por Juan Antonio Torres
Ahora que comienza una nueva Semana Santa y con ella numerosas procesiones, demos una mirada hacia atrás y descubriremos que, a mediados del siglo XIX, junto a los actos religiosos habituales, se celebró la procesión del Santo Entierro por las calles de la Marina, a cargo de la Cofradía del Cristo de la Buena Muerte que había en la iglesia de San Telmo.
Sabemos por el Diario de Ibiza de la época, que dicha procesión se había suprimido durante más de cincuenta años por desidia y que fue recuperada el 1º de abril de 1904, Viernes Santo, coincidiendo con la función religiosa dedicada a la Virgen de la Soledad, con sede en esa misma iglesia marinera y que tenía una gran devoción entre la población.
La recuperada procesión del Santo Entierro y de la Virgen de la Soledad fue muy bien recibida por la población, pues dicen las crónicas que asistió numeroso público en gran silencio y emoción en su tránsito por las calles de la Marina, además de la asistencia de religiosos y autoridades. En algunos balcones los vecinos instalaron luminarias para que se pudiera ver mejor la manifestación religiosa, dada la poca luz pública que había en aquel entonces para iluminar las calles.
El día anterior a aquel Viernes Santo, se había celebrado, a primera hora de la mañana, la misa del Jueves Santo o de la Cena del Señor, instalándose el Santísimo en las tradicionales “Casas Santas” o “Monumentos”, profusamente adornadas con flores, “brulla” y cirios, cuyos restos solían recogerse para llevarse a las casas para ser encendidas como protección los días de fuerte tormenta. La visita a las “casas santas” era muy popular pues, era tal el gentío que asistía a verlas y rezar en aquel día, que las calles eran un hervidero de gente, sobre todo por la tarde y la noche. A aquellas visitas de la población, se juntaban también las visitas diurnas de las tropas del Batallón de Cazadores de Ibiza y las autoridades civiles y militares.
La celebración de la procesión del Santo Entierro y la Virgen de la Soledad de la iglesia de San Telmo fue muy irregular pues, por falta de organización, se llevó a cabo únicamente unas seis veces en 34 años, aunque todos los años se celebró la función religiosa dedicada a la Virgen de la Soledad en la citada iglesia. La última vez que se celebró la procesión del Santo Entierro fue el 18 de abril de 1924, a la que asistió la Banda de Música del Batallón de Cazadores de Ibiza, que se había formado un año antes.
La celebración de las ceremonias de la resurrección de Jesucristo era lo más distinto a como se viene celebrando en la actualidad, pues comenzaba la función religiosa a primera hora de la mañana del Sábado Santo, conocido entonces como “Sábado de Gloria”, para la bendición del llamado “fuego nuevo” y de las aguas bautismales. Acabada esta ceremonia religiosa, las iglesias repicaban a gloria hacia las 10 de la mañana y se originaba un gran estruendo de cohetes y disparos de armas de fuego, tradición esta última que prohibió el Ayuntamiento de la ciudad a partir de aquel año de 1904 por considerarse una costumbre bárbara; a dicha celebración alegre se unía el lavado con agua de la cara por parte de todos los que podían, entre grandes muestras de alegría y felicitaciones.
Una vez que repicaban alegres las campanas de las iglesias la mañana del Sábado Santo, el tráfico y el bullicio por dentro de la población volvía a permitirse, ya que había sido cerrado los días anteriores, y un gran número de payeses entraban con sus carros a la ciudad para vender carne lanar, de cabrío y de cerdo en paradas que se instalaban en la plaza del Mercado Viejo y la calle de Antonio Palau, aprovechando que el Ayuntamiento ese día no cobraba arbitrios para la entrada a la ciudad de mercancías para su venta, paradas a las que se sumaban los vendedores de carne de las carnicerías. Al parecer, los precios de la carne no bajaban, aunque no se hubieran pagado arbitrios, y era motivo de vigilancias y denuncias. Tanta venta de carne era motivado por la prohibición de comer carne durante los viernes de la Cuaresma y el Jueves y el Viernes Santo, siendo un manjar especial para celebrar por todo lo alto la comida del Domingo de Resurrección en familia, junto con el típico “flaó”, que era el pastel exclusivo de aquella fecha. Todos los teatros regresaban de nuevo a sus funciones.
Durante las primeras semanas de la guerra civil de 1936-39, el retablo de la iglesia de San Telmo y las imágenes fueron quemadas y el templo semi destruido, al igual que ocurrió con numerosas imágenes de la catedral y de otras iglesias de la ciudad. Debido a todos estos destrozos, no volvió a celebrarse una procesión de Semana Santa en nuestra ciudad hasta el Viernes Santo, día 7 de abril de 1944. En aquella ocasión fue con el Cristo Yacente de la Catedral, que había sido tallado por los artistas valencianos Román y Salvador, cambiándose el curso de la historia de nuestras procesiones de Semana Santa.