@V. R. / El hecho de que dos equipos pitiusos coincidan por primera vez en Segunda B hace inevitable la comparación, aunque lo realmente importante es el rendimiento individual de cada uno, independientemente de lo que haga el otro. Tras 14 jornadas disputadas el Formentera aguanta el tipo y pelea por la permanencia ganando partidos en campos complicados y sacando buenos resultados ante rivales de empaque.
Las matemáticas en el fútbol son como la cuenta de la lechera y predecir el futuro mediante un patrón de cálculo es tan arriesgado como probablemente impreciso. De todas formas, los números mandan y los del Formentera, hasta la fecha, son irrefutables. El equipo marcha a buen ritmo en la carrera por la salvación en su primer año en la categoría. Si no se desfonda ni se lo cree, maneja papeletas suficientes como para mantenerse. Ese es el objetivo principal.
Las cosas le están saliendo relativamente bien a pesar de ser un recién llegado, pero el camino es largo. Todavía no ha recorrido siquiera la mitad y queda un trecho importante y sobre todo complicado. Poco o nada tendrá que ver la segunda vuelta con la primera. El equipo formenterense habrá dejado de ser un desconocido para los rivales, que le tendrán en la consideración que merece y se esfumará, por tanto, el factor sorpresa. Además, algunos algunos partidos adquirirán la consideración de finales y en ese tramo la experiencia siempre es un grado.
No obstante, el técnico y los futbolistas del Formentera han demostrado tener soltura como para cambiar su forma de jugar en función de las necesidades del guión y ese carácter camaleónico puede resultar clave en la parte final y determinante de la temporada, la más apasionante jamás vivida por los aficionados locales, que disfrutan de la categoría y de la marcha de un equipo que cumple con el compromiso adquirido.
Por barrios
Peor, mucho peor, van las cosas en Santa Eulària. Como se dice coloquialmente, la felicidad va por barrios y esta no ha llegado todavía a la Villa del Río. Nueve puntos en 14 partidos son el insuficiente bagaje que arroja el conjunto de Dani Mori de cara a la supervivencia en Segunda B. Nueve derrotas, tres empates y solo dos victorias retienen a la Peña en la penúltima plaza de la clasificación del grupo, a siete puntos de la salvación cuando se han disputado 42.
Para alcanzar la media anteriormente establecida en 43 puntos para la permanencia, el equipo debería de ganar en esta primera vuelta cuatro de los cinco partidos que quedan y empatar el otro. Imposible no hay nada, desde luego, pero este proceso aleatorio se antoja de complicado cumplimiento en vista de la trayectoria anterior. De todas formas, todo tiene un principio y el partido de la próxima jornada en casa de un rival directo, el Lagostera, puede ser un buen punto de partida para iniciar una escalada de urgencia con la que aferrarse a la categoría.
No pierde la Peña los partidos por goleada, salvo excepción puntual, y suele rondar por norma general el empate y la victoria, pero parece que le da vértigo ganar y que el equipo no acaba de creer en sí mismo. Tras 14 partidos va siendo hora de dejar los complejos en el vestuario y salir a por el triunfo. Este domingo ante el Ontinyent, que sorprendentemente se ha situado quinto en la tabla, la Peña ha arrojado el partido por la borda en un primer tiempo que ha hipotecado sus posibilidades. En casa, ante su gente y con la necesidad extrema de puntuar no se lo puede permitir, y no es la primera vez que le ocurre.
Sale malparada la Peña en la comparativa con el Formentera, pero lo cierto es que las diferencias entre ambos no son abismales, ni mucho menos. Solo una pizca de suerte y mayor fe en lo que está haciendo podrían cambiar el signo de un grupo tocado en la moral que debe reaccionar cuanto antes para alcanzar el objetivo que se le ha encomendado. No hay tiempo para la lamentación.