Las elecciones en Andalucía siempre han llamado la atención en el resto de la geografía española por su peculiaridad y por sus resultados sorprendentes. El pasado 2 de diciembre ha dejado perplejo a todas las comunidades autónomas porque ya ha aterrizado la extrema derecha en España.
Lo que era un comportamiento electoral anunciado, que veíamos en Europa sin terminar de creer que se repetiría en España, ha llegado. Ha llegado nada más y nada menos que al feudo histórico del PSOE, y la derecha se ha hecho un hueco bien amplio en la Junta de Andalucía, entre la abstención y el golpe a las fuerzas de izquierda es más que evidente que algo no funciona en la comunicación entre los líderes de partidos de izquierdas y sus bases.
Hace tiempo que es un sonido cada vez más estridente el hecho o la realidad de que Podemos no lo está haciendo bien en el ámbito local, más allá de poder seguir medianamente con una hoja de ruta siempre a expensas del que siempre fue calificado por la formación morada como PPSOE en todas sus decisiones –no olvidemos la actuación de Francina Armengol respecto de los expodemitas, como si ella misma liderara la formación morada en Baleares– es patente, primarias tras primarias o asamblea tras asamblea, que se han quedado solos los líderes podemitas.
Sólo imaginar que si una líder del calibre de Teresa Rodríguez se la ha pegado en Andalucía, qué será de Yllanes. Su presunta labor parlamentaria los últimos dos años y pico, en la que no supo en ningún momento enarbolar las demandas de la ciudadanía balear, hasta la quema de brujas interna realizada por Jarabo y su séquito.
Es un hecho que la gente está desencantada y que prefiere ver el caballo del fascismo asomar antes que perdonar según qué actuaciones, pero hemos llegado, lamentablemente, al punto en el que hay que votar por el menos malo, que no por el mejor.
La abstención, históricamente analizada en las diferentes elecciones llevadas a cabo en España, siempre ha implicado un crecimiento de la derecha, y no se queda atrás el ámbito electoral andaluz, ya que en 2015 hubo una participación del 63,94%, frente a la de este año que se quedó en el 58,65%.
Desde la comparativa entre las elecciones de 2012 y las del 2015, el PSOE no ha dejado de perder votos. Si continuaba a la cabeza de escaños por la ley de la proporcionalidad, sólo podía justificarse por el mal hacer del presidente Mariano Rajoy. Sin embargo, en este 2018 ya no quedó más alternativa a Susana Díaz que darse “la hostia” que estaba ya anunciada.
Pero la abstención no es un justificante suficiente para la decisión de los andaluces en estas elecciones, porque quedarse en casa, salir de cañas o de paseo también es una decisión cuando el porvenir a través de unos comicios es una opción. Una opción que no quita más de 15 minutos de un día de ocio.
Y esta decisión se ha tomado por la apatía, el desencanto y el distanciamiento de los líderes y representantes de la izquierda que ilusionaba hace sólo cuatro años.
El desencanto político es ya una historia conocida, una historia que en 2014 Podemos supo aprovechar levantando el ánimo de los inconformes de la pseudo democracia en la que vivimos, pero el mismo Podemos se ha encargado de que aquellos inconformes vuelvan a sentirse desencantados con el régimen democrático, viendo como la voluntad del PSOE y su “postureo” electoralista vence y prima para poder conservar cotas de poder, poder vacío que lleva al desencanto y al pesimismo.
Por ello, la izquierda debe replantearse su actuar, debe ser consciente de sus fallos y debe centrarse en la autocrítica antes de comenzar su campaña electoral como un combate al fascismo vacío. Un combate al fascismo que se transforma en una democracia oligárquica de palmeros y parálisis de los que se supone representan a las bases de Podemos.
Deben reflexionar porque, además, se veían ya en unas elecciones generales que, tras los resultados arrojados en las andaluzas, sus planes se han visto modificados por seguir anclados en las sillas de parlamentos, consells y Govern.
Falta autocrítica para poder movilizar a sus electores, que si con el 15-M llegaron a enamorar, ahora deben recuperar, deben saber pedir perdón y salir de la burbuja del poder y la soberbia, saber conciliar sus confluencias y tratarlas de iguales.
En definitiva, no pueden basar su campaña en un combate al fascismo, porque si no, el electorado sólo saldrá a votar al menos malo de la contienda, no a la esperanza, no al cambio, no al mejor, y la llegada de un fascismo real solamente se postergará, pero terminará llegando.
MIGUEL CARRANZA GUASCH
Se debe entender que el articulista no ve fascismo alguno en la “alerta antifascista” emitida por el marqués de Galapagar y el consiguiente incendió de las callles que trata de pasar a administrar ese jarabe democrático que tanto gusta a los totalitarios cool no ya en cuchara si no directamente en vena sin asumir el descalabro anticapitalista de la caja de grillos andaluza prolegómeno del ostión bíblico que se van a llevar aquellos que mudaron de barrio porque si se puede.
Pelín harto ya.