@LauraFArambarri / Ben Clark (Ibiza, 1984) ha finalizado la Gira celeste, como él mismo ha denominado a la promoción de su libro ‘La policía celeste’, ganador del XXX Premio Loewe de Poesía. Casi una treintena de ciudades que ha visitado a través de sus librerías, centros culturales, universidades e institutos. Ha tenido tiempo, además, de preparar un nuevo libro que se nutre de tres fuentes: Los libros Memoría (Editorial Huacanamo, 2009) y La mezcla confusa (VII Premio Nacional de Poesía Joven Félix Grande 2011) y de todos aquellos poemas que ha publicado en la última década en revistas, fanzines y en libros colectivos. Lo ha llamado Armisticio (Ed. Sloper) y con él firma la paz con el poeta joven que todavía es para mirar hacia el futuro, en el que incluso se ve como narrador.
La portada del libro no ha dejado indiferente a nadie. Ya no solo por el título de ‘Armisticio (2008-2018)’ sino por la imagen de José del Río Mons tomada en el mítico bar La Legión de Ibiza, en la que usted aparece con el torso desnudo y rodeado de basura. ¿Por qué esta portada?
La excelente fotografía de José del Río Mons, a quien agradezco su contribución a este libro, tiene muchas lecturas. Es el propio autor el que mira hacia el lector; el autor desnudo no particularmente favorecido, rodeado de desechos en un lugar que es un bar de carretera pero, a la vez, es un bar que parece tener un pasado bélico, quizá glorioso, y, sin embargo, lo que vemos en la imagen es una gloriosa decadencia que no se avergüenza de sí misma.
En la imagen, que es entre cómica y siniestra, aparece el propietario del bar, que murió hace unos años.
Sí, el propietario del bar aparece difuminado, como una sombra en esta imagen. Quizás podría ser una especie de fantasma dickensiano del poeta futuro… o del poeta pasado.
¿Qué le ha impulsado a firmar este ‘armisticio’ con una selección de sus poemas 2008 hasta 2018?
Por un lado, las ganas de recuperar dos libros que, por distintas razones, resultan más o menos complicados de conseguir a día de hoy. Uno es Memoría, editado en 2009, y el otro La mezcla confusa, editado en 2011. Por otro lado, la intención de recopilar los poemas que han formado parte de publicaciones como fanzines, blogs, revistas online, incluso libros colectivos. Con este armisticio o con esta tregua poética le ofrezco a todos estos poemas la posibilidad de descansar en paz pero con vida, espero, en un solo libro.
Cuando anunció la publicación del libro en Facebook, el poeta y crítico Vicente Luis Mora comentó si este era su particular #Tenyearschallenge (en el que los internautas han subido una foto propia actual y otra de hace diez años a sus redes).
[Ríe] Todos los aniversarios son buenos para reflexionar y hacer una especie de comparativa. Yo no he buscado hacer una comparativa porque dentro del libro no se especifica de qué momento es cada poema.
¿No hay un orden cronológico?
No, están todos mezclados. Hay poemas al principio del libro que son más recientes y poemas del final que son más antiguos… He llegado a la conclusión de que este espacio de tiempo entre 2008 y 2018, digamos desde el principio de la crisis hasta ahora, ha sido un período muy determinado y muy definido en muchos aspectos por diferentes motivos tanto profesionales como personales.
Pero le preguntaba sobre su propia evolución, sobre esa comparación entre el poeta de 2008 con el de 2018. ¿Al hacer la recopilación ha eliminado cosas en las que no se reconocía, ha cambiado cosas?
Claro, al igual que en el #Tenyearschallenge de las redes la gente ha aplicado photoshop para aparentar mejor diez años después, yo he hecho el proceso inverso y he aplicado el photoshop a los poemas más jóvenes y los he intentado corregir para que se parezcan más a los poemas más maduros [ríe].
¿Hay un hilo que hilvana entre sí a los poemas o se ha tratado más de hacer un libro coherente pero muy variado en cuanto a temática, forma…?
El hilo conductor de Armisticio es la vida desesperada de un poeta equilibrista en la España que va desde 2008 a 2018, la España de la crisis.
No es baladí que haya escogido como arranque ese 2008, el año en el que estalló la crisis.
No lo es porque también fue el año en el que yo me lancé por completo a la literatura y a la poesía, a pesar de que fuera un mal año para hacerlo.
Y el año de cierre, ese 2018, ha sido el del Premio Loewe, el año en el que además dejó Ibiza para instalarse en Málaga… ¿Es un punto de inflexión, un cierre de una ‘etapa joven’ ahora que se encamina hacia los 35 años, que es la edad que marca el máximo en los premios literarios jóvenes…?
Quizás sí, desde luego en España los dos premios más importantes de poesía joven, el Hiperión y el Adonáis, establecen como ‘límite’ de la juventud los 35 años como frontera simbólica. Y, sí, quizás ha coincidido no solo la mudanza sino la idea de recopilar el trabajo anterior. Es un buen momento para mirar hacia otras formas de creación poética e incluso hacia otras posibilidades de escritura como la narrativa o del ensayo.
La Gira Celeste ha sido muy intensa. ¿Qué le ha cansado más: hacer tantos kilómetros o que en todas partes le pregunten por los poetas y las poetas de Instagram?
Lo que más me ha cansado ha sido escucharme a mí mismo una y otra vez. Y por parte de los medios, que han sido muy generosos con la cobertura de la Gira Celeste, sí que ha habido una insistencia sobre el tema de los llamados poetas de Instagram o la llamada ‘nueva poesía’ y no es que me hayan molestado las preguntas sino que yo no soy el que tiene las respuestas.
Hace un par de días un escritor con el que tiene una relación bastante cercana, John Banville, ya que fue su intérprete cuando visitó España para recoger el premio Leteo, decía que ha tenido que optar por la autocensura para evitar que cualquier opinión o tontería que diga en un pueblo remoto de Irlanda acabe siendo viral o malinterpretada. ¿Usted se ha visto en la tesitura de autocensurarse sobre algún tema por motivos parecidos, digamos por la jauría en la que se pueden convertir las redes sociales? ¿Estamos ante el final de la sinceridad pública si la opinión propia no se ajusta a unos estándares?
Creo que sí, que existe la autocensura en las respuestas. Lo que ocurre es que John Banville es un intelectual que vive ajeno a las redes sociales mientras que las personas que vivimos en las redes tenemos que aprender las normas de convivencia y las normas de convivencia, por desgracia, dictan que hay que evitar las opiniones que no concuerden con la mayoría y, en ese sentido, estamos perdiendo diversidad y riqueza a la hora de poder debatir.
Y si hablamos de redes sociales no podemos dejar de mencionar El poema viral: Tú lees porque piensas que te escribo./ Eso es algo entendible./ Yo escribo porque pienso que me lees./ Y eso es algo terrible.
Este poema de solo cuatro versos se titulaba originalmente ‘El fin último de la mala literatura’ y le he cambiado el título por ‘El poema viral’ porque se ha convertido en viral. Al volver a publicarlo he decidido dedicárselo al ibicenco Daniel Escandell Montiel que ha escrito un libro que verá la luz en breve donde analiza, a través de más de cien páginas de ensayo, cómo y porqué un poema de solo cuatro versos se convirtió en un poema compartido más de 250.000 veces en diferentes plataformas entre el año 2011 y hasta la actualidad.
Además tergiversado, mutilado, sin citarle a usted o atribuyéndoselo a otras personas.
Se ha atribuido a Mario Benedetti o a Najwa Nimri, entre otros, sí.
¿Hay un poema favorito en esta década?
Muchos, porque hay poemas que recuerdan a amigos perdidos, hay poemas que hablan de vivencias duras con personas amadas y también hay poemas que reflexionan precisamente sobre la pérdida de la juventud que me parece algo muy traumático.
Hay un poema que me ha gustado especialmente que es ‘Omenage a Eric’, un amigo malogrado de su infancia en Ibiza y que acaba con el verso: ‘y ya solo nos queda este poema’. Tiene una doble lectura porque reivindica el valor de la poesía, en este caso convertir en ‘inmortal’ a una persona a la que ya nadie o casi nadie recuerda y, por otra parte, me ha parecido una metáfora de la destrucción de Ibiza…
Sí, los poemas siempre tienen que funcionar en varios niveles para ser poemas interesantes y poemas que aporten algo. Aquí hay por supuesto el recuerdo personal de un amigo muy particular que se suicidó muy joven y que yo creo, humildemente, que si no fuera por este poema posiblemente no habría dejado mucha huella en el mundo y, no por no ser una persona increíblemente especial, sino precisamente por eso. A veces las personas más singulares pasan por el mundo sin dejar una huella perdurable en el tiempo. Una de las funciones del arte es inmortalizar a esta gente. Por otro lado, desde luego, es una reflexión sobre la isla y sobre la naturaleza como algo que una vez consumido y destruido nos lleva inevitablemente hacia la desesperación y, en última instancia, hacia finales como el que asoló la vida de Eric.
En su poema titulado ‘25’ dice : “Se me ocurre una/ Ley para poetas:/ una Ley que multara/ a todo aquel/ que siguiera escribiendo/ después/ de los 25 años/ de John Keats”. A sus 34 años ¿a cuánto asciende la multa entonces?
[Risas] Pues deberían ser casi diez años de multa. Casi media vida de Keats de multa.
¿Pero cree que hay una conexión entre juventud y buena poesía?
El poema juega con dos ideas como mínimo: una es que la poesía es algo joven, que yo creo que es verdad. Es decir, la poesía por definición es joven independientemente de la edad de la persona que escribe. Es innegable que ha habido grandes obras que se han escrito desde una juventud bastante inconsciente. Autores como el propio Keats, Claudio Rodríguez en España o Alejandra Pizarnik en Hispanoamérica escriben desde un momento muy temprano donde la experiencia vital a la fuerza no juega un papel tan importante como la intuición poética. Quizá el poema lo que denuncia es que habría que multar a aquellos que empiezan a renunciar a la intuición poética para basarse en los años acumulados que, con todo, son completamente arbitrarios. La poesía debe trabajar desde la intuición poética y apoyarse en la experiencia. Hay que ofrecer algo más que lo vivido.
Algunos de los poemas del libro surgen de encargos, un tema a veces delicado, porque hay poetas que no aceptan escribir por encargo.
Es posible el encargo y es posible hacer compatible el encargo con la propia creación. Si pensamos en los pintores y en los escultores lo encontramos en muchos ejemplos, incluso en las grandes firmas de la arquitectura. Es posible cumplir con un deseo específico de una tercera parte y, a la vez, respetar tu propia forma de crear. Es complicado a veces, pero, en ocasiones, incluso da lugar a obras que tienen un buen resultado. En este libro hay un poema que me gusta mucho que habla de la sal de Ibiza y recuerda la época árabe de las salinas. Fue un poema escrito para la III Fira de la Sal de Ibiza en un concierto con la violinista Lina Tur y su trío MUSIca ALcheMIca.