@Ben Clark/ Estoy enamorado de una terraplanista. Me explico: siento que hay una fuerza poderosa que me atrae, irremediablemente, hacia una mujer que cree que la Tierra es plana. Es algo físico. Algo profundo. Una sensación envolvente. Mi amor, tan llena de curvas, piensa que la Tierra es plana, pero yo no quería que esto afectara a la esfera amorosa de nuestra relación: podíamos restarle gravedad al asunto y seguir disfrutando de este plano sexual fuera de órbita que habíamos descubierto juntos… pero no. No. Me miró un día con sus enormes globos oculares y me dijo que no podía ser, que yo era muy cuadriculado y que ella tenía una mente más abierta y por lo tanto se cerraba en banda al decir: lo siento, mi amor, sólo puedo enamorarme de un terraplanista. O de una terraplanista, porque nunca puedes decir de esta agua no beberé, pero sí que la Tierra es plana.
Plana, plana, plana. Plana como la tapa de un piano, como una pista de curling, como las cintas de los supermercados, como una maqueta a escala de la Tierra y como la mirada de mi amor terraplanista, ahora, mientras rechaza que la rodee con los brazos y se aleja hacia el horizonte infinito. No voy a negarlo, me quedé chafado. Pero soy una persona práctica, así que me propuse ser un terraplanista. Lo primero que descubrí fue el motivo por el que mi novia Celeste —no, es broma. Se llamaba Luna— me había dejado: resulta que, tras años de pruebas y experimentos, los terraplanistas habían llegado a una conclusión mucho más importante que la de que la Tierra es plana, habían descubierto que sólo podían emparejarse con otros terraplanistas. Dos personas podían enamorarse y apoyar partidos políticos distintos; una podría ser de perros y la otra de gatos; una del Barcelona y otra del Madrid; una podía adorar a los Beatles y la otra el reguetón —difícil, pero posible— pero nunca, jamás, acabaría bien una relación donde una de las dos partes pensara que habitamos todos una esfera de piedra y agua cuyo centro es incandescente y que gira a 1.700 kilómetros por hora sobre sí misma mientras orbita alrededor de otra esfera un millón de veces más grande llamada Sol a una velocidad de aproximadamente 107.000 kilómetros por hora y la otra pensara que la Tierra es plana.
Lo más importante para un terraplanista es poder hablar sobre la Tierra plana con otro terraplanista.
Y como, al final, no estar solo es bastante más importante que la forma de algo que nunca podrás ver en su totalidad, resulta que los terraplanistas se han ido organizando y cuentan con sus propias páginas para encontrar citas online, tienen grupos en redes sociales para encontrar parejas terraplanistas e incluso hacen eventos de Speed Dating Terraplanista (donde, por cierto, las mesas jamás se colocan en círculo sino formando una larga línea que termina en la pared). Porque lo más importante para un terraplanista es poder hablar sobre la Tierra plana con otro terraplanista, y eso, claro, era algo que yo no podía proporcionarle a mi amor. Hasta hoy. Tras 72 horas de YouTube y diez o doce minutos contemplando el horizonte a través de mis prismáticos, estoy convencido. La Tierra es plana. Nos mienten todos, nos han mentido siempre. Quieren ocultarnos la verdad. Pero ahora tengo los ojos abiertos. Luna y yo hemos vuelto, y viajamos juntos a países lejanos sabiendo que, si nuestra vista fuera tan poderosa como nuestro amor, podríamos ver nuestra casa desde los rascacielos. Cuando nos apetece ver una comedia, nos ovillamos en el sofá y ponemos Gravity de Alfonso Cuarón, nuestra comida favorita es la pizza y nuestro partido político favorito es… bueno, ya se imaginarán a quién votamos. Pero lo más importante, y esto no es una bola, es que, en el plano sexual, lo hacemos tantas veces que me duelen hasta las pelotas. El plan me ha salido redondo.