@Pablo Sierra del Sol / Marcial es un vecino de Sant Antoni que le compra cupones todas las semanas a Gregorio Martínez del Pozo, o Goyo, como conocen a este vendedor de la ONCE en la villa de Portmany. Cuando se han encontrado esta mañana, Goyo le ha preguntado a Marcial si sabía que el cupón que le vendió la semana pasada tocó el sábado. «¿¡No me jodas!? No puede ser…» Nervioso, Marcial fija la mirada en la máquina de Goyo, donde comprueban que el número que compró es el agraciado. El vendedor de cupones no aguanta la emoción cuando confirman que Marcial es uno de los 39 premiados con 20.000 euros a los que él ha vendido buena suerte. Y se pone a llorar mientras su cliente le abraza y le insiste que vayan a tomarse algo, que él invita. No se puede quejar el agraciado: a la interesante cantidad que le acaba de tocar tiene que sumar los 5.800 euros que le cayeron hace unos meses cuando acertó una Quiniela de catorce «muy repartida».
En total, Gregorio Martínez del Pozo ha repartido 2.280.000 euros en premios. Por un lado, vendió el Sueldazo de 300.000 euros al contado y 5.000 al mes durante 20 años. A ese premio hay que sumar los 39 cupones agraciados con 20.000 euros cada uno, por lo que ha repartido otros 780.000 euros.
Hoy, el teléfono le arde a llamadas. «Realmente no sé a quién le ha tocado el Sueldazo y de los ganadores de 20.000 euros me voy enterando poco a poco. Para mí es una alegría muy grande porque nunca había vendido un boleto premiado tan gordo. Este dinero le va a venir fenomenal a mucha gente», explica Goyo, que lleva cinco años vendiendo en Sant Antoni. También tiene clientes en la zona de la bahía y, precisamente, en el inicio de Cala de Bou dejó gran parte de la buena suerte que despachó la pasada semana.
La fortuna aterrizó en el bar Sa Famili, que le suele comprar al vendedor de la ONCE una veintena de cupones todas las semanas. Los boletos de los ciegos luego se reparten entre sus clientes. «Del cupón premiado se vendieron trece y los otros siete los devolvimos. Estoy muy contento porque me quedé uno y mi hermano compró otro. Esta mañana hemos ido ya al banco, es una ayuda que viene fenomenal», cuenta Santiago Ribas, propietario del bar. Ahora esperará tras la barra a que vayan apareciendo el resto de agraciados. A Goyo, que al final no se quedó ningún cupón, le darán un buen abrazo en Sa Famili esta tarde, donde tiene previsto acudir el vendedor de lotería a felicitar a los afortunados.