@V. R. / El fracaso y la decepción se han mezclado a partes iguales en el desenlace del play-off de ascenso de la UD Ibiza a Segunda División B. El equipo insular se ha quedado a las puertas de la categoría de bronce del fútbol nacional al caer derrotado ante el Atlético Levante en una dramática tanda de penaltis en la que ha llegado a tener dos goles de ventaja. Una renta que parecía definitiva pero que ha desperdiciado de forma incomprensible.
Los nervios han jugado una mala pasada a los lanzadores en el peor momento, cuando el equipo acariciaba el ascenso con la yema de los dedos. Cuando los aficionados ya soñaban con el regreso de la Segunda B a Can Misses. En ese justo instante la suerte ha dado la espalda la Ibiza. Los acontecimientos han dado un giro inesperado y han desembocado en el guión más cruel posible para unos y menos pensado y más feliz para los otros.
El fútbol tiene estas cosas y es aconsejable no celebrar nada antes de tiempo. La eliminación en la tanda de penaltis del último partido de la última eliminatoria de ascenso y las circunstancias que lo han rodeado ha supuesto un mazazo de proporciones incalculables para los futbolistas de la UD Ibiza. El club había construido un proyecto galáctico con el propósito único de subir de categoría. Ese era el gran objetivo y todo lo demás adquiría un papel secundario en el seno de la entidad.
No tuvo escrúpulos el Ibiza para ‘tocar’ y fichar en su momento a jugadores de equipos que, como el Formentera, su vecino, se estaba jugando la permanencia en Segunda B. El fin debía justificar los medios, pero, al final, ha salido cruz. La misma en la que ahora los detractores de este proyecto y de sus métodos, que los hay y no son pocos, lo clavarán por no haber alcanzado la meta a pesar de todos los medios empleados y las formas utilizadas.
La del Ibiza debe haber sido este curso una de las plantillas más caras de todos los grupos de Tercera División del país, pero la fórmula de la chequera no garantiza el éxito, como se ha visto. Aunque el dinero ayuda, la planificación es fundamental en cualquier proyecto de grandes dimensiones, como el de la UD Ibiza. Este puede haber sido el talón de Aquiles del club que preside Amadeo Salvo, expredidente del Valencia CF y un hombre que conoce bien este deporte y sus entresijos.
El plan del Ibiza dio síntomas de inestabilidad desde la primera jornada, cuando una derrota ante el Felanitx en Can Misses le costó el puesto al entrenador que había subido al equipo a Tercera División y había realizado la pretemporada con la plantilla. Nadie podía conocer a los jugadores mejor que él en ese momento, pero David Porras fue despedido de forma fulminante por haber perdido un partido, uno solo. No tuvo tiempo para más. Después de un periodo de interinidad en el banquillo llegó Toni Amor para hacerse cargo del conjunto.
Este fichaje tampoco funcionó por la mala sintonía que había entre él y algunos de sus futbolistas y por las constantes injerencias que tuvo que soportar en su parcela, la deportiva, y que pasaron de puntillas y se diluyeron en el hermetismo que ha caracterizado al club desde que Salvo lo reflotara del baúl de los recuerdos al pagar las deudas pendientes en la federación. Los resultados en la Liga balear de Tercera División no fueron los deseados ni lo que cabía esperar para un equipo con tanto potencial y al final no se pudo ganar la Liga, que es el camino más corto y rápido que hay hacia el ascenso.
Rufete, íntimo del presidente y vinculado al proyecto deportivo de Salvo desde sus inicios, cogió las riendas del equipo tras la destitución de Amor. Su misión era conducir al grupo hasta la Segunda División B. Y no ha estado lejos de conseguirlo, pero se ha quedado encallado en la entrada del puerto. Todos los cambios que se han producido a lo largo de la campaña no han sido buenos para los futbolistas, que han tenido que jugar hasta bajo cuatro manuales diferentes a lo largo de este curso, los de cada técnico que ha pasado por el banquillo unionista. Todas estas alteraciones han tenido un claro efecto sobre la plantilla, a la que le ha faltado tranquilidad.
El ejercicio que viene la UD Ibiza volverá a jugar en Tercera División y si se cumplen las palabras de su presidente peleará de nuevo por el título, por llegar al play-off como primer clasificado del torneo balear y alcanzar el objetivo que este año se le ha escurrido de las manos cuando ya casi lo había atrapado. Será una Liga entretenida en la que habrá hasta cinco conjuntos pitiusos, pero ni en Eivissa ni en Formentera se podrá ver, por desgracia, fútbol de bronce.
Pues a la calle todos jugadores, utillero, el apuntador,… Pero que no decaiga el ánimo, se comprará el derecho o plaza de algún equipo en deshaucio y se estará en 2ª B.Esto es un negocio y ya está.