Si el gusano se empeñase en quedarse tal como está, en su forma actual, se perdería lo mejor de la vida.
Nadie puede vivir la vida de atrás hacia adelante, como un conjunto ya cerrado de antemano del que nos sabemos el final: hay que sostener la incertidumbre, las transformaciones, los cambios y las cosas imprevistas que nos llegan. Vivir, en definitiva, supone abrimos procesos que nadie sabe qué, cómo, dónde, cuándo o a quién van a implicar y eso no es fácil en muchos momentos.
Cuánto de nuestro devenir es destino y cuáanto azar o contingencia, es una cuestión a la que nadie puede responder de manera concluyente.
Llegamos al mundo y suceden algunos encuentros muy significativos para nosotros, que van conformando quienes pensamos que somos, cómo nos sentimos y qué es a lo que damos valor. Estas experiencias se van tejiendo en nuestra conciencia y se van anudando en una trama, donde efectivamente, lo imprevisto, lo accidental, lo repentino, ha tenido un peso muy grande en nuestras vida, aunque el relato que nos hacemos es liso y sin agujeros, empeñados en limar las contradicciones y los huecos de nuestra biografía.
En la época de la tiranía del YO, en la cual se considera a esta instancia como los más sólido, perfilado y valioso de nuestro ser, conviene reivindicar su esencia básicamente gaseosa, ni tan sólida, cerrada, ni garantía de nada, sino expuesta a redefinirse constantemente y sujeta a los vaivenes de la vida a sus inconsistencias y contradicciones: adorar el yo perfecto, sólido y bien formado de uno mismo es un proceso similar al que nos aboca al «culto al cuerpo» tan en boga en los últimos tiempos.
No queda más que saber manejarse lo mejor posible con esta impredictibilidad de la vida, aprendiendo a hacer con que no hay elemento alguno que nos de una garantía de que la vida será como esperamos, ni la familia, ni la educación, ni la política, la ciencia…
Sin duda en nuestra manera de enfrentar la vida tienen mucha importancia elementos recibidos en nuestros primeros tiempos, por parte de nuestra familia. En este sentido, a menudo todo aquello que es problemático en nuestra familia se suele esconder y pasa sin resolver de unas generaciones a otras.
Por eso puede ser muy interesante un trabajo psicológico de cara a no repetir los mismos o parecidos errores que han venido cometiendo incluso generaciones pasadas.
Que nadie pueda dibujarse cómo será su devenir, y mucho menos su final, no implica que tenga que cargar con mochilas de elementos no resueltos, sino que bien mirado, que la vida sea un pasaporte sin destino tiene que ver con la libertad si uno sabe cómo jugar sus cartas.
Por Joan Escandell Salvador,
Psicólogo de la Clínica Iniciativas Médicas de Ibiza y Formentera.