LA MIRADA de Juan Antonio Torres
La diversión de los ibicencos en épocas pasadas consistía en algunas celebraciones a lo largo del año. Ya hablamos en el artículo anterior de las verbenas y los bailes de salón que se organizaban en la ciudad en fechas señaladas a lo largo del año, pero la gente de la ciudad tenía, además, sus casinos y sus teatrillos en la zona portuaria del barrio de la Marina. Los teatrillos de la Academia del Pueblo y de la Sociedad Artística alternaban representaciones de zarzuelas y de teatro con espectáculos de variedades o de revista a cargo de artistas de aquellas compañías lírico-dramáticas o de variedades venidas de fuera de la isla. Como muestra de estas atracciones de variedades, la que llevó a cabo la pareja Ventura-Arbat, que actuó el 2 de julio de 1885 en el teatrillo de la Academia del Pueblo con un programa de canción española y francesa y bailes de boleros, polkas y otros propios de la época.
Lo curioso de la noticia-anuncio, aparecida en el semanario El Ebusitano del 30 de junio de aquel año, es la nota que transcribo ahora: “Las señoras podrán asistir a dichas funciones sin temor de hallar en los bailes y pantomimas nada ofensivo al pudor y a las buenas costumbres”. No es de extrañar esta nota, pues en la zona portuaria había bares abiertos hasta altas horas de la noche con los consabidos parranderos que, con alguna copa de más, se dedicaban a proferir ucs o gritos «salvajes» por las calles, siendo queja de los periodistas.
En otra noticia, aparecida en el Diario de Ibiza del 15 de enero de 1895, sabemos que un bar de la Marina había contratado “flamencas” o “cantaoras” y que, por falta de ingresos por dichas actuaciones, una de estas artistas deambuló durante días por nuestras calles en completa miseria. El periodista se queja que los empresarios que contratan a estas artistas se encargen luego de regresarlas a sus domicilios en la Península, y no como tiene que hacer la citada, que tenía que pedir limosna por las calles para poder comer y salir de la isla.
Una de las noticias más llamativas de finales del siglo XIX en Ibiza fue la llegada del fonógrafo que trajo un forastero, un aparato que fue instalado en un bar del puerto para audiciones y también en el paseo de Vara de Rey con gran expectación. Tal fue la novedad que el dueño del fonógrafo llevó a cabo dos funciones especiales para las señoras. Así publica la noticia de Diario de Ibiza del 24 de agosto de 1896: “(…) el dueño de dicho aparato ha llevado su amabilidad al extremo al destinar dos noches, las de hoy y mañana, sólo para el bello sexo e individuos de sus familias, para que así puedan concurrir éstas a dichas audiciones con entera confianza y sin la repugnancia que podría inspirarles el ser aquellas públicas (…).
Otra noticia que causó furor en la ciudad fue la llegada de “una nueva remesa de camareras, para servir los cafés de la ciudad. Esta novedad ha tenido gran aceptación. No hay bar que no las tenga, incluso de gente seria”, publicó el Diario de Ibiza el 29 de mayo de 1899. Pero el mismo diario publicaba, el 17 de julio de aquel mismo año, lo siguiente: “La costumbre de introducir camareras en los bares está resultando un fracaso y ya ningún bar quiere porque han pasado ciertas cosas. Ya ya se sabe: la fruta se desea mientras es ajena”.
La diversión con espectáculos se amplió notablemente a partir de la inauguración del Teatro Pereira, el 6 de abril de 1899, y la del Teatro Serra, en 1912, conocido en aquel tiempo como sa Barraca y, sobre todo, a partir de su ampliación en 1928.
Toda esta introducción viene a cuento porque estamos hablando del mundo de la diversión en la noche, donde todos los gatos son pardos. Supongo que la asistencia a las veladas de zarzuela y teatro, a la que no solían asistir las señoras de los espectadores, y la existencia de todo tipo de bares y animación en el barrio portuario de la Marina, hacía que algunos salieran de sus normas de comportamiento moral y público y dieran más de un escándalo y algún problema con la esposa y la familia. Porque lo que no decían los diarios lo decía la gente en chismorreos por la calle. En definitiva, quiero decir que, hasta entrada la década de 1950, los locales de variedades y bebidas hasta altas horas de la noche no solían estar muy bien vistos, como no solían estarlo los artistas y los músicos que se dedicaban a este tipo de animaciones.
Durante la II República Española, las costumbres públicas de hombres y mujeres se relajaron mucho por imponerse el librepensamiento y el anticlericalismo en contra de la estricta moral católica. Pero, después de la guerra civil española, la Iglesia Católica se rehízo y aprovechó para “imponer” su moral pública a toda la población: La mujer al cuidado de la casa, del marido y de los hijos. En las playas, nuevamente zonas acotadas para cada sexo y un traje de baño que cubra decentemente el cuerpo. En los bailes, procurar no agarrarse demasiado con la pareja. La Conferencia Episcopal Española del año 1958 recalcó que los bailes eran peligrosos para la moral, especialmente cuando éstos eran “agarrados”, por “convertirse en ocasión próxima al pecado”.
Con este panorama de moralidad pública y la llegada de algunos centenares de turistas catalanes y franceses a Ibiza, abrió una sala de fiestas de verano donde la música, el baile, los espectáculos de variedades y la bebida estuvieron juntos en un solo local. En otros lugares se conocían estas salas como cabaré, club de noche o dancing club, entre otros nombres. Fue el 29 de junio de 1951, a las diez de la noche, cuando se inauguró el Bar-Restaurante Mar Blau, instalado en un pequeño local-cueva en el lado sur del Puig des Molins de la ciudad de Eivissa, muy alejado del núcleo urbano, amenizado con la actuación de la orquesta Batamú. Pero no sería hasta la inauguración de la sala de fiestas Ses Voltes, en Sant Antoni de Portmany, el 12 de junio de 1952, cuando podemos hablar de sala de fiestas con variedades. Ses Voltes fue instalada en un chalé cercano a la playa de s’Arenal, y de la que hizo de director artístico el popular locutor de Radio Barcelona, Joaquín Soler Serrano, en colaboración con el profesor de piano del Conservatorio de Barcelona, Alfonso Oya Simó, conocido artísticamente como Alfonso Rivero, quien dirigía una orquesta de baile y para acompañar a los artistas contratados para la ocasión: Luchy Berg y Pedro y Lucía Blancazo.
El año 1954, Alfonso Rivero se hizo cargo de la sala Ses Voltes de forma más modesta, pero igualmente rentable. El 4 de julio de aquel año, Rivero organizó una fiesta para los americanos que veraneaban en aquella localidad, que tituló Independence Day, con baile, fuegos artificiales, confeti y serpentinas. Rivero compuso y estrenó, aquel 1954, el bolero Bahía de San Antonio, y, el 1955, el bolero Ibiza. Aquel mismo año se inició la creación de salas de fiesta por otras poblaciones de la isla. Así, en Santa Eulària des Riu se inauguró la sala Ses Parres, con la actuación de la orquesta ibicenca Hawai; la sala Mar Blau, de la ciudad, ampliaba sus instalaciones con unas impresionantes terrazas sobre el acantilado sur de los Molinos, frente al mar, queriendo mantener el liderazgo de las salas de fiestas ante la nueva y creciente competencia, y en Sant Antoni se inauguró una nueva sala, Ses Guiterres, con la actuación de la bailarina de baile español clásico, Fina Gon, acompañada con la orquesta Ritmo y Melodía, integrada por músicos militares de nuestro regimiento. En esta sala fue donde se comenzó a ofrecer a los turistas actuaciones de nuestros bailes típicos, que se puso de moda en aquellos años en todas las salas de fiesta de la isla. También en Sant Antoni se inauguró una bolera a la entrada del pueblo, con campeonatos de bolos, y donde se llevaron también a cabo bailes con la orquesta ibicenca Samba, establecimiento que se anunciaba como “el rincón más pintoresco de la bahía; el ambiente más agradable de Ibiza”.
En Santa Eulària des Riu se anunciaba la apertura de una nueva sala de fiestas, La Cala, con las actuación de la orquesta ibicenca Hawai, local que funcionaría también en invierno. En la ciudad, los bares portuarios Marisol, Ribereño y Pitiuso se animaron a contratar las orquestas Hawai y Samba para amenizar los bailes en sus terrazas. El año 1954 no acabaría sin tener una novedad más: la apertura en la pensión El Corsario de Dalt Vila, un club de baile y sala de te para el invierno, amenizada por la orquesta Ritmo y Melodía, que ya he comentado que estaba formada por músicos militares, y el inicio de bailes de invierno en los salones del Club Náutico de la ciudad con la orquesta Ibiza Jazz de don Victorino Planells, club que cada vez conseguía más socios para poder disfrutar los fines de semana de este tipo de distracción, antes solo resumidas a determinadas festividades durante el año.
El turismo y los beneficios que estaba reportando a la isla, hizo que las autoridades abrieran la manga de la permisividad en cuanto a la estricta moral pública impuesta a los ibicencos y españoles e hiciera la vista gorda hacia los turistas. En este ambiente de más permisividad, surgió un personaje ibicenco como conquistador de féminas extranjeras: el popular palanquero.
Sea lo que sea, la década de 1950 aún daría mucho de sí en cuanto a la apertura o adaptación de locales dedicados a crear ambiente festivo entre la población visitante y nativa. En la ciudad se inauguró, en julio de 1955, un bar que daría mucho que hablar, el Bagatela, situado en pleno paseo de Vara de Rey. Este bar era frecuentado por alférez provisionales destinados a Ibiza y algunos jóvenes y chicas ibicencas un poco liberales, pues salir solas a un bar a tomar una copa o fumar un cigarrillo era algo muy mal visto en aquella época de moral tan estricta. Así y todo, estas chicas se pusieron el mundo por montera y siguieron frecuentando este y otros locales de esparcimiento sin más problema, pues nada escandaloso hacían. El Bagatela fue el primer bar que puso ambiente musical con tocadiscos, lo cual fue muy novedoso para la época.
El año 1956 fue el final de la sala Ses Voltes y el inicio de la sala Isla Blanca, dirigida por Alfonso Rivero, que se convirtió en la más emblemática durante aquella década en Sant Antoni, convertida ya en la capital del turismo de la isla. El año 1958 aún daría novedades en cuanto a salas de fiesta y se inauguró en Sant Antoni la sala de fiestas Capri, con la actuación de la compañía de baile español de Roberto Sangabriel. Ese mismo año se inauguró en la playa de Talamanca de la ciudad, el Club Talamanca, con la actuación, el día 1 de agosto de aquel año, de la bailarina malaya Princesa Amina y las actuaciones de la orquesta Los Panchos, con músicos ibicencos, y la orquesta Los Reyes del Caribe. EnSant Carles de Peralta se inauguraba la sala Las Dalias, que fue un referente de distracción y bailes de salón para las gentes del campo de los pueblos cercanos. Pero la más provocativa tuvo lugar el 6 de septiembre de 1959, en un pequeño local-cueva de la calle de Pedro Tur de Dalt Vila, cercano al Seminario de Ibiza, llamado La Cueva de Alex Babá, regentado por un conocido personaje de la aristocracia madrileña, Alejandro Vallejo-Nájera. La animación se hizo con música de tocadiscos y a la que asistieron un buen número de personas del Madrid más moderno y alejado del franquismo imperante, algunos de los cuales se quedarían a vivir en Ibiza y abrirían nuevos negocios de diversión.
La llegada del otoño cerraba las salas de fiesta al aire libre y quedaban solo algunos espacios de baile en lugares cerrados hasta la temporada siguiente.