Se hace en todos los gobiernos, en los grandes y los pequeños: se coloca siempre una cara amable que dé la idem para compensar la cara de perro que de verdad corta el bacalao. Felipe González desempeñó este papel frente al perro Alfonso Guerra, valga la imagen tan poco literaria, de la misma forma que el felizmente extinto José Solís Ruiz fue la sonrisa del franquismo. Es una especie de ying y yang, que a veces da buenos resultados a los gobernantes, hasta que a todos se les cae la careta de buenismo y se descubre su auténtica catadura. La norma, no obstante, tiene excepciones. En los dos años que lleva al frente del gobierno autonómico balear no he conseguido ver a cuál de nuestros gobernantes allá en Mallorca ha asumido el papel de cara amable. Ni siquiera sé qué cara tienen la mayoría de ellos porque jamás se han desplazado a estas islas pitiusas, cuya importancia consideran tan menor como su tamaño.
Desde luego, el bueno de esta película no es Carlos Delgado, señor tan centralista que dudo que haya visto alguna vez mucho más allá de su fofo ombligo. Un conseller de Turismo de Balears no debe menospreciar jamás a ninguno de los territorios que tiene encomendado representar por mandato expreso de sus ciudadanos, la autoridad suprema en democracia. Éste es un precepto que con excesiva frecuencia olvidan los mandatarios, que se erigen en sumos sacerdotes de su propia religión. Se creen invulnerables a la opinión pública contraria a sus predicados y por encima de todos los males que conlleva el ejercicio de su profesión, que debería ser como un apostolado. Si hay que autoinmolarse para defender la mínima porción de territorio que tienes a tu cargo, te autoinmolas antes de que te inmole el elector.
El desprecio que el conseller de los touroperadores y las ferias turísticas muestra hacia Eivissa y Formentera respecto de la plenipotenciaria y polibeneficiaria Mallorca le hace parecer a Delgado el propietario de un San Bernardo pura sangre dando de comer los restos de los whiskas Gold a los chuchos callejeros mil leches que se le acercan con avidez. Si no es por el ya mencionado centralismo que se ejerce desde Mallorca la bella (Vicent Andreu Estellés), no me explico por qué desde Menorca, Eivissa y Formentera se ha designado a un mallorquín como representante turístico de todo el archipiélago, siendo como le supone a Mallorca la principal y más desleal competidora de las islas menores en los mercados del sector. Aquí no hay imparcialidad posible, como bien se ha visto. Quizá no conoce Carlos Delgado la leyenda de David y Goliath o desconoce también que entre Eivissa y Formentera existe otra isla que casi nunca se menciona en los folletos turísticos: s’Illa des Penjats. Ahora, por lo menos, ya sabemos quién es el feo. Falta por saber quién es la mala y quién el bueno de este Eastern. Para la mala ya tengo una candidata nada cándida, pero esa es otra historia.