Oti Corona / Imaginemos al protagonista masculino de la película más taquillera de la historia. Ese hombre es el motor que pone en circulación millones de euros cada año y, gracias a su actuación, hay personas que acumulan grandes fortunas. La cinta, además, no pasa de moda: se crean nuevas versiones y se actualiza año tras año, consiguiendo cada vez más recaudación de taquilla que en la emisión anterior. Visualicemos la entrada del cine. Hay una larga cola esperando para comprar la entrada y en la ventanilla no dan abasto para contar los billetes, que se acumulan en fajos y se van guardando en abultados maletines. Giremos ahora la vista hacia la cartelera y busquemos la imagen del actor. Nos llevamos una sorpresa: en el cartel solo se aprecia la silueta de una mujer medio desnuda. El rostro de la mujer queda oculto, pero como hemos visto la película una y mil veces, podemos reconocerla sin problemas: es una de las actrices secundarias.
Supongamos que, sintiendo que nos hallamos ante un atropello, nos ponemos a hablar entre nosotros, tratando de evocar el aspecto del actor, de recordar su nombre, su edad aproximada, las escenas en que aparece o alguna de sus frases más célebres. No hay forma. Es como si nunca lo hubiéramos visto. Decidimos entonces preguntarle al taquillero. Otro sobresalto: no solo no sabe quién es la estrella, sino que parece molesto con la pregunta. “Ahí está el cartel”, farfulla. “Con eso ya se pueden hacer una idea”.
Vamos a figurarnos que no nos conformamos con esa respuesta. La prensa habla de la película un día sí y otro también, así que nos lanzamos a los diarios, a los móviles, a los ordenadores y a los televisores para dar con el tipo. Esta vez encontramos no una, sino decenas de actrices de reparto usurpando el lugar del protagonista. Más de lo mismo. Ni rastro del intérprete, y cada vez más y más secundarias.
¿Verdad que si se diese un caso semejante se estaría cometiendo una injusticia? ¿No tendría derecho ese señor a protestar y a exigir que se le diese el nombre, el rostro y la importancia que merece? Yo voto sí. De la misma manera que vamos poniendo en su justo lugar a las mujeres olvidadas de las artes, la ciencia o la literatura, un varón invisibilizado por mujeres merece también su lugar en la historia.
Pues bien. Pongámonos las pilas porque esto está sucediendo. La película se llama “prostitución”, y el hombre invisible es el putero. Se merece estar en el centro del debate y de la noticia porque él es el artífice del negocio. Basta ya de decorar los sucesos relacionados con la prostitución con imágenes de mujeres que a menudo no desean ser fotografiadas y por eso ocultan sus rostros o se tapan como pueden. Demos al putero el lugar que se merece y, en todo caso, que sea él el que tenga que taparse si no está conforme con su papel en el reparto.