Juan Antonio Torres Planells
El día 2 de octubre de 1898 se celebró la primera procesión penitencial de nuestra historia, promovida por los padres jesuitas que vinieron a predicar la Novena del Cristo del Cementerio y coincidir aquel año con las desgraciadas guerras de Cuba y Filipinas, cuyas posesiones se perdieron para España. En aquella procesión se sacaron las imágenes del Cristo del Cementerio, que en aquel entonces llamaban también del Santísimo Nombre de Jesús, y de la Virgen del Rosario de la iglesia de Santo Domingo y la del Ecce Homo de la iglesia del Hospitalet. La procesión salió de la iglesia de Santo Domingo hasta llegar a la Marina y regresar por donde había venido.
La primera procesión de Semana Santa que hubo en nuestra ciudad fue a mediados del siglo XIX pero que, por desidia, desapareció y se recuperó cincuenta años después. Fue el Viernes Santo, día 1º de abril de 1904, cuando se reinició la tradicional procesión de la Buena Muerte, una imagen del Cristo Yacente que había en la iglesia de San Telmo y que habían pagado las cofradías de pescadores y de constructores de embarcaciones durante el siglo XVIII. Aquel Cristo Yacente junto con una imagen de la Soledad de la Madre de Dios, fueron llevadas en procesión por el barrio de La Marina, organizada por la Congregación de la Buena Muerte. Aquella procesión de Semana Santa se realizó de forma muy irregular, pues no todos los años se llevaba a cabo, siendo la última vez que se realizó el año 1924. La guerra civil ocasionó las pérdidas irreparables de aquellas viejas imágenes, que fueron destruidas (para mayor información sobre esta procesión les remito a mi artículo, publicado el 24 de marzo de 2018 en este mismo diario, bajo el título de “Una Semana Santa desaparecida”).
El día 21 de agosto de 1936, la Secretaría de Trabajo organizada por los elementos republicanos de la isla y las fuerzas que habían llegado a la isla el 7 de agosto de aquel año, publicaron una noticia en el Diario de Ibiza en la que hacían un llamamiento a unas determinadas personas (sale la relación con nombres, apellidos y apodos) que debían presentarse en sus oficinas a buscar el carnet de obrero con motivo de “empezarse hoy mismo el derribo del edificio que estaba destinado a iglesia de San Telmo”. Dicho derribo comenzó por los tejados, si bien permanecieron en pie los muros al no haber dado tiempo para más por la ocupación de la isla por las tropas ‘nacionales’ a las pocas semanas (dentro de aquellas ruinas se pudo construir un refugio antiaéreo, de los 23 que se construyeron en 1937, según nos dio a conocer el historiador Antoni Ferrer Abárzuza en su artículo “Contra les bombes de la República. Els refugis d’Eivissa”, publicado en el número 44-45 de la revista “Eivissa”).
Un fatídico 13 de septiembre de 1936, murieron asesinados por milicianos venidos de fuera decenas de presos ibicencos en el interior del Castillo de Ibiza. “Eran las nueve de la noche, se inició el terrible concierto en odio mayor para fusil, bomba y ametralladora, que ni podíamos imaginar hasta que punto era el auténtico y espeluznante concierto de la muerte (…) Perpetrado el asesinato en masa, los milicianos de la CNT y de la FAI llegados dos días antes de Barcelona, y causantes de la misma, procedieron a embarcarse aquella misma noche. Los cadáveres fueron abandonados sin darles sepultura. (…) El Juez de 1ª Instancia e Instrucción don Pedro Revuelta (…) tomó la dirección del levantamiento de los cadáveres y, auxiliado por unos ciclistas voluntarios que se dirigieron al campo en busca de carros y cal viva, los fue enviando al cementerio amontonados en improvisados transportes y en una tétrica procesión que fue dejando un reguero de sangre hasta llegar a su aciago destino” (“Apuntes sobre la persecución religiosa en la Diócesis de Ibiza durante la guerra civil española de 1936 a 1939”, Mariano Llobet Román, 2010). Entre los presos asesinados había 18 sacerdotes y familiares, como el padre y el hermano del Obispo Administrador Apostólico de Ibiza Antonio Cardona Riera, amén de monaguillos y otras personas. El día 20 de septiembre, después de una semana sin control alguno en la ciudad, las tropas ‘nacionales’ tomaron el mando y, poco a poco, la vida fue volviendo a una cierta normalidad, si así se puede llamar aquel estado de destrucción y guerra.
Durante las semanas y meses siguientes al control ‘nacional’ de la isla hubo la revancha contra los ibicencos de ideas socialistas, sindicalistas o anarquistas que no se habían marchado y comenzaron a sufrir el ‘paseillo’ hasta un lugar apartado y asesinados por los fieles al bando que estaba ganando la guerra. No se sabe que habían hecho aquellos asesinados del supuesto bando contrario, pues no tenían, al parecer, delitos de sangre pero, supuestamente, podrían haber sido colaboradores para la detención de los que finalmente asesinaron en el Castillo, amén de ideas muy contrarias al bando que estaba ganando. Seguramente, algunos de los represaliados siquiera habían hecho nada destacable, pero la inquina se impuso, y en momentos de guerra, donde impera la locura y no la cordura, sin juicio justo ni nada, el tomar la justicia por su mano era lo que solía llevar a estas situaciones. Fuere lo que fuere, los cuerpos de los supuestos del bando contrario fueron enterrados en algún lugar no identificado de los cementerios. Muchas familias quedaron rotas y sumidas en el silencio de los perdedores.
El día 29 de octubre de 1940, a las 10 de la mañana, se dijo una misa de réquiem en el exterior del Cementerio Viejo de la ciudad procediendo a su finalización a una larga comitiva fúnebre para el traslado de los restos de las asesinados en el Castillo hasta una cripta hecha en la catedral, traslado que contó con diversas agrupaciones oficiales, paramilitares, las principales autoridades, el Capitán General de Baleares, representantes de todos los pueblos, Cabildo Catedral y todo el clero parroquial y la banda municipal de música de la ciudad, haciendo diversas paradas para relevos.
A las cuatro de la tarde fueron enterrados los restos de los asesinados en el Castillo en la cripta construida dentro de la Catedral. Sobre la cripta se puso una lápida de mármol blanco con la siguiente inscripción: “Víctimas del odio a la religión y a la patria. Fueron ferozmente inmolados durante la dominación marxista en estas islas VII de agosto XIII de septiembre del año 1936. Dignísimos sacerdotes, pundonorosos militares y honrados ciudadanos ametrallados en masa casi todos en el Castillo la noche trágica del expresado día XIII de septiembre. Sus almas triunfantes subieron al cielo. Sus huesos humillados esperan aquí el gran día de la Resurrección”. Junto a la cripta se construyó un altar, situado debajo del órgano de la catedral para decir las misas de responsorios que se tuvieran a bien sufragar.
El día 4 de marzo de 1944, el Obispo Administrador Apostólico de Ibiza, Antonio Cardona Riera, firmaba el decreto por el que legalizaba la Cofradía del Santo Cristo Yacente. “El fin de dicha Hermandad será, principalmente, atender al culto de la sagrada imagen del Santo Cristo Yacente y realzar las funciones catedralicias de Semana Santa, cuidando de todo lo pertinente a la organización de la procesión del Viernes Santo, a fin de que resulte seria, devota, digna y concurrida.”, señala en el artículo 2º del citado decreto. La imagen del Santo Cristo Yacente había sido encargada a los imagineros Luis Carlos Román López y Vicente Salvador Ferrandis, los mismos que habían realizado, en 1940, la imagen de la patrona de Ibiza y Formentera, Nuestra Señora de las Nieves, que sustituyó a la que habían destruido durante la guerra civil. En el preámbulo del citado decreto se indican las características de la citada imagen yacente: “Deseando (…) restaurar alguna de aquellas cristianas Cofradías o Hermandades, que, a la sombra de la Iglesia, con tanta pujanza florecieron en otros tiempos en esta Ciudad, y a fin de dar mayor esplendor y realce a los Cultos de Semana Santa; después de la adquisición de una bella y devota imagen de Cristo Yacente, guardada en artística urna, sobre rico altar para colocarse en la Catedral, junto a la tumba de las víctimas del marxismo (…)”.
La primera Junta de Gobierno de esta cofradía estuvo compuesta por el Prior, M.I. Sr. D. Vicente Serra Orvay, Canónigo; Hermano Mayor, D. Manuel Asenjo Alonso; Secretario, D. Juan Marí Cervera; Mayordomo, D. Domingo Viñets Deordal; Clavario 1º D. Manuel Sorá Boned; Clavario 2º D. Amancio Oliver Colomar. El hábito de los cofrades, que debían tener como mínimo veinticinco años, pudiendo ser postulantes a partir de los diecisiete años y que debían ser católicos prácticantes y de buena fama, se estableció de la forma siguiente: túnica blanca, capirote negro y capa y cinto morados.
Es una intuición mía que el obispo Cardona Riera, feligrés de la parroquia del Salvador de la Marina, barrio donde había nacido y crecido, era fiel devoto del Cristo de la Buena Muerte del templo de San Telmo y de la imagen de Nuestra Señora de la Soledad del mismo templo. Al estar la iglesia de San Telmo en ruinas (se inauguró el nuevo templo en abril de 1947) y haberse destruido las devotas imágenes citadas, su intención fue recuperar aquellas dos devociones y la procesión del Viernes Santo. Siendo obispo, llevó a cabo las dos primeras cosas aquel año 1944: recuperar la imagen del Cristo Yacente, creando una cofradía, y recuperar la procesión del Viernes Santo. Dicho y hecho, el 7 de abril de 1944 salía por primera vez la imagen del Santo Cristo Yacente en la nueva procesión del Viernes Santo.
El día 2 de abril de 1944, el Obispo de Ibiza procedía a la bendición de la imagen del Cristo Yacente y su nuevo altar, sobre el que se había colocado una lápida con la lista de los asesinados en el Castillo. Ese mismo día, hubo asamblea de la Cofradía del Cristo Yacente y se dio cuenta que la imagen del Cristo sería llevada en la procesión del Viernes Santo, por especial ofrecimiento, por miembros del Casino de Ibiza, la Sociedad Cultural Ebusus, la Asociación Católica Diocesana de Padres de Familia, alumnos del Instituto de Enseñanza Media, el Sindicato de Barberos y el Pósito de Pescadores.
El día de la procesión se sumaron más portadores pertenecientes al Club Náutico, al Sindicato de la Construcción, al la Sociedad de Cazadores, al ramo de Pastelería y a la Hermandad de Labradores del término de San Cristóbal. En dicha procesión figuró, además de la imagen del Cristo Yacente, una imagen de la Virgen de la Soledad, Esta última imagen desconozco de donde procedía, pues la que, actualmente, está en la Catedral fue bendecida y sacada en procesión el Viernes Santo del año 1945. Dudo que la imagen de La Soledad que salió en la procesión de 1944 estuviera por bendecir.
La primera procesión del Viernes Santo de esta última época, que cumple este año su 75 aniversario, hizo el mismo recorrido que se siguió desde tiempos anteriores y que se mantuvo durante muchos años, habiéndose acortado estos últimos años a su paso por el paseo de Vara de Rey. De aquella primera procesión del Santo Entierro quisiera trasladarles a ustedes las impresiones del cronista del Diario de Ibiza de la época sobre el particular: “La realidad (fue) superior a toda previsión. Porque no acudieron las entidades sociales invitadas solamente con sus presidentes y los anunciados conductores (12 por entidad), sino, en general, con el pleno de sus socios. Y fue tal el número de los que formaron en la procesión, que nunca se vio otra en nuestros tiempos que igualara a ésta en concurrencia (…) Pocos hombres quedaron de la Ciudad y de la Marina, de toda condición y estado, sin incorporarse a sus apretadas filas, realmente interminables. Ni fueron solo doce, conforme al cálculo, los conductores de cada turno, sino que llegaron en ocasiones a veinte”.
Han transcurrido 75 años de aquella primera procesión de Viernes Santo y de la creación de la cofradía del Cristo Yacente. En estos 75 años, ha habido diversos Hermanos Mayores, como Manuel Asenjo Alonso, Antonio Prats, Domingo Viñets, Juan Tur Riera, Juan José Tur Serra, Juan Llabrés Bonet, Juan Cardona, Alberto Torres Balanzat y, el actual, Antonio Torres Tur. En estos 75 años, hubo casi siempre portadores civiles del paso del Santo Cristo Yacente. Relato los conductores de la procesión del Viernes Santo de 1955, como ejemplo de los turnos de porteadores que había y que duró hasta mediados de la década de 1960 o principio de la de 1970: militares, miembros de las parroquias de Santa Gertrudis, San Jorge, San Francisco de Paula, Nuestra Señora de Jesús, San Rafael, San José, San Antonio, miembros de las sociedades Ebusus, Cofradía del Salvador, Casino de Ibiza, Sindicato de la Construcción, Club Náutico, Hermandad de Labradores, Padres de Familia, Sociedad de Cazadores, Cruz Roja y, por supuesto, los Cofrades.
Desde el inicio de la democracia, varios estamentos oficiales han querido hacer homenaje a todas las víctimas de aquella guerra civil. Comenzó el Ayuntamiento de Eivissa, bajo el mandato del alcalde Enrique Mayans Tur, modificando el texto del monolito instalado frente a la entrada de la capilla religiosa del Cementerio Viejo, a los fines de dedicarlo a todas las víctimas de aquella guerra. Durante la primera década de 2000, el Consell Insular de Ibiza medió ante el obispo Agustín Cortés Soriano para que se cambiara la lápida de la cripta de la catedral de los asesinados aquel 13 de septiembre de 1936, para adecuarla a los nuevos tiempos de concordia. Así se hizo. Últimamente, el grupo de ciudadanos que intenta recuperar los restos de los asesinados por el bando ‘nacional’, han instalado en el Cementerio Viejo de Ibiza un memorial de recuerdo a todos aquellos asesinados no reconocidos oficialmente por el bando ganador.
Jesús, en su inmensa bondad dijo en la cruz, antes de morir: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Que la concordia reine entre todos.