Experimentar dolor, tristeza, sufrimiento o malestar, no implica de manera general que haya algo dentro de nosotros que no esté funcionando bien.
El hecho de no poder entristecerse ante la pérdidas, de no poder soportar la incertidumbre o la contrariedad, ni tolerar algún grado de sufrimiento, sí es un indicador de que alguna no anda bien, en tanto en cuanto no se dispone de recursos para sostener experiencias tan humanas, e incluso a veces necesarias, para transitar por la vida.
Generalmente las personas tienen un margen, -a veces amplio, a veces menos- para poder atravesar períodos de duelo, sufrimiento o malestar sin llegar por necesidad a un estado de angustia tal que les impida afrontar lo esencial de cada día; cuando eso sucede, es cuando es importante saber pedir ayuda, proceso por otra parte, nada fácil para muchísimas personas.
A menudo se sufre de manera muy intensa precisamente por la dificultad o la incapacidad de abrirse a determinados duelos o pérdidas que uno lleva a sus espaldas pero no sabe como elaborar; se sufre mucho más por no poder encontrarle un lugar al sufrimiento, por no poder hablar de el.
Ponerle demasiadas trabas al desarrollo de la capacidad de elaborar los duelos y pérdidas que todos sufrimos en la vida es quedarse sin una capacidad fundamental para manejarse con la vida.
A mi entender, la capacidad por atravesar y sostenerse a uno mismo, en períodos marcados por emociones y sentimientos dolorosos, en consonancia con los acontecimientos que vamos viviendo (rupturas, duelos, pérdidas), es una capacidad básica y necesaria, aunque por momentos nos ponga en contacto con estados que consideramos insufribles. Atravesar estos períodos no implica que haya algo del fondo del ser que deba ser revisado, no funcione o esté alterado.
Muchos mensajes de los que recibimos del discurso imperante igualan cualquier signo de malestar o sufrimiento con algo negativo que simplemente hay que eliminar, cosa que no ayuda a desarrollar la imprescindible capacidad de darse tiempo y perspectiva a uno mismo para entender las cosas que nos van sucediendo.
A mi entender, esta visión miope y superficial del sufrimiento, visto como algo simplemente a eliminar, proveniente de algún pensamiento distorsionado o de algunas neuronas haciendo chispa aplasta la posibilidad de darle una dimensión contextualizada y de hacer una lectura más profunda de aquello que en algún momento dado nos está haciendo sentir mal. No es extraño que atravesar períodos difíciles nos pueda traer algún aprendizaje y descubrimiento que podemos considerar capital para nuestra vida.
Es cierto que hay que intentar pasarlo lo mejor posible y sufrir el mínimo necesario, pero también es cierto que hacernos alérgicos a cualquier tipo de incomodidad, malestar o incertidumbre nos saca de la posibilidad de hacer lecturas más enriquecedoras de nuestra vida, y de la capacidad de comprometernos en proyectos importantes y sostenidos en el tiempo, simplemente porque en algún momento implican el malestar o el sufrimiento, pero ¿Cuántas de las empresas y logros más importantes de la vida no implican eso en algún momento o en alguna medida.
Joan Escandell Salvador.
Psicólogo de la Clínica Iniciativas Médicas de Ibiza y Formentera.