@LauraFArambarri / El último trabajo del director de cine Théo Court, nacido en Sant Antoni en 1980, está teniendo una acogida sensacional en festivales de todo el mundo. Blanco en Blanco (White on white) se ha llevado tres galardones de la Mostra de Venecia: mejor dirección, Fipresci (que otorga la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica) y una mención especial en el Premio Human Rights Film Network Award, todos ellos en la sección Horizontes del festival veneciano. Es su segundo largo después de Ocaso (2010) y promete darle muchas alegrías en los próximos meses. La producción es en un 80% española y en un 20% chilena, con lo que no será nada raro encontrar su nombre en las nominaciones a premios como los Goya. La película está rodada entre Tierra de Fuego y paisajes de Canarias y recupera unos hechos atroces del pasado reciente: el genocidio del pueblo Selknam a manos de los colonizadores de Tierra de Fuego. La interpretación de Alfredo Castro, uno de los actores chilenos más apreciados y premiados, ha sido un plus para esta coproducción hispano-chilena.
—Los medios lo identifican como un director hispano-chileno, pero casi ninguno hace referencia a su origen ibicenco…
—Nací en Ibiza, además lo hice en la casa donde vivían mis padres en San Antonio Abad, en el campo. Una casa ibicenca antigua, preciosa, de mi padre. Sé que ahora la tiene un millonario alemán [ríe]. Seguro que es más lujosa que cuando yo nací en ella, pero me gustaría un día tocar la puerta y conocerla. Cuando tenía dos años nos trasladamos a vivir a Madrid. Mi padre, el artista Patricio Court, tuvo una relación más fuerte y más larga en el tiempo con Ibiza. Vivió allá siete años y fue un momento importante para su carrera artística, un exilio interior. Se fue de Chile en el año 1974. Yo he vivido en Madrid y en Chile y también en Cuba, donde estudié en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de Los Baños. Allí precisamente conocí al que ahora es mi productor, que es de Canarias.
—Su película White on White, Blanco en Blanco ha tenido un enorme éxito en la Mostra de Venecia ¿De qué modo cree que los premios pueden influir en la trayectoria del filme y en su distribución a partir de ahora?¿Y en su propia carrera?
—Este proyecto me ha llevado siete años de trabajo. Antes filmé Ocaso en Chile, una película más pequeña y especial, muy pictórica. Para esta necesitaba un mayor presupuesto y preparación, porque quería rodar en la Patagonia y, finalmente, conseguí una productora española y otra chilena. La Mostra de Venecia es un maravilloso escaparate para cualquier película y, sin duda, los premios han sido muy gratificantes. La película va a viajar a 20 festivales gracias a ello y además ha recibido más atención por parte de la prensa.
—El hecho es que, solo con su estreno en Venecia y la repercusión que ha tenido, ya ha cumplido una de las misiones que parece que tiene el filme: rescatar del olvido el genocidio del pueblo amerindio Selknam en Tierra de Fuego, que se enfrentaba a los intereses económicos de los colonizadores chilenos, argentinos y británicos. ¿Era este uno de los objetivos del filme?
—La película no tiene tanto de denuncia como de dar cuenta de algo que sucedió. Porque la historia se repite. Con White on White quería hablar del pasado para hablar del presente y además hacerlo enmarcado en un paisaje como la Patagonia, que te abre los sentidos, que es demoledor y bellísimo. El protagonista es un fotógrafo que asiste a unos hechos terribles desde el otro lado de la cámara, algo que sucede hoy: observamos la realidad desde el otro lado de una pantalla, desde una ventana.
Hay que pensar, además, que las fotografías reales de las matanzas son simulacros. Las cámaras de la época no permitían captar el momento, entonces había que hacer un montaje para subrayar lo heroico de los colonos. Un español, que se llamaba José Menéndez, era el dueño, junto con otra familia, de toda la isla de Tierra de Fuego. Tenía a estos secuaces, unos administradores que, a su vez, tenían una serie de mercenarios europeos totalmente alcoholizados o locos que iban matando indios como animales y a los que les pagaban una libra esterlina por oreja, por testículo, por pecho de mujer… Y claro, te estoy hablando de que esto pasó de 1896 hasta 1915 o 1920.
—El genocida real, el rumano nacionalizado argentino Julio Popper, en su película se llama Mr. Porter. ¿Es especialmente sobrecogedor conocer la trayectoria de Popper: un hombre formado y culto, que ha viajado por todo el mundo y al que, sin embargo, la fiebre del oro ‘convierte’ en una especie de monstruo?
—Todos los nombres que aparecen en la película son nombres ficticios, aunque he querido hacer pequeños guiños como Porter y Popper. La niña se llama Sara porque una de las grandes latifundistas de Tierra de Fuego se llamaba Sara Brown, pero no tiene nada que ver. Son pequeños guiños que hago. Y sí, es cierto, era un tipo cultivado, sin duda, pero tú sabes que la codicia nos lleva a otros estados. Al final toda la idea colonizadora es así, los cimientos de todas la sociedades están establecidos o están manchados con sangre.
—Pero, sin duda, el personaje central de la película es el fotógrafo, Pedro, al que obligan a fotografiar la masacre de los indios como si fueran trofeos de caza. ¿La película aborda también la recurrente coartada del burócrata que, ante unos hechos tan terribles, se escuda en que simplemente cumplía una misión? Del mismo modo que, por ejemplo, los nazis enjuiciados se escudaron en ello para justificar su inacción contra la barbarie que observaban cada día?
—Exacto, uno se escuda por la decisión de otro. Eso ha pasado con Hitler, como también en la dictadura de Chile: muchos generales se escudaban en que era un mandato mayor. Porter no aparece nunca en la película, es un poder invisible, un poder que nos domina pero que no sabemos quién es. Tiene nombre pero no tiene rostro… Me interesaba ese poder omnisciente, una especie de Dios que nos domina y nos permite hacer todas estas atrocidades en pos de su codicia y de su dominación. Para crear el personaje del fotógrafo, que es de una cierta perversidad, me basé en las imágenes de niñas que tomó Lewis Carroll, el autor de Alicia en el País de las Maravillas. Son unas fotos bastante eróticas, incluso hay algunas directamente eróticas en las que las niñas están desnudas prácticamente. En la película, el fotógrafo está obsesionado por captar la inocencia de una niña los últimos instantes antes de casarse [con Mr. Porter] y ser corrompida. Me interesaba reflejar esa idea de un hombre obsesionado con la belleza y, de repente, que empieza a maquillar la muerte porque pasa a ser fotógrafo de las matanzas de los Selknam. El tipo acaba trabajando para el poder y, trabajar para el poder, implica perder tu moralidad personal y trabajar para el mal.
—¿Contar con el actor Alfredo Castro ha sido un plus para el filme?
—Claro, ha sido muy bonito trabajar con él. Es una persona muy profesional, encantadora y que siempre apoyó el proyecto. Su presencia ayuda mucho a que se mueva un poco más la película. También trabajé con el actor alemán Lars Rudolph, que ha trabajando en varias películas de Béla Tarr, un director húngaro al que admiro mucho. Son dos actores muy distintos, Lars Rudolph es un actor con mucha energía y Castro es más contenido, trabaja mucho con el rostro y con la mirada. En la película se ve la dualidad que hay entre estos dos actores.
—¿Es pronto para preguntar por próximos proyectos? ¿Le han quedado energías para pensar en nuevas películas después de estos siete años trabajando en White on White?
—[Ríe] Sí, sí… Ahora viene una promoción larga en festivales entre octubre y noviembre. En enero el año que viene iré a una residencia de Los Ángeles durante un mes por un premio en los Golden Globes [que concede la HFPA, Hollywood Foreign Press Association, en asociación con Film Independent]. Mi idea es aprovechar esa residencia para trabajar en algunas ideas que tengo.
—La producción es española y chilena, con lo que también puede optar a premios en España…
—El 80 por ciento de la financiación de la película es española. En términos de producción es una película española.