Joan Pantaleoni ha criticado a diario y con dureza la gestión del Ayuntamiento de Sant Antoni desde que empezó la temporada turística. Recordar que tiene toda la legitimidad para hacerlo sería señalar una evidencia. Pese a los esfuerzos que hizo el Gobierno que presidía Mariano Rajoy por cargarse la libertad de expresión (e, incluso, la libertad de pensamiento), España sigue siendo un Estado de derecho; una democracia llena de líneas rojas que no se pueden cuestionar ni reformar, pero democracia al fin y al cabo.
Pantaleoni se queja, en cambio, de que varios miembros del equipo de gobierno de Sant Antoni respondan a sus críticas recordándole que, durante ochos años (2003-2011), fue teniente de alcalde y responsable de la Policía Local del municipio. Le molesta también a Pantaleoni que esos mismos concejales opinen que muchos de los males que aquejan a Sant Antoni actualmente ya los sufríamos durante aquellos años en los que él, propietario de varios negocios que son el claro ejemplo del turismo de borrachera que mancha la imagen de nuestro pueblo desde hace décadas, fuera a la vez el encargado de hacer cumplir las ordenanzas que debían asegurar que las calles portmanyines fuesen mínimamente habitables. “Yo ya no soy político, soy un simple ciudadano”, ha escrito Pantaleoni, que también fue presidente de la Junta Local del PP durante un largo período.
Yo no quiero obviar, señor Pantaleoni, que fui uno de los impulsores de la plataforma Reinicia Sant Antoni, el blanco de muchas de sus críticas. Ni que participé en la campaña que logró que una candidatura de vecinos independientes consiguiera 1.500 votos y cuatro concejales en las últimas elecciones locales. De hecho, de forma simbólica, mi nombre aparece en uno de los últimos puestos de esa lista electoral. Por si fuera poco, los que me conocen un pelín saben que tengo a un buen amigo dentro de la corporación y, además, aprecio personal por varios de los miembros del gobierno municipal. Así que no juguemos al engaño: igual que le ocurre a usted, señor Pantaleoni, no puedo tener una opinión imparcial sobre la ordenanza del West End, la patata caliente más grande que ha tenido en la mano el tripartito PSOE-Reinicia-PI durante este mandato.
¿Pero es que algún vecino de Sant Antoni puede tener una opinión imparcial sobre el West End? Quien no tiene un negocio tiene un primo que trabaja allí. Quien no sufre en tímpano propio los ruidos que genera el incivismo de muchos turistas (y, también, de algún residente) tiene a un padre, una tía o un abuelo que no puede dormir porque vive en las calles que rodean a la zona de fiesta del pueblo. Quien incumple las ordenanzas porque solamente piensa en maximizar los beneficios de su local tiene al lado a un vecino que sí cumple escrupulosamente con la ley, abre todo el año y trabaja para tener una clientela más respetuosa con el barrio. Quien cumple y quien incumple tienen que cerrar tres horas antes que hace unos años, viendo reducidos sus beneficios de forma considerable. Quien no baila al ritmo de la electrónica británica mueve el culo con una bachata o salta con un rock and roll. Quien no viene a Sant Antoni de vacaciones porque le encanta alojarse en uno de esos hostales familiares que se han reformado en el último lustro se tira trescientos días aguantando la lluvia de Sheffield mientras cuenta las semanas que faltan para pasar las mejores noches de su vida bajo las lámparas de colorines que cuelgan de los techos de los bares del West End. Quien no cena en un restaurante que combina tradición y vanguardia o se toma un vino en una terraza del carrer Ample se come un hamburguesa, un kebab o un cubo de pollo rebozado en un puesto de comida callejera. Quien no abandona sin pudor cajas de cartón, servilletas de papel, vasos de plástico o botellas de vidrio sobre los adoquines limpia ese mismo suelo cuando despunta el alba. Quien no se lo pasa hoy genial en alguno de esos locales ha gozado la noche en épocas pasadas. Quien no se prostituye o vende gas de la risa para ganarse el pan a miles de quilómetros de su país natal despacha cápsulas de óxido nitroso, dosificadores y globos en su ferretería sin querer saber para qué se van a utilizar.
Y, pese a la diversidad de miradas con las que uno se puede asomar a la zona de fiesta que vertebra el carrer Santa Agnès, es difícil opinar sobre el futuro del West End con medias tintas. O se está a favor de eliminarlo o reformarlo, o se es partidario de no ponerle restricciones a un tipo de ocio nocturno que nos hace competir con Magaluf, Benidorm o Salou por el dudoso honor de ser el rincón más etílico de la costa mediterránea. Muchos vecinos, quizás no los más ruidosos, hace tiempo que hemos perdido el miedo a apostar por la primera opción. Nos mueve el interés general, el fer poble por delante del fer sous. Porque, ¿de qué sirve vivir sobre una mina de oro si resulta un lugar inhabitable?
Ustedes, imagino que por interés particular, apuestan por lo segundo. Estas reflexiones, señor Pantaleoni, son personales y las comparto públicamente desde la misma libertad de expresión a la que usted ha apelado tanto en su cuenta de Facebook. Si no se las toma como un ataque personal, quizás le ayuden a entender que ponerle límites a la avaricia económica no es lo mismo que atacar al turismo. Lo que usted y otros muchos entienden por turismofobia no es más que amor, respeto y preocupación por el mañana de la isla que acogió a nuestras familias hace ocho siglos o hace cuarenta años. Una Ibiza que ha prosperado mucho, pero se ha preocupado poco por preservar la sostenibilidad de este frágil universo insular que habitamos. Si tomáramos un café, seguramente coincidiríamos a la hora de criticar varias decisiones del tripartito que gobierna el Ayuntamiento. Pese a que a mí no me molesta reconocer a qué color político he apoyado, creo que el gobierno municipal se equivocó concediendo los permisos para instalar el famoso chiringuito de Cala Gració (que luego paró, pero que sigue sin desmontarse), censurando el mural del artista griego INO por exceso de corrección política o eliminando la zona azul fiándolo todo a que ses Variades absorbiera el sobredimensionado número de coches que conducimos los sanantonienses. Nadie es infalible, pero de ahí a afirmar, como hacen usted y otros, que se ha desatado el apocalipsis en Sant Antoni hay un trecho. Es confundir la velocidad con el tocino, como dirían en el pueblo extremeño en el que nacieron mis padres.
Dibujar ese apocalipsis creado por el único gobierno progresista que ha alcanzado el poder en Sant Antoni en cuarenta años de municipalismo democrático responde a un interés muy particular, supongo. Un interés personal suficientemente grande para pasar por alto que en solamente tres años y pico se han amortizado los más de 7,2 millones de euros de deuda con la que los gobiernos de Pepe Sala –de los que usted formó parte, señor Pantaleoni– hipotecaron a las corporaciones siguientes –incluida la de Pepita Gutiérrez, que ya dijo con resignación que había mandatos para gastar y mandatos para ahorrar–. O para obviar que, además de gestionar mejor el dinero de todos, las instalaciones deportivas del municipio se han renovado y han resuelto, en algunas casos, ciertas deficiencias que arrastraban desde su construcción, quizás fruto de las prisas por querer cortar la cinta antes de unas elecciones.
O para no mencionar que todas las multas por infracciones urbanísticas que ha recibido el Ayuntamiento en este mandato son fruto de la política urbanística a la carta que imperaba en los tiempos en los que Pepe Sala era alcalde. O para criticar la medida pionera de proteger Cala Salada convirtiéndola en la primera playa conectada de la isla. O para lamentar que, afortunadamente, este gobierno haya detenido la especulación territorial que representaban los Asentamientos en Medio Rural o la amenaza de ruido de los hoteles-discoteca que quieren echar raíces, también, en nuestro municipio. O para señalar que el problema de limpieza que existe a ciertas horas en ciertas zonas se debe a la falta de limpieza y no, principalmente, a la falta de civismo de particulares y empresarios. O para ignorar la retirada de los obstáculos que impedían recorrer las calles de Sant Antoni a las personas con movilidad reducida. O para alentar el discurso del jefe de la Policía Local contra la concejala de Gobernación, a la que ha denunciado por supuesto acoso, sin matizar que ese mismo agente ha intentado boicotear todas las decisiones que se han adoptado en ese departamento cogiéndose innumerables e injustificables bajas. O para olvidarse de que ya no se financia de forma exagerada e irregular a ciertos medios de comunicación a riesgo de granjearse su enemistad editorial. O para enterrar las iniciativas culturales (cine, música en directo, exposiciones de arte, festivales de flamenco que conviven sin problema con los de ball pagès, demostrando por fin que los portmanyins somos una comunidad mestiza de apellidos, lengua y religión) que se están desarrollando desde hace varios años con apoyo u organización municipal.
Alguna de las pocas veces que hemos hablado en persona, señor Pantaleoni, recuerdo haberle escuchado que la política es una pasión que le acompaña desde su juventud, allá por los tiempos de la Transición. De hecho, recuerdo también haber visto en la prensa un cartel electoral en el que, diría que aún en los años setenta, se presentaba usted al Senado por la Unión de Centro Democrático con un traje y un bigote muy de la época. Si todo lo bueno que ha hecho el tripartito PSOE-Reinicia-PI hasta la fecha le parecen logros banales, simplemente, porque cree que los nuevos horarios que buscan controlar el West End van a cargarse la economía sanantoniense es que quizás va a ser cierto lo que me dijo un amigo hace poco, que usted quiere ser el dueño de Marlboro y el ministro de Sanidad al mismo tiempo, que concibe la política como una vía para favorecer sus intereses personales y no como el instrumento para mejorar por igual la vida de todos sus convecinos, independientemente de los apellidos que figuren en su documentación ni de los euros que almacene su cuenta corriente.
Pablo Sierra del Sol
Brillante y amén.
Molt ben dit!!!
fantastico !!!
Game, set and match
Pantaleoni, persotanje ben conegut arreu de l´illa. A Eivissa regenta, o regentaba, un local musical amb un habitage aferrat a la paret mitgera. Els propietaris varen tenir que arribar fins el suprem, perque els hi donessin sa raó. Aixó si, desprès de baixes laborals, asistencia psicologica…exemple d´empresari illenc per excelencia
chapeau!!.molt bon article.Sa crítica constructiva es s´unic cami per acabar amb el clientelisme i «llepaculisme» propis de s´Espanya en blanc i negre.O evolucionem o anam tots al carai.
Que siga que Rajoy quiso cargarse la libertad se expresión y casi la de pensamiento retrata perfectamente el talante del autor del artículo. Poco más que añadir
No t’entenc, què vols dir?
JAJJAJA GOBIERNO PROGRESISTA DICE? cires es el alcalde más de derecha de la historia de la isla, todo el mundo lo sabe. pobres los que se creen eso de gobierno progre.
Long life to the tripartit.
La isla en muchos aspectos es la primera , en este acaso, Lleva anclada al pasado muchos años atada de manos por empresarios de tres al cuarto , que no saben como ganar dinero sino es a costa de la salud y vida de los demás . En los 80 la movida Madrileña se introdujo en el mismo centro de la ciudad, calles llenas de pub´s típicos (antros oscuros ) llenos de una nueva moda unida a etnias incívicas , mucho alcohol y demasiada droga; la generación perdida se le llamo . En los 90 Los barrios Madrileños cambiaron sus políticas y regeneraron el centro de la ciudad. Año 2018 en Ibiza seguimos igual.