@Vicent Torres / Después de décadas de políticas redactadas con letras de cemento, la sociedad de Eivissa y Formentera se han conjurado para defender uno de sus bienes más preciados como es el territorio. La última polémica generada por la instalación de un chiringuito sobre las rocas en Cala Gració ha tomado el testigo de los cientos de voces que aullaron nada más visionar un vídeo en el que se mostraba una gran extensión arrasada en la Punta de sa Torre de Portinatx para levantar el complejo de lujo Xarraca Bay. El más mínimo indicio de una nueva tropelía urbanística ha hecho levantar como un rayo las voces disonantes. Pero si algo han tenido en común ambos casos ha sido que todo partió de una imagen grabada con un teléfono móvil y subida a las redes sociales. Un simple gesto encendió la maquinara y puso contra las cuerdas a las instituciones implicadas.
Las dos últimas décadas han sido vertiginosas en lo que a la evolución de la tecnología se refiere, pero también lo ha sido en la manera en la que se transmiten las historias y en el trabajo de los medios de comunicación de masas. El flujo de la información ha cambiado y, en algunas ocasiones, la investigación periodística es posterior a la aparición de la información. Es imposible saber qué habría pasado en Portinatx y en Cala Gració de no ser por el estado alerta constante de la sociedad, de su capacidad de mostrar su descontento con un simple gesto de pulgar y de la inmensa barra de bar que son las redes sociales.
Si no cambió el rumbo de las cosas, la denuncia del grupo ecologista GEN-Gob obligó a que, como mínimo, el Ayuntamiento de Sant Joan levantara las orejas ante la megaconstrucción que está llevando a cabo la empresa Six Senses en la bahía de Xarraca. Un suelo urbano y turístico en el que, sin embargo, las instituciones han dejado que el nuevo hotel gane extensión y limite su altura como contrapartida. Después de la aparición del vídeo en las redes sociales, los medios de comunicación ampliaron el mensaje y ya fue imposible que el Consistorio de Labritja hiciera oídos sordos. Antoni Marí, primer edil del municipio, detuvo parte de las obras al apreciar irregularidades en el proyecto y puso en marcha la pequeña maquinaria de su Ayuntamiento. Finalmente, la promotora continuó con los trabajos, aunque tuvo que subsanar las deficiencias del mismo antes de volver a mover una piedra.
Todo parecía ir rodado para los impulsores de un chiringuito en Cala Gració hasta que un vecino tomó una foto con su teléfono móvil mientras instalaban la construcción en Cap Negret, en una zona donde la competencia es de la Demarcación de Costas, que informó favorablemente del proyecto. También le habían dado luz verde en Ayuntamiento de Sant Antoni y el Govern. Sin embargo, la indignación en las redes sociales cuajó en una reculada en toda regla: el tripartito del Consistorio portmanyí, que llegó a la alcaldía con la defensa del territorio y el no al cemento como una de las banderas de Reinicia, detectó «irregularidades» en un proyecto que y a había aprobado previamente.
«Algún técnico de la casa piensa que haría falta algún otro tipo de autorización. Se ha puesto en evidencia una situación que tenemos que volver a analizar a fondo», reconoció ayer el alcalde de Sant Antoni, Pep tur, antes de confirmar que el chiringuito «no tenía licencia de actividad». Algo que no le impidió taladrar la roca para apuntalar la construcción, según denunció ayer mismo Amics de la Terra, en una zona en la que muy cerca se encuentra un sistema dunar con plantas protegidas.