Por Juan Antonio Torres
La llegada de la primavera llenaba de vitalidad a las gentes de la ciudad y los pueblos, pues se acercaba el día de llevar a cabo alguna actividad festiva que rompiera la monotonía de la vida en tiempos pasados. Las romerías a San Jorge, a Santa Eulalia por el Primer Domingo de Mayo o a Nuestra Señora de Jesús eran festividades muy esperadas. De la romería a la iglesia de San Jorge, cuya iglesia fortaleza data del siglo XIV o XV y que fue construida en el llano cercano a las Salinas para salvaguardar a los trabajadores de la extracción de la sal de ataques berberiscos o turcos, he encontrado noticia escrita de su celebración a finales del siglo XIX.
El registrador de la propiedad valenciano, Víctor Navarro Reig, que ejerció en Ibiza, nos da a conocer esta romería en su libro Costumbres en las Pithiusas, de 1901, sobre información recogida entre 1897 y 1898: “Las otras romerías, de la que es modelo la de San Jorge, la más animada, sin duda por el tiempo en que se celebra; por la proximidad a la ciudad (solo dista 5 kilómetros), que hace que los habitantes de ésta y su arrabal tomen parte en la fiesta, y por la devoción que inspira el Santo Caballero, no ofrecen gran cosa en particular. En los alrededores de la iglesia se establecen puestos de refrescos y de golosinas, y principalmente de rifas, ya con ruedas, ya con barajas. La gente acude de todos lados, bien a pie, bien en carros; y como algunas familias van a pasar allí todo el día, los carruajes desenganchados y las caballerías atadas a ellos o a los árboles, dan al sitio aspecto de animado
campamento. Muchos payeses que tienen carro, se dedican ese día al transporte de asientos desde la población a la iglesia (…). Este viaje se convierte en un verdadero certamen de carrera, pues los conductores, ya por la codicia de hacer mayor número de viajes, ya por la vanidad de tener la bestia más ligera, llevan sus caballerías al trote y al galope y hasta al escape, con tal de no dejarse pasar por un competidor. Los pobres romeros tienen que agarrase bien para no ser despedidos del asiento a los saltos y golpes de las ruedas en los baches y piedras del camino: pero lo sufren resignados, y ni aún se estremecen ante el peligro de un choque o de un vuelco, pues están acostumbrados a tales carreras, dado que la gente de Ibiza no sabe andar despacio si va a pie, o al paso si a caballo o en carruajes (…). Los ibicencos no meten bulla, ni un aún cuando se pelean. Yo he presenciado en la romería a San Jorge una riña entre dos hombres, en la que salieron a relucir los cuchillos, e intervinieron multitud de personas para separarlos y evitar una desgracia; y aunque hubo muchos golpes y revolcones, y vaivenes, y arremetidas, no se oyó ni un solo grito, ni una interjección, ni un juramento”.
Otra de las actividades de esparcimiento que proporcionaba esta romería era la de realizar una merienda en grupo en las laderas de los Molinos por aquellas personas y niños que no habían podido ir a San Jorge. Veamos que nos dice sobre el particular el semanario Ibiza, del 26 de abril de 1892: “El sábado último se celebró la popular romería de San Jorge, con numerosísima concurrencia, especialmente por la tarde: Quedó la ciudad poco menos que desierta, a cuyos habitantes excitó principalmente a salir al campo, lo esplendoroso del día siendo muchos los que se esparramaron por las pintorescas vertientes del cerro de los Molinos con la tradicional merienda. Hasta después de puesto el sol, fueron llegando atestados de gente, muchos carros de transporte en su mayor parte, sin faltar el obligado rocerío y otras expansiones de dudoso gusto, particularmente por los que al salir de sus casas salen también de sus ‘casillas’”. Un Diario de Ibiza de abril de 1899 nos dice: “La romería de San Jorge muy animada. Muchos salieron a las afueras de la ciudad a ver regresar a los romeros provistos de cena a la que no podían faltar huevos cocidos”.
Tal era la afición a esta romería que el director de la coral La Unión, Manuel Marí Seguí, compuso, el 18 de enero de 1919, una canción para niñas, con letra de Francisco Medina Puig, titulada “Himne a Sant Jordi”, que llegó a hacerse muy popular:
“A Sant Jordi anem al·lotetes. Sa primavera ha arribat i es camps tots plens de floretes. Nostre cor han animat, Oh! terra nostra estimada. Quin mes d’abril tan hermós i on va tanta gentada per aquest camp ufanós. A Sant Jordi estan de festa i totes hi haurem d’anar, perquè sa gent remolesta cada any ho deu celebrar. Anem de pressa al·lotetes que veurem sa processó, i es joves i pagesetes que hi van de cada quartó. Portarem bon berenar; cantarem dolces cançons, i hem d’anar veure ballar i també rifar flaons. Que molts anys amb alegria, puguem venir si convé. I ara, gloriós Sant Jordi, direm fins a l’any que ve. Si em donau salut i vida jo us promet que tornaré”.
La romería a San Jorge siguió siendo popular hasta la década de 1950-60, y la gente de la ciudad iba a pie o en bicicleta, bordeando la costa por caminos. En esta fecha, era tradicional comer una tortilla de espárragos trigueros y nísperos.