundos le han bastado a este marroquí que entrena bajo las órdenes de Joan Roig Silverde en el CA Pitiús para sacarle cuerpo y medio de ventaja a Salva Crespo.
El valenciano que recondujo su carrera como mediofondista de élite en la isla, también en el Pitiús y, también, a las órdenes de otro Roig, en este caso Toni, presidente del club y padre del entrenador de Bordass, ha vuelto unos días a Ibiza para disfrutar de las vacaciones y encontrarse con viejos amigos y no desaprovechó la oportunidad de participar en la Pujada.
Pero el triunfo se le escurrió a Crespo ante al arreón final de Bourass, un corredor pequeño y rápido que le dejó atrás en los últimos metros. Cuando llegó a la meta, el tetuaní se quedó tendido en el suelo, las manos puestas sobre la frente y los ojos, asimilando la victoria en la emblemática prueba y recuperándose del sprint con el que ganó la primera plaza. A la hora de atender a los medios, su cuñado le hizo de traductor para explicar las claves de su victoria: «Estuvo lesionado hasta hace unos días, pero la preparación con su nuevo club le está sentando muy bien y hoy se ha notado. Ha decidido correr con ritmo rápido al principio, luego la prueba se le ha hecho dura, pero ha conseguido mantener la primera plaza».
En categoría femenina, Indre Barkute (Club Bfit) fue la más rápida. La lituana reedita el triunfo de 2013, rebajando en once segundos su crono de entonces y dejándolo en 9 minutos y 14 segundos. «He decidido marcar el ritmo porque el nivel entre las chicas es cada vez más fuerte. Cada año intento cambiar la táctica para correr esta prueba y me ha salido bien esta vez. La he disfrutado mucho», ha explicado Barkute.
La Pujada despidió el año del atletismo popular en Ibiza y Formentera registrando más de 800 inscritos y demostrando el enorme tirón de una prueba que se va acercando poco a poco a las cuatro décadas de existencia. Tampoco faltaron los disfraces que siempre le dan el toque cómico a la San Silvestre ibicenca. La plaza de la Catedral volvió a llenarse de público, que jaleó a los atletas que, según iban llegando a la meta, eran desviados a la zona de los miradores, donde los organizadores situaron la zona de avituallamiento y recuperación para evitar los colapsos en la explanada.