@D.P./ La realidad actual tiene mucha tela. La crisis económica ha producido un descenso del nivel de vida de las personas comunes pero provoca en las castas superiores de la sociedad una especie de juego siniestro, un simulacro del dolor ajeno. No es la primera vez que sucede, ni la última. Hace unos días leí que para la temporada invernal, según la feria florentina de moda «Pitti Uomo«, la tendencia es vestirse «a lo menesteroso». La firma Dior, a cargo de la superstar John Galliano -antes de que lo despidieran por su desafortunadas declaraciones filonazis, supongo- que ha impuesto el estilo mendigo (!) con la única salvedad de que cada una de las prendas cotizan en bolsa.
Galliano es reincidente. Ya había tenido la loca ocurrencia de basar una colección suya en los «clochards» parisinos en el año 2000, por la que tuvo que escuchar todo tipo de críticas de la sociedad e incluso de los mendigos que llegaron a agolparse en las puertas de las sofisticadas tiendas Dior, no para las rebajas evidentemente.
El «clochard» (queda más fino que decir «bichicome»*) es el modelo para esta temporada de crisis. Las multicapas de prendas de lana, piel, cuero con aspecto gastado, roído, desprolijo; los pantalones de pana gruesa, las bufandas abultadas, en colores apagados, grises, pardos, tierras, azul marino, abrigan sin dejar de concienciar al hombre moderno sobre la realidad real. El hombre actual se mimetiza con el medio, para no quedar expuesto y recibir la hostilidad de la calle. Transita de incógnito. Una vez más el disfraz. El hombre que puede acceder a prendas «Prêt-á-porter«, ese reyezuelo actual, practica el deporte predilecto de los reyes, no es el tiro al oso, sino el «deporte del disfraz».
Son conocidas las historias sobre ciertos reyes, que a lo largo de la historia vistieron temporalmente de mendigos por diversos motivos. Hasta Mark Twain lo utilizó como punto de partida para una de sus historias («Príncipe y Mendigo«).
Los hubo que lo hacían por «diversión», como el inquieto Nerón que disfrutaba disfrazándose para merodear por la calles de la Roma notturna y así robar o apalear a algún descuidado caminante, al mejor estilo «A Clockwork Orange«. Este divertimento que solía hacer en solitario, le cundió hasta que alguien le propinó una golpiza a él, lo que determinó que saliera por patas y retornase a sus andanzas con escolta. Eso sí le seguía a varios metros a sus espaldas.
Otros se disfrazaban como mendigos para recorrer las calles de sus ciudades y descubrir como vivían sus súbditos, pero más que nada para saber qué pensaban, qué opinión tenían de ellos. El rey Harún Ar-Raschid rey de Persia en el SVIII, salía por Bagdad, disfrazado de anciano miserable, a testear su popularidad. En la actualidad el hijo de Hussein de Jordania, el rey Abdalá II se calza sus «New Balance«, se pone peluca, barba y sale a controlar las oficinas estatales. En la soledad del poder, ojos que no ven corazón que no siente.
Pedro «El Grande» de Rusia, recorrió Europa Occidental disfrazado aprendiendo diferentes oficios. Aunque él pensaba que no le reconocían, los campesinos sabían muy bien quien era ese hombre de dos metros de altura rodeado de una comitiva que le cuidaba celosamente.
El rey Casimir II de Polonia, también era afecto a salir disfrazado de linyera** y observar el comportamiento de las personas, ver como reaccionaban ante su presencia. En una ocasión, alguien de la nobleza, a quien tenía como un buen hombre, le maltrató y echó a puntapiés. No tardó en presentársele en persona y «regañarle». En otra, acudió a casa de un campesino muy pobre, quien compartió su última rodaja de pan con él y le invitó al bautizo de su hijo pequeño. Ante este gesto de grandeza, el rey acudió al bautizo con toda la pompa y regaló al humilde labrador una rodaja de pan, pero de oro puro. Él fué el padrino del niño.
El rey Alberto «El Grande»,el único rey inglés al que le precede ese epíteto, considerado el creador de la nación inglesa, ante la invasión de los daneses en el S.IX, se disfrazó de juglar y fue a cantarle munido de un arpa al jefe enemigo Guthrum para espiar sus planos y saber sobre el inminente ataque que efectuarían. Gracias a esta arriesgada acción, el rey anglo-sajón arrasó las fuerzas danesas en la batalla de Edington. Era el Año del Señor de 878.
Pero entre todos estos monarcas, estos «reyes del disfraz», destaco a quien lo hacía para una misión más que ponderable, ni por guerras, ni por inseguridades triviales. El rey Fernando de Borbón, I de Nápoles que, ante la negativa de su mujer la reina María Carolina de que se comiera en el palazzo comida sin un dejo de nobleza, se disfrazaba de pueblerino para ir hasta un horno cercano y saborear lo que comía y disfrutaba el vulgo, la chusma: una buena porción de pizza.
* La palabra «bichicome», es utilizada en la región del Río de la Plata como sinónimo de «menesteroso». Aunque la palabra suene a «come bichos», en realidad es la castellanización de la palabra en inglés «beachcomers», «los que vuelven de la playa», por el aspecto desaliñado al retornar de un día de mar y sol.
** pordiosero
Diego Pikabea, carpintero, artista, pintor de lienzos y de almacenes, uruguayo en Eivissa y amante de la cultura pop. ‘Fuera de órbita’ es su espacio en Nou Diari y Antílopes en la Luna su blog.