@Ben Clark/ Me doy cuenta ahora de que, en esta sección, camino hacia atrás como los cangrejos. Quería hablar del amor pero empecé hablando de la muerte, después hemos hablado juntos de los momentos previos a la muerte y hoy, por fin, me veo en condiciones de empezar a hablar, ya, de la vida, es decir, del amor. Pero ojo; con un ojo puesto en la muerte, todavía (inevitablemente siempre).
Lo que te quiero decir –ahora que hablamos de la vida me gustaría dirigirme definitivamente a ti, que lees esto (gracias)–, lo que quiero comentar, ya, para que no sea un tema incómodo, es que es bastante probable que no leas poesía. Sería lo más razonable. Hay más poetas que lectores de poesía y la mayoría de ellas y ellos tampoco leen poesía. Pero querría, sin embargo, inocularte un verso este lunes. Un verso solo –no hay por qué preocuparse– (me dirás ahora que eso último era un verso del poeta Ángel González y tendrás razón, pero no se lo digas a nadie). El verso del que quiero hablar es, en mi opinión, uno de los versos más hermosos que se ha escrito en lengua castellana en las últimas décadas, y su autor lo sabe. Por eso decidió utilizarlo para abrir el libro al cual pertenece, Eros es más (2007). Su autor es el poeta salmantino Juan Antonio González Iglesias (1964) y el verso, un alejandrino perfecto, dice: «Desde que te conozco tengo en cuenta la muerte». Bien podría haberlo dejado el poeta allí. Un poemario de un solo verso. Y no es que el resto del libro no sea valioso, es que con ese mazazo ya está todo dicho. Si aquello de que tu padre debe ser pastelero fue el gran piropo del siglo XX, yo diría que «desde que te conozco tengo en cuenta la muerte» merecería estar en el top 5 de los piropos del siglo XXI (y digo cinco porque soy generoso con mis expectaciones sobre los piropos futuros).
Desde que te conozco tengo en cuenta la muerte, un verso hermoso, sí, pero también un mensaje muy real que podrías decirle a alguien, hoy, mañana, cuando sientas que debes decirlo. Desde que te conozco tengo en cuenta la muerte.
¿Qué puede haber más hermoso? Vivía mi vida, así, sin más, ocupado con los pequeños tedios de cada día, distraído con las fugaces alegrías y de pronto, te conocí, me di cuenta de que la vida podía contenerte a ti, y ahora se ha materializado en mi mente la amenaza que supone la muerte, soy consciente de que la muerte significa renunciar a la vida, a la vida que me ha permitido conocerte.
Pero todo el párrafo anterior se puede decir en catorce sílabas: desde que te conozco tengo en cuenta la muerte. Hay en este verso (y en el poema al que pertenece) una idea íntimamente relacionada con el amor cuando es verdadero: la idea de urgencia. Conocer a la persona amada, descubrirla con la sensación no de haber descubierto el amor, sino a la persona que contenía nuestro amor, nos empuja hacia la prisa, hacia la necesidad de lo inmediato. Esto lo sabemos. Conocemos de sobra las tonterías que cometemos en nombre del amor. Pero diría que estas tonterías (tan necesarias) ocurren más por esa urgencia y, en el fondo, aunque no queramos pensar mucho en ello, por la percepción de la muerte. Porque nos hemos dado cuenta de la muerte existe, acecha, amenaza con robarnos el tiempo que, ahora, es precioso. Desde que te conozco tengo en cuenta la muerte, un verso hermoso, sí, pero también un mensaje muy real que podrías decirle a alguien, hoy, mañana, cuando sientas que debes decirlo. Desde que te conozco tengo en cuenta la muerte. Y si esa persona entiende al revés el mensaje, puedes aclarárselo con los siguientes versos del poeta: «Pero lo que presiento no se parece en nada /
a la común tristeza». Hasta la semana que viene, y cuida del amor.
La muerte no existe.
Lo que existe es el muerto, la mortalidad….
Puede ser que en tu mundo los cangrejos caminen hacia atrás, Ben, y que la gente no lea poesía. El mundo de los lectores de este diario es más grande.Te invito a venir visitar el mio.