Durante la segunda mitad del siglo XIX comenzaron a llegar a nuestra isla viajeros ilustrados. El más destacado de todos ellos fue el Archiduque Luis Salvador de Austria, bisnieto del emperador alemán Leopoldo II, un viajero infatigable además de curioso descubridor de culturas poco transitadas. Ese personaje, junto con un reducido grupo de colaboradores, llegó a nuestra isla desde Valencia, el 17 de agosto de 1867, y permaneció en nuestra isla una temporada de aquel año recorriendo las costas con una barca de pescadores y los caminos rurales con un mulo. Tenía 19 años cuando inició aquel viaje para tomar notas de campo de los lugares que visitaba. De aquella visita publicó en Alemania, en 1869, ‘Las antiguas Pitiusas’, primero de los tomos de su gran obra sobre las islas Baleares.
En el prólogo de este primer tomo, el autor manifiesta que es un trabajo ordenado de sus notas de campo tomadas durante el verano y el otoño de 1867. Regresó a nuestra isla en otras dos ocasiones, en 1885 y en 1898, con su barco ‘Nixe’. El Diario de Ibiza del 20 de mayo de 1898 escribe: “Ha fondeado en nuestro puerto, después de estar 3 o 4 días en San Antonio, el bonito yate de vapor ‘Nixe’, propiedad de S.A. el Archiduque Luis Salvador, el cual permanece a bordo de él”. El mismo diario, del 27 de mayo de 1898, publicó: “Ha abandonado nuestro puerto el yate ‘Nixe’ con el Archiduque”. Al día siguiente, el Diario de Ibiza publicaba que el yate del archiduque había entrado nuevamente a puerto, abandonando Ibiza el 31 de mayo de aquel mismo año. ¿Qué Ibiza encontró nuestro ilustre visitante? Mayoritariamente agrícola, con unas buenas salinas, un altísimo analfabetismo entre los 25.000 habitantes de la isla, de los que unos 5.000 residían en la ciudad, sin luz eléctrica, sin carreteras y sin los muelles del puerto tradicional de la ciudad y con una maravillosa naturaleza.
El día 21 de agosto de 1888, el semanario El Ebusitano nos daba a conocer la visita de otro visitante, Enrique Alberto d’Aldeatis, que había fondeado su yate ‘Casaro’ en el puerto de la ciudad durante dos días para hacer dibujos de antigüedades; efectuado el trabajo, salió para Valencia. El 2 de abril del año 1889, el semanario El Ebusitano publicó la noticia que el el joven y afamado violinista cubano, Claudio José Domingo Brindis de Sala, había llegado a nuestra isla para ofrecer varios recitales en la ciudad, recitales que fueron acompañados por nuestro pianista Vicente Mayans Marí. Durante el otoño de aquel mismo año, había visitado nuestra isla el escritor y dibujante francés Gaston Vuillier para seguir los pasos de Luis Salvador de Austria y tomar sus propias notas y dibujos de la isla, publicando, en 1893, ‘Las islas olvidadas’ sobre las Baleares.
El mes de septiembre de 1896, un grupo de unos treinta excursionistas venidos de fuera, entre el que destaca S. Palmerola, recorrieron la isla montados en tres carros para hacer fotos de lo que veían; en Santa Eulària des Riu les hicieron un gran recibimiento, al frente del cual estaba el alcalde del pueblo. El Diario de Ibiza del día 15 de octubre de aquel año, publica la noticia del citado recibimiento “en honor de unos señores forasteros venidos a ‘retratar’ la isla de Ibiza”. Entre los agasajos llevados a cabo en s’Alamera del pueblo figuraban el rasguear de guitarras, canciones de amor, muerte de gallos colgados de un árbol, “espectáculo éste que hizo reír mucho a los concurrentes, y, por fin, y al compás del caramillo y del tamboril, bailaron las mozas y mozos del pueblo hasta muy entrada la tarde”.
El Diario de Ibiza del 14 de agosto de 1897 publica un extenso artículo firmado por el tal Palmerola titulado “De viaje”, en el que describe la zona noreste de la isla, la dificultad de vida de las gentes de ese lugar, y que “Las fiestas de estos hijos de la montaña, insulsas si se quiere porque se deja sentir la influencia de Oriente, no deja de contener mucha poesía, cuyos detalles, trasladados al lienzo, admiraríamos en cualquier museo”. Aquel mismo año de 1897, el Diario de Ibiza del día 17 de agosto nos da a conocer que en el puerto de la ciudad fondea el yate ‘Yela’, a bordo del cual viajan los príncipes de Nápoles de incógnito; aquellos distinguidos visitantes bajaron por la tarde a tierra para dar un paseo por varias calles de la Marina, partiendo de nuestra isla al día siguiente al anochecer. Acabando ya el siglo XIX, apareció una noticia en el Diario de Ibiza del 2 de febrero de 1898, que, en el diario de Barcelona ‘Las Noticias’, se había publicado días antes un grabado y una descripción de Ibiza, bajo el título de ‘Viajes pintorescos’. Todos aquellos visitantes comenzaron a hacer comentarios entre sus amistades y familiares de lo visto y vivido en nuestra isla, abriendo la curiosidad a más visitantes ilustres. La ciudad de Eivissa había iniciado, por fin, un viejo proyecto de teatro, edificio que fue inaugurado en abril de 1899, lugar que sirvió para acoger numerosas actividades y bienvenidas.
Iniciando el siglo XX, en la ciudad de Eivissa se inauguraba por el rey Alfonso XIII, en abril de 1904, un imponente monumento al general Joaquín Vara de Rey en una zona de las afueras del núcleo urbano para que fuera un paseo, del que la ciudad estaba necesitado. Aquel inicio de año vería además el inicio de las obras para la construcción de los nuevos muelles del puerto. Durante el mes de abril del año 1906, la escritora inglesa Margaret D’Este visitó nuestra isla desde Mallorca, publicando un capítulo a esta visita en su libro ‘With a camera in Majorca’. El día 15 de mayo de 1908, el reconocido escritor valenciano Vicente Blasco Ibáñez llegó por segunda vez a nuestra isla (había estado por primera vez en 1903), en la que permaneció durante cinco días: “Corrí las montañas de Ibiza y navegué ante sus costas rojas y verdes en barcos viejos, valientes para el mar, que unos meses del año van a la pesca y otros son dedicados al contrabando”.
La publicación de su novela ‘Los muertos mandan’ (1909) levantó ampollas entre algunos intelectuales ibicencos del momento, entre ellos Francisco Medina Puig, Isidor Macabich y Jacinto Aquenza y Loaiza. La trama de la historia de la novela se desarrolla entre Mallorca e Ibiza y en ella relata costumbres y comportamientos de los isleños que no acabaron de gustar por su tratamiento, exageración y publicidad. En el año 1910, la escritora escocesa Mary Stuard Boyd, visitó nuestra isla. De aquella visita dejó constancia en su libro ‘The Fortunate Isles. Life and travel in Majorque, Minorca and Iviza’.
El año 2008, la editorial Documenta llevó a cabo una edición en catalán bajo el nombre de ‘Les Illes Venturoses’. Iniciado el año 1912, llegó a Ibiza el pintor, escritor y arqueólogo aficionado catalán Santiago Rusiñol, inventor de nuestro mejor eslogan turístico: ‘Ibiza, la Isla Blanca’. Amigo del dibujante ibicenco José Costa Ferrer ‘Picarol’, residente en Barcelona, con quien colaboraba en el semanario satírico ‘L’Esquella de la Torratxa’, desde 1903, Rusiñol visitó nuestra isla acompañado de ‘Picarol’ durante los años 1912 y 1913, sobre todo para realizar excavaciones arqueológicas sin autorización (tengamos en cuenta que la primera sociedad arqueológica ibicenca se fundó en 1903, la Sociedad Arqueológica Ebusitana, para preservar nuestro legado arqueológico que se iba descubriendo poco a poco por arqueólogos aficionados desde el siglo XVIII), aunque también pintó aquí algunos esbozos y realizó diversos reportajes sobre la isla publicados en el Diario de Ibiza y en el citado semanario satírico catalán.
Durante los años 1919-1920, residió en Ibiza el arqueólogo e historiador alemán Adolf Schulten para realizar estudios de nuestra antigua cultura y nuestra naturaleza. Schulten, regresó en 1935, en otra de las grandes oleadas de visitantes ilustrados a nuestra isla. En 1912, llegó a Ibiza el pintor catalán Laureano Barrau y realizó visitas intermitentes a la isla para pintar y descansar, hasta que, en 1932, decide quedarse a vivir en Santa Eulària des Riu hasta su muerte. El legado pictórico que dejó en Ibiza sirvió para que en la Villa del Río se creara el museo Barrau. El 12 de septiembre de 1919, llegó a Ibiza con su mujer y su hija el pintor Joaquín Sorolla, permaneciendo en la isla durante dos semanas. Durante su estancia en Ibiza conoció al pintor ibicenco Narciso Puget Viñas, al que animó a seguir pintando. A mediados de la década de 1920, aparece en Ibiza otro pintor, el alicantino Rigoberto Soler. Se instaló a vivir de forma provisional en una barraca en la zona de s’Estanyol del pueblo de Santa Eulària des Riu, lugar que bautizó como Niu Blau y que ha quedado en la toponimia del lugar hasta ahora. Su residencia en Ibiza, con algunas salidas fuera de la isla, se prolongó hasta 1943. A partir de ese año, pasó a residir en Barcelona al ganar una plaza de catedrático de la Escuela de Bellas Artes de la Ciudad Condal, siendo sus venidas a Ibiza de forma esporádica, a la inversa de su anterior residencia ibicenca.
Todos estos visitantes ilustres necesitaron de personas en nuestra isla para llevar a cabo la intendencia para sus traslados por la isla para realizar sus trabajos y excursiones, además de alojamientos para los que no disponían de su propia embarcación. Todo ello fue creando un núcleo de personajes ibicencos que, animados por el interés despertado por aquellos ilustres visitantes hacia nuestra isla y costumbres, hicieron que los ibicencos más ilustrados se fueran interesando cada vez más por nuestra propia cultura e idiosincrasia, abriéndose en las décadas siguientes una nueva época para Ibiza.
La Mirada de Juan Antonio Torres