@Laura F. Arambarri/ Puede que Derry Girls (Netflix) te haya hecho reír y hasta te haya tocado el corazón. Puede, incluso, que al final de la segunda temporada hayas exclamado ‘I’m a Derry Girl!’ llevada por la emoción, al igual que hace James, que ni es de Derry ni es una chica. Pero, siento decírtelo, tú no eres una Derry Girl. O tal vez sí. Veamos.
Para ser una Derry Girl hace falta haber sido joven en los noventa y haber calzado el mismo uniforme desde de los cinco hasta los 14 años. Tienes que haberte educado en un colegio de monjas segregado por sexos que olía a friegasuelos de pino, a talco y a cera de velas. Tienes que haberte enamoriscado del único sacerdote de menos de 70 años que vino a daros clase de religión y haber querido ser igual que aquella profesora seglar sustituta que vestía como Cindy Crawford y pasaba los recreos con un cigarrillo en una mano y un libro de poemas en la otra.
Tienes que haberte educado en un colegio de monjas segregado por sexos que olía a friegasuelos de pino, a talco y a cera de velas.
Para ser una Derry Girl hace falta haber sido del club de las loosers, de las no populares, de las que no llevaban tenis de marca, de las que, como yo, éramos un cruce entre el físico de Orla, la histeria de Michelle, la torpeza de Erin, la inocencia de James y las ganas de meternos en líos de Clare.
Para ser una Derry Girl tienes que haber llenado un diario personal con frases inflamadas de cambio hormonal, tienes que haber hecho el ridículo en el escenario del salón de actos de tu colegio recitando un poema más malo que pegar a tu abuela y que tu única actividad extraescolar haya sido inflarte de gominolas y Phoskitos en el parque.
Para ser una Derry Girl hace falta haber confesado tus pecados de rodillas ante un cura después de hacer cola en una iglesia helada, tener la cabeza llena de culpa judeocristiana, rezar de penitencia un padrenuestro y tres avemarías sentada en un banco duro como la piedra ante la mirada moribunda de Jesucristo crucificado.
Para ser una Derry Girl hace falta haber confesado tus pecados de rodillas ante un cura después de hacer cola en una iglesia helada, tener la cabeza llena de culpa judeocristiana.
Para ser una Derry Girl tienes que haber llorado porque tu madre no te dejó ir al concierto de Madonna en Vigo y tienes que haberle robado a tu padre un Chivas Regal de los que venían en botella de cerámica para bebértelo con una amiga, mitad y mitad, de un trago.
Para ser una Derry Girl tienes que haber coqueteado con la idea de prenderle fuego a tu colegio con tal de no hacer ese examen para el que no has estudiado, te tienes que haber quedado sin viaje de fin de curso porque eras incapaz de vender ni una sola rifa de pura timidez.
Para ser una Derry Girl tienes que haber sentido la emoción de que empiece a sonar ‘All that she wants’ de Ace of Base y haber saltado a la pista de baile de la boda de tu prima para darlo todo.
Para ser una Derry Girl tienes que haber sentido la emoción de que empiece a sonar ‘All that she wants’ de Ace of Base y haber saltado a la pista de baile de la boda de tu prima para darlo todo y acabar con cercos de sudor en los sobacos del vestido de raso y con el moño descalabrado a un lado de la cabeza.
En realidad, para ser una Derry Girl solo hace falta haber sido adolescente, ese período de la vida que algunas sufrimos tanto y con el que series como esta te reconcilian. I’m a Derry Girl!