Hace una semana y unos días se celebró el día internacional del cáncer de mama.
Ese día, se publican multitud de artículos, la mayoría de ellos, destacando tanto las experiencias personales como las necesidades de los pacientes.
Como paciente de cáncer de mama del Hospital de Can Misses, yo me animo a escribir estas líneas, con el objetivo de volver la cámara hacia otro lado, hacia otro bienestar que me preocupa por ser igual de importante en nuestra recuperación: el bienestar de los y las profesionales que día a día trabajan en este hospital.
Muchas de las y los pacientes definimos los tratamientos del cáncer, como carreras o competiciones a superar etapa tras etapa. Y si bien los pacientes somos los que competimos, tal y como sucede en los deportes, ninguna etapa sería ganada sin la participación del resto del equipo.
En mi equipo hay mucha gente: mi doctora en Atención Primaria, mi cirujana, mi oncóloga, mi equipo de enfermeras del Hospital de Día, mi doctora especialista en linfedema, la psicooncóloga y la trabajadora social de APAAC, todas y cada uno de ellas aportan elementos decisivos para que mi competición tenga un buen resultado al llegar a meta.
Un equipo, para ser realmente eficaz y eficiente, requiere poseer unas características. Aquellas que dependen de las capacidades personales (motivación, habilidades de comunicación, formación, solidaridad, capacidad analítica… ) confirmo, sin equivocarme, que mi equipo anda sobrado para alcanzar la meta con éxito.
Sin embargo, hay otras necesidades que no dependen de las personas que me acompañan, sino de otras externas al equipo, pero no por ello son necesidades menos importantes. ¿Qué ocurre con la estabilidad, las gratificaciones, los medios y los recursos con los que contamos, el entorno de trabajo…? Ahí tengo mis dudas.
Últimamente se han publicado noticias en relación a la despedida de una gran profesional y persona, la oncóloga, Dra. Iria González, y otros artículos denunciando la situación y las condiciones laborales de los profesionales del Hospital de Can Misses. Por eso, hoy escribo para recordar, a quién competa y a quién crea que puede cambiar estos aspectos, que siempre se pueden mejorar las cosas y que estas personas no sólo compiten en mi equipo, están presentes en los equipos de montones de pacientes que, como yo, sólo desean llegar a su meta de forma tranquila y confiada.
Para competir con tranquilidad necesitamos estabilidad en el equipo. El cáncer requiere tratamientos largos en el tiempo y con un componente emocional importante. Para garantizar que la carrera hacia la meta sea efectiva es imprescindible poder establecer y mantener un vínculo afectivo y de confianza mutua entre los integrantes del equipo. Los cambios de personal lastiman los vínculos y constituyen un paso atrás en la carrera que hace perder posiciones. Y qué decir del tiempo de atención al paciente; el equipo debe avanzar sin prisas, con el tiempo necesario de entrenamiento.
Para ello, entre otras cosas, se debe contar con el número apropiado de profesionales, y si me apuran, contar con algún/a miembro más en el banquillo para momentos de apoyo. En este sentido, se ha publicado recientemente, la voluntad de añadir al equipo un/a oncólogo/a para sustituir la marcha de la Dra. González y uno más de apoyo. Buena decisión, pero quizá llegue tarde, porqué estoy segura de que estas recomendaciones ya fueron sugeridas hace tiempo por los equipos médicos. Y quizá si se hubieran hecho antes, los y las pacientes no tendríamos la incertidumbre de pensar si la próxima cita será con un oncólogo sin falta de tiempo por saturación de ratios, o una persona nueva.
Esta incertidumbre nos hace más duro el entrenamiento para la carrera. Es imprescindible cuidar los espacios de trabajo. Les animo a observar el Hospital de Día y los espacios de la Unidad de Oncología. En nuestro equipo además de contar con los recursos médicos necesarios, también es necesario contar con el espacio adecuado para generar una atención de calidad. Se requieren espacios cálidos, amables que faciliten la comunicación y el manejo de las emociones.
Un equipo en un espacio frío y sin personalidad no podrá desarrollarse al máximo de sus posibilidades. Y cómo no, las relaciones. Es necesario favorecer la escucha. El equipo debe sentirse valorado y escuchado, sus propuestas son sin duda las mejores que encontraremos para que el equipo prospere. Dicho esto, y sin ánimo de extenderme más, comparto mi reflexión y solicito que a quién corresponda, que valore si se puede mejorar alguna de las propuestas descritas en la Unidad de Oncología de nuestro Hospital de Can Misses.
Para finalizar, debo decir para tranquilizar a las personas que formarán futuros equipos en su carrera contra el cáncer con las profesionales que he mencionado, que la calidad humana se respira, que el trato es amable y empático, que son maravillosas personas y mejores profesionales y que por eso, por agradecimiento y porque se lo merecen, hoy escribo pensando en ellos y ellas.
Belén López-Higuera Marí.