Por Juan Antonio Torres Planells
La diversión de niños y mayores durante la historia de la Humanidad podría ser motivo de un sesudo estudio antropológico que nos llevaría a conocer como se movieron nuestros intereses humanos de cara a pasarlo bien, comenzando por la época prehistórica hasta ahora. Pero no quiero llegar tan lejos, pues ni es el objetivo de estos artículos ni tengo conocimientos para ello. Pero sí voy a hablarles de la diversión que, gracias a los artistas ambulantes y los feriantes, conseguíamos para pasar los días y que ya forma parte de nuestros recuerdos más entrañables.
Los feriantes y artistas ambulantes siempre habían llegado de fuera de la isla, excepto las rifadoras, que algunas solían ser de la isla. La primera noticia que tenemos de feriantes en nuestra ciudad es del 15 de octubre de 1898, cuando unos forasteros montaron una barraca en la Plaza de la Constitución para la confección y venta de buñuelos y churros, novedad que reunió, a primeras horas de la noche, a mucha gente menuda, según nos contaba el cronista del Diario de Ibiza, tal debía ser el olorcito y las ganas de comer algo goloso no visto en nuestra ciudad. También el mismo diario nos daba a conocer que, el domingo 19 de febrero de 1899, el pregonero municipal anunció para aquella misma tarde la actuación de unos volatineros («caminan sobre alambres”, aclaraba el redactor), que habían llegado hacía unas semanas a la isla.
La primera noticia que tenemos de la llegada de caballitos a nuestra ciudad es del 30 de mayo de 1899. El Diario de Ibiza daba así la noticia: “Desde ayer cuenta la gente menuda con otro medio de entretenimiento y diversión. Nos referimos al juego de caballitos, instalado en las afueras de esta ciudad, y al aire libre, por unos forasteros venidos últimamente. Creemos que no dejará de tener aceptación, por ser nuevo aquí esta especie de sport infantil.”. Pocos días después, el mismo diario nos comunicaba que “Se ha instalado en la Alameda un nuevo juego conocido vulgarmente como ‘caballitos’. Llueven los muchachos de uno y otro sexo, sobre todo los días festivos, y no sólo muchachos sino también gente con pelo en el rostro, dándose vueltas que era una bendición de Dios. La bendición de Dios caerá sobre el dueño o dueños de este armatoste si continua este entusiasmo”. A los pocos días, el mismo diario ponía de manifiesto el éxito de esta distracción, cuyos caballitos se movían al son de música de órgano. Unos dos meses estuvieron estos feriantes con el tiovivo montado en la Alameda, pues el Diario de Ibiza del día 18 de julio nos da la noticia que el artefacto se había desmontado y se había embarcado en la correo de Palma. “Los niños se han quedado sin una diversión menos”, añade el periodista. No he encontrado más información sobre caballitos hasta el día 23 de agosto de 1911, en que el Diario de Ibiza nos da a conocer que “A uno de los lados del paseo de Vara de Rey se han montado hoy unos caballitos, aparato de mucho entretenimiento y diversión para la gente menuda. Son propiedad del empresario del teatro D. Ángel Serra, el cual tiene á todas horas la cabeza en prensa para dar con nuevos medios con que proporcionar expansión y solaz al público. Celebraremos que los caballitos le resulten un buen negocio”.
El año 1912, fue un año de grandes inventivas de prohombres de Ibiza y, junto a los actos del Congreso Agrícola que se celebraron en Barcelona e Ibiza, se puso en marcha la actividad de Ferias y Fiestas por San Juan y San Pedro. Debido al gran interés que prendió entre la población por aquellas actividades, el Ayuntamiento de la Ciudad aprobó el 11 de marzo de 1912 las normas y condiciones para organizar aquella actividad en el paseo de Vara de Rey y solares contiguos: “1º Los feriantes se establecerán en las partes laterales del paseo de Vara de Rey adquiriendo el local por metros cuadrados, cuyo importe será de 2 pesetas por metro. 2º Las paradas solo tendrán 2 metros de anchura y largo el que se desee, mediando entre parada y parada un espacio de 2 metros. 3º Los puestos de refrescos, cines, Tíos vivos y demás barracones de espectáculos se instalarán en los solares contiguos al paseo, adquiriendo el local a 1’50 el metro cuadrado (…)”, normas que se publicaron en el diario El Resumen del 13 de marzo del mismo año. Estas normas nos dan pistas de en qué consistían nuestras ferias al aire libre en aquellos años.
El diario El Resumen del día 21 de mayo de 1912 nos hizo saber que “al lado izquierdo del paseo de Vara de Rey han sido montados unos caballitos que empezarán a funcionar –según nos dicen- pasado mañana jueves”. El mismo diario del 15 de junio de 1912, puso de manifiesto todas las gestiones que se estuvieron haciendo para conseguir unas memorables fiestas de San Juan y San Pedro, habiendo conseguido que viniera la Banda de Música de la Misericordia, además de la compra de tracas, fuegos artificiales, globos grotescos y de comenzar a señalizar los solares donde se pondrían los feriantes. El diario El Resumen del día 17 de junio de aquel año escribía en primera plana “(…) Con los pianos de manubrio, Caballitos y Cines, parece que uno vive en una capital distinta que en la de Ibiza, monótona casi siempre, sin aliciente con que distraer al aburrido viandante (…). El día 22 de junio de 1912, el Resumen publicaba parte del programa de las fiestas, que fueron sonadas. El domingo, 23 de junio, a las 9’30 de la noche, se hizo la apertura del Real de la Feria con disparo de morteretes, música y grandes iluminaciones. El día de San Juan hubo gran verbena en el Real de la Feria con disparo de fuegos y suelta de aerostatos de gran novedad. Los días siguientes se hizo cine por la noche al aire libre y continuaron los espectáculos y la animación entre los feriantes, pues sin ellos no habría sido posible crear aquel ambiente festivo de feria. Los días siguientes continuaron los actos festivos y hasta se organizó una merienda popular entre Figueretas y el Molí de la Punta, para el día 29 de junio, festividad de San Pedro y San Pablo, con asistencia de la Banda infantil de la Misericordia, que habían conseguido los organizadores prolongar su estancia en nuestra ciudad gracias a la buena disposición de las familias que acogían en sus casas a los jóvenes músicos y al beneficio de las rifas que se llevaron a cabo para sufragar la prolongación de sus gastos de estancia; pero la música era imprescindible para conciertos y pasacalles y hasta para amenizar las misas que se dijeron en la iglesia de Santo Domingo. De aquella feria no se volvió a saber más, pues los años siguientes no se repitieron. Sin embargo, los feriantes si que iban viniendo a nuestra isla de tanto en tanto a la búsqueda de obtener beneficios de su pequeño negocio de diversión. El diario El Resumen del 19 de junio de 1915, nos daba a conocer que “Entre ‘La Mutual’ y el ‘Cine Serra’ se ha establecido un aparato de Caballitos, conocido vulgarmente con el gráfico nombre de Tío vivo. En las diferentes ciudades de España este aparato ‘hace las delicias’ de la gente menuda”.
Pasando los años, llegamos a nuestros recuerdos de la infancia, allá por la década de 1950, cuando la plaza del Parque ya había sido inaugurada un 6 de agosto de 1946 y los solares del paseo de Vara de Rey ya habían desaparecido porque habían sido todos ocupados por espléndidos edificios dándole un estilo señorial y colonial. Y los caballitos seguían llegando a nuestra ciudad en invierno, pero sin el Tío vivo de costumbre. Los feriantes ya se habían modernizado y traían un columpio múltiple de barquitas, una enorme noria con cestas, numerosas casetas de tiro y algunas casetas de tómbolas. Casi todas las calzadas de la plaza estaban ocupadas por las barracas y, sobre la plaza, los artefactos.
La asistencia a la plaza cuando había los caballitos era, en ocasiones, multitudinaria pero siempre animada. La afluencia de gente hacía que los jardines que rodeaban la plaza sufrieran las inclemencias de los pisotones de niños y mayores y las quejas de algún enamorado de los jardines, como el que suscribió una carta al director del Diario de Ibiza, publicada el 19 de diciembre de 1952, quejándose de los destrozos producidos en los jardines del parque y solicitando que se trasladaran los feriantes a otro lugar.
La poca diversión que había en la ciudad (y ya no digamos en las poblaciones del campo) hacía que la llegada a Ibiza de los feriantes fuera noticia todos los años. “Como todos los años por estas fechas, llegan a Ibiza una trouppe de atracciones ambulantes que sientan sus reales en la plaza Cayetano Soler (ese era el nombre conocido de la plaza, que cogía el nombre de la calle donde había el edificio principal en esa zona), y que, como novedad, son el centro de reunión de pequeños y grandes en las primeras horas de la noche de los días laborables y de todas las horas en los festivos”, decía el Diario de Ibiza del 17 de febrero de 1954, “Este año, si bien todavía no se ha llegado a la variedad de ‘casetas’ de años anteriores, la plaza antes dicha ofrece un magnífico aspecto y se ve muy animada, aunque fuera de desear que los potentes micrófonos instalados en la misma no estuvieran tan elevados de tono ya que ocasiona la consiguiente molestia al vecindario”.
El año 1956 fue malo para los feriantes instalados en la plaza, pues el 17 de febrero de aquel año, publicaron una Carta al Director del Diario de Ibiza poniendo de manifiesto que “llevar la alegría a los demás es nuestro lema y guía, existe también la cara fea del asunto como es, las penalidades y sinsabores que consigo lleva la forma de vida a que estamos sometidos (…). A pesar de nuestros esfuerzos y de que no hemos perdido el favor del público que, como antes decimos, nos aprecia y nos ayuda, hemos tenido este año un factor importantísimo en contra: el tiempo, el enemigo público número uno de un feriante que nos ha llevado a todos, en esta ocasión, poco menos que a la indigencia (…)”. Los feriantes solicitaban de la colaboración del público en los días que les quedaban de estancia en la ciudad para que se volcaran con ellos y asistieran a la feria de la plaza, cosa que recogió el Diario de Ibiza al día siguiente en su sección ‘Portal Nou’, animando a la gente a ir a los caballitos.
El día 8 de noviembre de 1957, el Diario de Ibiza anunciaba la llegada, una vez más, de las primeras casetas de la feria “(Caballitos) que hacen las delicias de los pequeños y de tantísimos mayores”. El diciembre de 1958, el mismo diario nos da a conocer que, aquel año, había llegado con los feriantes un teatro de marionetas, que se instaló en el centro de la plaza del Parque: “grandes y chicos visitan el salón de marionetas haciéndose lenguas de la habilidad de aquellos guiñapos (…). Pero pocos dos días antes de la Navidad de aquel año, un huracán azotó la isla y la plaza del Parque, con grandes destrozos en todas partes. Los feriantes vieron como las rachas huracanadas de viento desmontaba casetas, norias y todo artefacto, debiendo procurar un refugio para los que tenían hijos menores mientras recogían las maderas y techumbres de sus barracas de madera.
Como antiguo habitante de la plaza del Parque y testigo de todos aquellos aconteceres, deciros que viví aquella situación y el portal de nuestra escalera sirvió de refugio de muchos de ellos y de almacén de algunos de sus enseres, así como que mis padres recogieron por la noche a algunos de los niños de los feriantes para que durmieran en nuestra casa, tal fue la situación de emergencia que se vivió aquel año. Al año siguiente, una nueva atracción se unió a los tradicionales feriantes, el tren de la bruja, animación que hacía las delicias de las parejas de novios y de los más pequeños por la distracción que procuraba el corto trayecto de un trenecito circulando de forma circular por el interior de un estrecho y oscuro túnel lleno de sobresaltos a base de imprevistos escobazos de brujas y apariciones imprevistos de esqueletos que se caían encima de los pasajeros.
El año 1960, siendo alcalde de la ciudad de Eivissa, Mario Tur de Montis, fue un año donde comenzarían cambios en la ciudad; uno de esos cambios fue la prohibición a los feriantes para instalar sus casetas en la plaza del Parque a partir de aquel año, pues estaba prevista su reforma, obras que fueron inauguradas en 1964. Aquel inconveniente hizo que los caballitos se instalaran en la explanada del Portal Nou, lugar donde se instalaron los primeros coches de choque y los primeros circos que llegaron a nuestra ciudad. En años sucesivos, las casetas de los feriantes se fueron instalando sobre el paseo de Vara de Rey, lugar donde ya no era del agrado general, pues la vida urbana había cambiado. El Diario de Ibiza del día 12 de febrero de 1967 se quejaba de la instalación en aquel lugar “de cosas que la afean: casetas de feriantes, tómbolas (…)”. Una vida nueva comenzaba para los feriantes: nuevos lugares y su modernización.