@David Ventura/ El fútbol es el punto de partida de un millón de historias. Con el fútbol hemos aprendido lo más dulce y lo más amargo de la vida. Por ejemplo: todos los culés que eran niños durante la década de los 80, seguro que uno de sus recuerdos de infancia más vivos fue cuando el F.C.Barcelona perdió la final de la Copa de Europa contra el Steaua de Bucarest en 1986. Es en estos momentos cuando descubres que en la vida nada es como uno quiere que sea, que uno debe aprender el sabor de la derrota, que la chica que a ti gusta está enamorada de otro y que nunca será tuya, y que el mundo podría ser un lugar mejor, pero que éste es en el que nos ha tocado vivir.
He pensado en todas estas cosas durante la lectura de ’11 Ciudades’ (Contra Editorial) de Àxel Torres, un libro que nos habla de fútbol, que nos habla de su autor y de su crecimiento personal y profesional -¿sería excesivo decir que ’11 Ciudades’ es una Bildungsroman?- mientras recorre el planeta persiguiendo un balón. Des del Sabadell de su nacimiento, pasando por Lisboa, donde retransmite el Europeo de Portugal, Múnich, donde sigue el Mundial de 2006 o Viena en el Europeo de 2008, o viajes iniciáticos a Londres o a Medvode, Eslovenia. Un mundo ancho, plural, poblado por muchos pueblos y culturas, unidos todos por la forma en la que un balón o los colores de una camiseta pueden llegarles a conmover.
Detrás de ’11 Ciudades’ encontramos a quien, probablemente, sea el periodista deportivo especializado en fútbol más brillante que ha aparecido en este país en la última década. Àxel Torres (Sabadell, 1983), dirige el programa Marcador Internacional en Radio Marca, es un rostro habitual en Gol TV donde tiene su propio programa, ‘Planeta Axel’, una cuenta de twitter con 133.535 seguidores y un prestigio profesional ganado a pulso. Con él hemos mantenido esta conversación.
–En la portada de ’11 Ciudades’ encontramos la camiseta de tu equipo, el Sabadell. En un escenario hipermercantilizado, ¿este libro reivindica el romanticismo de apoyar a tu pequeño equipo local?
-No está planteado como un acto de reivindicación ni quiero poner mi equipo por encima de ninguno. Sencillamente, es un intento de aproximación, un guiño a otras culturas futbolísticas donde la gente tiene muy claro la importancia de apoyar al equipo de su pueblo o ciudad. Yo me siento muy identificado con la cultura futbolítica anglosajona y del norte de Europa, y supongo que este amor se trasmite en mi libro.
-Una de estas once ciudades es Londres y, de hecho, el libro es una declaración de amor al fútbol británico. ¿Cómo se produjo este encuentro?
-Mi admiración por la cultura futbolística anglosajona se ha construido a medida que he ido volviendo viaje tras viaje. Al principio lo tienes todo muy mitificado y no disfrutas de las cosas tal como son. Con el tiempo, he llegado a la conclusión de que la manera como se vive, se trata, se respira y se respeta el fútbol en estos países, es como me gustaría que se hiciera aquí.
-¿En qué consiste esta forma de vivir y tratar el fútbol?
-Son pequeños detalles, pero muy reveladores. Por ejemplo, en Inglaterra la ley prohíbe televisar partidos cuando coinciden con el horario de los partidos de las categorías inferiores. Imagínate el respeto que tienen ahí hacía las raíces del fútbol. También me gusta su periodismo deportivo. Mientras en España, Real Madrid y Barcelona monopolizan casi todos los informativos, en Inglaterra dedican mucho espacio a equipos que pueden estar en la mitad de la tabla. Me encanta ese respeto.
En Alemania y Francia el fútbol también es envidiable. Por ejemplo, unas de mis competiciones favoritas es la Copa de Francia. Es la mejor. Tiene un no-se-qué romántico que la hace bellísima. Se puede inscribir cualquier equipo, incluso de aficionados, las eliminatorias de deciden en sorteo puro y es a partido único [eso permitió que un equipo como el US Quevilly, de la tercera división francesa, llegase a la final en su última edición, en la que fue derrotado por el Olympique de Lyon]. La esencia pura del deporte.
-’11 ciudades’ es un libro de fútbol pero también de viajes.¿Qué se aprende cuando se cubren competiciones deportivas?
-Evidentemente, cuando estás trabajando lo primero es el trabajo. Pero siempre que el fútbol me permite viajar, intento hacer lo posible para empaparme de la cultura de cada país. De todos estos viajes me quedo con momentos que son como pequeñas epifanías. Por ejemplo, la extraña conexión que sentí con el hombre que llevaba el vagón-bar entre Belgrado y Skopie, y sentir que el fútbol es un puente de sentimientos que sirven para superar todas las fronteras culturales y lingüísticas.
Mi ciudad favorita es Medvode, un lugar al que llegué error porque nuestro destino era Liubiana -capital de Eslovenia- pero nos equivocamos cuando hicimos las reservas y terminamos en este pueblo. Fue ahí y a través del dueño del pequeño hotel en el que nos alojamos cuando descubrí que había llegado a MI lugar en el mundo. Desde entonces siento una fascinación por Eslovenia, me encanta Moribor, la ciudad más futbolera del país, y me gusta todo lo relacionado con los Balcanes.
-Escuchaba tu historia y he recordado Mostar, en Bosnia, la ciudad de Meho Kodro y donde la trágica historia de la ciudad se puede contar a través del equipo de fútbol de los bosnios musulmanes, el Vélez Mostar. Viajando, uno se da cuenta de lo que puede aprender de cada sociedad a través del futbol.
-Creo que fue en Vietman, con unos chavales que jugaban a fútbol en un descampado, cuando descubrí que este deporte es un lenguaje universal. Tu les dices ‘Barcelona’ y ellos te responden ‘Iniesta’ o ‘Villa’, y entonces surge un diálogo, un entendimiento que es imparable aunque nadie hable ni una palabra del idioma del otro.
-Otra de tus ’11 ciudades’ es Múnich. Ahí descubres que el tópico que nos presenta a los alemanes como gente fría, está muy equivocado.
-Mi profesor de alemán dice que los alemanes no son gente fría, sino que expresan los sentimientos de una manera distinta. Alemania es un país que hay que conocer porque es una cultura entusiasta, con una alegría de vivir fabulosa y un optimismo extraordinario, y ellos viven el fútbol exactamente así. Asistir en directo a un partido de la Bundesliga es un espectáculo que recomiendo sinceramente a todo el mundo.
-Tras recorrer el mundo y pasar por Tokyo o Asunción, recalas en Eibar, donde asistes al ascenso a segunda división del Sabadell y donde experimentas la alegría incontrolable que nos provoca el fútbol.
-Es que el fútbol nos transforma a todos. Yo mismo, que soy una persona muy equilibrada, cuando juega mi equipo protesto al árbitro, me exalto… La alegría que te proporciona el fútbol es una alegría natural, pura, conectada con los sentidos, con las pasiones íntimas. Si la identificación con tu equipo es muy profunda, la alegría que puedes experimentar es total, inefable.
-Recuerdo cuando, hace años, viví el ascenso del Pubilla Casas a Primera Catalana. Fíjate, eran los niveles más bajos del fútbol territorial, y esos tipos lo celebraban como si les fuera la vida en ello.
-Es que yo puedo decir, sin temor a equivocarme, que el momento en que he sido más intensamente feliz fue cuando el Sabadell ascendió a segunda división, en el estadio de Ipurúa de Eibar. El fútbol debe entenderse dentro de un contexto de competición y también de identificación apasionada. El fútbol es como el sexo, que sacan nuestra faceta más instintiva y animal, que nos desequilibra.
-Cuando hablas de este amor por el fútbol más básico de las ligas territoriales, pienso en los domingos en Eivissa viendo los partidos del Sant Rafel contra el Ferriol o el Collerense. El fútbol se vive de una forma distinta.
-Hay más pureza e inocencia. Es el amor puro por el juego. Es amarlo y comprometerse con tu equipo al 100%. Ir al campo de tu equipo de territorial, aunque haga frío, sabiendo que no verás sobre el campo a ninguna estrella mundial, eso es un acto de amor. Cuando amas el juego, te da igual que no sea sublime.
-Puedes pasar jornadas de 12 horas viendo fútbol sin parar, a veces dos partidos a la vez… ¿No acabas harto? ¿Ver fútbol no se ha convertido en, simplemente, trabajo?
-Afortunadamente, mantengo el entusiasmo. Existe el peligro de caer en cierto grado de saturación pero todavía no es mi caso. Todavía canto los goles de los equipos raros. Todavía me apasiono por partidos y competiciones absurdas del otro lado del planeta que no deberían importarme. Hace unos días, comentando el Montenegro-Inglaterra, cuando Montenegro marcó el gol del empate pegué un salto de la silla de pura felicidad.
-Ya que estás hablando para un medio de Eivissa y Formentera, ¿recuerdas algún partido del Sabadell con un equipo de las Pitiusas?
-En Sabadell todo el mundo recuerda un partido de Segunda B del año 2009, en el que la Penya Deportiva Santa Eulària nos clavó un 4 a 0. Todavía se sigue hablando de esa derrota. De hecho, cuando alguien critica la actual marcha del Sabadell, se le responde diciéndole: “podríamos estar peor, podría ser como cuando la Penya Deportiva nos ganó 4 a 0”. ¡¡Nadie en Sabadell ha olvidado ese partido!!