@D.V./ Los 70 son una época fascinante. Después del terremoto cultural de 1968, los 70 son un periodo salvaje, de desorden social y personal, con un continente sacudido por grupos terroristas de todo tipo, un pesimismo que traducía en un cine transgresor y tremendista, y una desmesura que se refleja en la ropa, los peinados, la música y la cultura popular del momento.
Los 70 también asistieron una gran eclosión de la ufología, el satanismo y las teorías conspiranoicas, que tuvieron su momento álgido en 1978, el conocido como año de los tres papas cuando a la muerte de Pablo VI y, tras un cónclave inusualmente breve, se nombró sumo pontífice a Albino Luciani, conocido como Juan Pablo I. De carácter afable y humilde, Luciani fue conocido como «el Papa de la sonrisa» y su nombramiento significaba una continuidad en la linea de aperturismo que marcaron sus antecesores Juan XXIII y Pablo VI.
Juan Pablo I, el papa del los 33 días
Al pobre hombre la sonrisa se le torció a los 33 días de su nombramiento, el 29 de septiembre, cuando apareció muerto en sus aposentos, aparentemente a causa de un infarto. Se convocó un nuevo cónclave y, esta vez sí, parece que el Espíritu Santo sopló con más fuerza y acierto sobre los cardenales, que se decantaron por el ultraconservador Juan Pablo II.
La muerte de Juan Pablo I fue el gran acontecimiento de 1978 y, de paso, desató una ola de teorías conspirativas a las que contribuyeron las informaciones contradictorias que aparecieron sobre el tema. Así, en principio el Vaticano informó que el papa Luciani fue encontrado muerto en su cama por quien era el secretario personal de Pablo VI, el irlandés John Magee. Posteriormente se supo que eso era falso, ya que el cadáver fue descubierto por la hermana Vicenza, una monja que formaba parte del servicio doméstico. Después se dijo que su cuerpo no se hallaba en la cama sino en el escritorio, y la misma monja ofreció dos versiones distintas: primero dijo el cuepo estaba en el baño, en un vómito de sangre; después en el escritorio.
Por si fuera poco, empezó a circular la teoría de que Juan Pablo I había sido eliminado porque quería poner orden en las finanzas del Vaticano y parar los tejemanejes del cardenal Marcinckus. Convertido en ‘el banquero de Dios’ en 1971 para acabar con los números rojos en las cuentas vaticanas, sus prácticas poco escrupulosas provocaron ciertas suspicacias entre algunos miembros del Vaticano.
Mafia, cadáveres y cianuro en el café
Resumiendo: Marcinckus, con la colaboración de grupos mafiosos y banqueros corruptos -valga la redundancia- utilizó el Banco Vaticano para limpiar el dinero negro de la Mafia, derivarlo a paraísos fiscales y comprar armas para grupos de extrema derecha. Prácticas que horrorizaron a Juan Pablo I -a otros cardenales no, porque ya se sabe que tu mano izquierda no debe saber lo que hace la mano derecha– y que, por lo que parece, aceleraron su infarto.
A Marcinckus -que siempre gozó de la estima y la confianza de Juan Pablo II- lo volvemos a encontrar con sus amigos en otro escándalo financiero: la fraudulenta quiebra del Banco Ambrosiano, realizada en complicidad con el Roberto Calvi, presidente del banco y miembro de la secta masónica P-2, vinculada con los grupos terroristas de extrema derecha Ordine Nuovo.
Marcinckus y Calvi fueron denunciados por Michele Sindona, otro banquero con vínculos con la mafia y que también formaba parte de la logia P-2. El final de esta historia no tiene nada que envidiar a las películas de El Padrino. Calvi fue a Londres donde, supuestamente, se le esperaba para una cita importante. El 17 de junio e 1982 un cartero encontró su cuerpo ahorcado bajo el puente de Blackfriars.
Michele Sindona, por su parte, fue detenido y, mientras estaba en la cárcel y esperando juicio, una mano -no sabemos si inspirada por el Espíritu Santo- introdujo veneno en su café. Sindona calló para siempre.
El Venerable Maestre
Un amigo de Sindona, Calvi y Marcinckus era Lucio Gelli, el Venerable Maestre de la Logia P-2 y el cerebro que estaba detrás del terrorismo neofascista que sacudió a Italia desde finales de las años 60 hasta principios de los 80. Eran los años de la “estrategia de la tensión” en los que la mafia, las Brigadas Rojas y las camisas pardas de Ordine Nuevo dejaron centenares de cadáveres tras su paso.
A ellos se les atribuye la bomba en la estación de Bolonia, el 2 de agosto de 1980, que provocó la muerte de 85 personas. También se sospecha de la cooperación necesaria de miembros de la P-2 en los servicios secretos italianos para provocar la muerte del presidente de la Democracia Cristiana, Aldo Moro, el 9 de mayo de 1978, justo cuando iba a formalizar un pacto de gobierno con el Partido Comunista.
El asesinato de Moro es el otro gran misterio de aquel bellísimo 1978. Vaticano, Italia, los años 70, tierra de belleza, crimen y misterio.