EFE / Los científicos de Baleares intensifican los esfuerzos para intentar salvar de la extinción la nacra (Pinna Nobilis), un molusco bivalvo de gran tamaño, endémico del Mediterráneo, azotado por una mortalidad masiva que ya supera el 90 % de su población, por un parásito que empezó a exterminarla en 2016 y la ha colocado al borde de la desaparición.
«La situación actual es bastante catastrófica y preocupante porque no se ha frenado la expansión de esta mortalidad a lo largo del Mediterráneo y sigue arrasando allá donde llega, con la misma intensidad con la que lo hizo en aquel otoño de 2016», explica la investigadora principal de nacra del Centro Oceanográfico de Baleares (COB), Maite Vázquez.
En Baleares, de los cientos de miles de ejemplares que formaban su población en zonas como el Parque Nacional de Cabrera, ha pasado a media docena de supervivientes. Quedan 3 ejemplares vivos en Cabrera, uno en Magaluf, y dos más en Menorca, según datos de esta semana.
El resto han desaparecido desde que, a principios del otoño de 2016, la primera oleada de mortalidad masiva empezó a devastar la población de este molusco. Desde entonces se han producido tres oleadas más y previsiblemente está a punto de comenzar la cuarta.
En todo el Mediterráneo, solo quedan poblaciones vivas en el Mar Adriático y en lagunas costeras que casi están actuando como santuarios, como el Mar Menor y el Delta del Ebro.
Que el Ministerio de Medio Ambiente catalogara la especie en situación crítica está permitiendo que se empiecen a liberar fondos de diferentes convocatorias enfocados a distintos aspectos de estudio de la nacra, «que van desde censos y búsqueda de supervivientes en el medio, a la cría en cautividad, colocación de colectores larvarios, obtención de gametos en el medio, estudios del patógeno, y desarrollar un método de detección de la infección por si se logran juveniles», detalla Vázquez.
Para salvar la especie, la especialista considera necesaria la intervención de los científicos ya que «de manera natural es muy difícil que se recupere por si sola porque es una especie bentónica, que no se puede mover, y necesita una densidad mínima de individuos para poder reproducirse», ya que suelta los gametos en la columna de agua y la fecundación es externa.
Los científicos no pueden descartar tener que hacer reagrupaciones, traslocaciones o reintroducciones en el medio, y esto va estrechamente ligado a la cría en cautividad, de la que todavía no se ha completado el ciclo y que es una de las prioridades de investigación.
También lo son estudiar el patógeno que mata las nacras, el Haplosporidium pinnae, detectado por un equipo de investigadores del Laboratorio de Investigaciones Marinas y Acuicultura (Limia) del Govern, en colaboración con los de la Xunta de Galicia, el Centro Oceanográfico de las Baleares y de la Universidad Católica de Valencia, en uno de los principales avances hasta el momento.
El patógeno invade el tejido digestivo, la nacra no logra alimentarse bien y muere de inanición.
Otra línea de investigación son las nacras vivas. Vázquez considera «esencial» la detección de supervivientes «porque son las que dan esperanza de tener una descendencia resistente a este patógeno».
La mortalidad masiva dificulta a los científicos investigar el fenómeno precisamente por la falta de ejemplares con los que trabajar. «Las tenemos que vigilar porque todavía no sabemos por qué sobreviven», detalla la también investigadora del COB Elvira Álvarez.
Álvarez detalla que en esta amplísima investigación están implicados desde un principio científicos de todo el país, que en muchos de los casos trabajan altruistamente, «dedicando esfuerzos a la nacra sin tener detrás un proyecto que cuente con respaldo financiero».
La científica explica que la importancia de evitar la extinción de esta especie emblemática, que en la actualidad está en la misma categoría que llegó a estar el lince ibérico, va más allá de la preservación de la biodiversidad. «Es una pieza, un eslabón importante de la cadena del ecosistema de las praderas de posidonia».
La parte positiva de esta crisis es el aprendizaje derivado de la coordinación entre científicos españoles de grupos muy especializados para avanzar compartiendo información. El Centro Oceanográfico de Baleares tiene encomendada esa coordinación de todas las acciones que se están llevando a cabo.
«Se ha aprendido mucho y es esencial continuar para avanzar en estudiar cuestiones como la resistencia al patógeno para lo que falta financiación», asegura Álvarez.
También destaca la colaboración ciudadana que se ha producido desde el principio y que en Baleares ha sido clave para hallar ejemplares vivos. La investigadora principal, Maite Vázquez, admite que «para ser un invertebrado sin ojos, lo ocurrido con la nacra ha despertado una oleada de preocupación ciudadana increíble, y es esperanzador».
«Hay mucha voluntad y falta financiación porque hemos de seguir trabajando para que la especie no se pierda. Tenemos mucho trabajo por hacer», asegura Álvarez. Vázquez coincide: «Ahora mismo está todo, absolutamente todo por hacer y hay mucho que investigar».