JUAN ANTONIO TORRES PLANELLS
Llevábamos semanas ensayando villancicos en las escuelas para cantarlos delante del nacimiento que habíamos montado en el colegio. Los que era monaguillos ensayaban los villancicos en sus iglesias para ser cantados en la Nochebuena y en los días de celebraciones de la Navidad, que duraban hasta la festividad de los Reyes Magos. En la ciudad, los villancicos que se aprendían eran los tradicionales castellanos, a excepción del tradicional “Fum, fum, fum” en catalán. En el campo, los cantos de las Caramellas en las misas era lo tradicional en aquellas fechas, sobre todo en la Nochebuena, a cargo de pequeños grupos de músicos y cantantes payeses, cantos antiguos en antiguo catalán: “Sant goig principal que és nat el Fill de Déu”.
Las fiestas navideñas eran las únicas durante el año que creaban un ambiente de ternura entre los niños y adolescentes, además de un sentimiento familiar especial. La reunión de las familias entorno de una mesa en las casas para celebrar aquellas fechas religiosas invernales, donde un niño recién nacido era el centro de devoción y de creencias en que Dios se hizo hombre y nació entre nosotros, eran una antiquísima tradición que se perdía en la noche de los siglos y se extendía por casi todos los lugares del mundo cristiano. Perdón, amistad, buenas intenciones de humanidad y ayuda a los más necesitados eran los sentimientos que aquellas fechas ponían de manifiesto aunque los curas no nos lo dijeran. El “ambiente” navideño así ya nos lo indicaba y promovía.
Las celebraciones familiares que llevamos a cabo ahora durante la Nochebuena no tienen muchos años, pues antiguamente solamente se centraban en la asistencia a la misa nocturna de maitines que se celebraban en las parroquias, una de las dos misas nocturnas que el ritual católico celebra a lo largo del año: la Nochebuena y la noche de Resurrección. Leyendo viejos semanarios, encuentro la primera noticia escrita de una celebración de Nochebuena en nuestra ciudad en el semanario ‘El Ebusitano’ del día 25 de diciembre de 1888: “Numeroso gentío acudió en la noche del lunes (aquel lunes fue el de la Nochebuena) a la misa de maitines que se celebra en la iglesia Catedral y no fue menor el que acudió también a la iglesia de San Telmo, de la Marina”.
Acabada la función religiosa, las familias se retiraban a sus casas y se tomaban algún tentempié y una tacita de salsa para reponer fuerzas, pues en aquel entonces estaba prohibido comer antes de ir a comulgar, fechas en las que mucha gente solía realizar esta práctica de la confesión y comunión, como tenía establecido el Catecismo de la Iglesia Católica de confesar y comulgar al menos dos veces al año, en las fechas más señaladas del cristianismo. Por curiosidad, también os comento que, el primer anuncio de turrones que se publicó en nuestra prensa, fue el día 20 de diciembre de 1895 en el Diario de Ibiza, turrones que se vendieron en la confitería de José Cardona.
Los días anteriores a estas fechas, el mercado de frutas y verduras, la pescadería, las tiendas de comestibles, las carnicerías y las tocinerías tenían sus expositores a rebosar de los productos que se consumían en las comidas navideñas, pues las mujeres, encargadas de la intendencia familiar, iban a comprar lo que consideraban mejor para cumplir con la tradición culinaria acostumbrada.
El poder disponer de un dinero extra para aquellas fechas, gracias a la semana extra que se pagó de forma extraordinaria, por primera vez, el diciembre de 1944, dada la penuria económica de las familias después de dos guerras (se estableció como fija a partir de 1945, y se establecieron dos semanas extras a partir de 1948. Con los años, estas semanas extras se establecieron como mensualidades), dio posibilidades a unas mayores compras para celebrar la Navidad. El día de Navidad era la fiesta grande de todo el año: todos íbamos con nuestros mejores trajes para comer en familia y degustar nuestros platos tradicionales para aquellas fechas: el arroz caldoso con una buena picada de hígado de pollo con ajo y perejil; una sopa de pollo con menudillos; un ‘bullit de pilota’; una pierna de cerdo al horno, la tradicional ‘porcella’, cocida en el horno de nuestra panadería tradicional que nos la cocían de gratis por aquellas fechas; melón de invierno para rebajar la comilona, finalizando la degustación de turrones y con nuestra tradicional ‘salsa de Nadal’ con bizcocho, el postre más deseado por la mayoría de los ibicencos, para los que no hay Navidad si no hay la típica ‘salsa’. Un buen vino payés había acompañado la comilona (los pantalones y las faldas se fueron ajustando cada vez más a nuestras cinturas hinchadas de tanto comer) y un poco de cava para acompañar turrones y la ‘salsa’ nos dejaba alegres para el resto del día.
La costumbre de aquellas fechas señalaba que la segunda fiesta de Navidad, éramos invitados a comer a casa de los familiares más cercanos, fueran nuestros padrinos, tíos o suegros. Normalmente, la comida de esta segunda fiesta de Navidad se hacía a base de las sobras del día anterior, siendo el ‘sofrit pagès’ y los canelones las comidas más recurridas para aquel día.
En otro orden de cosas, por aquellas fechas, se solían hacer representaciones teatrales sobre el Nacimiento de Jesús, siendo la primera noticia de una representación de estas características en Ibiza la representación de “Los pastores de Belén”, que se llevó a cabo por aficionados ibicencos, el día 25 de diciembre de 1899, en el Teatro Pereira. El diario El Correo de Ibiza calificó la representación con esta frase irónica: “la obra fue verdaderamente ejecutada”.
En cuanto a los adornos navideños en las calles, que solemos disfrutar en estas fechas, no fue hasta la Navidad de 1970 que se puso en marcha en la ciudad mediante la plantación de un gran pino en medio de la calle de la zona norte del paseo de Vara de Rey. El Diario de Ibiza del día 12 de diciembre de aquel año celebraba la plantación de aquel árbol navideño: “Nos parece muy bien que ese árbol haya sido plantado. Ibiza no puede quedar al margen de los adornos urbanos extraordinarios en los dñias felices de la Navidad”. Al año siguiente, el árbol público navideño se adornó con 4.000 bombillas, lo que nos indica las ganas de animación que pedía la gente en nuestras calles para aquellas fechas. El adorno con luces de nuestras calles urbanas no se llevó a cabo hasta la Navidad de 1972, yendo en crescendo año tras año porque en ello nos iba el alegre recorrido por calles y paseos nocturnos durante las fiestas de Navidad y Reyes.
En otro orden de cosas, la primera vez que apareció en el Diario de Ibiza una felicitación navideña mediante una fotografía fue el día 25 de diciembre de 1970, con la llegada a nuestra isla del fotógrafo catalán Josep Buil Mayral, de grato recuerdo, dejando un importante legado fotográfico periodístico y artístico de nuestra isla. A este fotógrafo se debe también la primera inocentada fotográfica que publicó en nuestra prensa local (la primera inocentada periodística de nuestra historia se llevó a cabo el 28 de diciembre de 1899 en el diario El Correo de Ibiza, mediante una noticia de broma titulada ‘Estamos de enhorabuena’, en la que se nos comunicaban grandes inversiones públicas para mejorar nuestra vida), inocentada que se publicó en el Diario de Ibiza el 27 de diciembre de 1970.
Con estas líneas, doy por finalizado el artículo, deseando a todos los lectores de Noudiari que paséis unas felices fiestas de Navidad.